El auge del consumo y el movimiento slow fashion

Los consumidores son cada vez más conscientes de los productos que compran y de cómo estos son manufacturados.

28 de agosto de 2018 (14:45 CET)
El auge del consumo y el movimiento slow fashion
El auge del consumo y el movimiento slow fashion

Últimamente, el término slow fashion se escucha con más frecuencia y no es solo una tendencia, sino un movimiento con cada vez más seguidores, y que viene para quedarse. Este término fue acuñado en 2007 por Kate Fletcher, profesora de Sostenibilidad, Diseño y Moda en el Centre for Sustainable Fashion de Londres, para definir lo que sería la antítesis de la fast fashion o moda producida en cadena. El detonante de este movimiento fue la tragedia ocurrida en la fábrica textil más grande de Bangladesh en 2013, donde murieron más de 1100 trabajadores a causa de instalaciones que no cumplían con las medidas mínimas de seguridad. La slow fashion impulsa al consumidor a conocer dónde, cómo y quién ha elaborado las prendas de vestir que compra. Así, se fomenta la sensibilización del cliente sobre el consumo responsable de artículos de moda, la calidad de los materiales con los que se fabrican y las repercusiones de esta industria sobre el medio ambiente.

La slow fashion apuesta por los textiles biodegradables, la fabricación local y responsable, el respeto a los derechos de los trabajadores y la compra de prendas duraderas y de mayor calidad que disminuyan el residuo textil.

Como respuesta a esta concienciación de los consumidores, el número de empresas que están adoptando la filosofía slow fashion sigue creciendo año tras año. Las grandes marcas han comenzado a introducir líneas de moda sostenible y responsable, usando tejidos orgánicos (algodón) o ecológicos (fibra de leche, seda Ahimsa o cáñamo), además de establecer estrategias de reducción de desechos y fijar políticas más éticas sobre los procesos de fabricación.  

Una de las muestras de apoyo a este movimiento la vimos en 2014, cuando TOME NYC llevó a cabo el Proyecto White Shirt para recaudar fondos para la Fundación Freedom For All, una organización que lucha contra el tráfico de personas y la esclavitud moderna. La camisa blanca es símbolo de un nuevo comienzo, de una nueva vida; está fabricada en popelina de algodón ecológico y el 30 % de las ganancias generadas por su venta se destinan a esta Fundación. 

La empresa estadounidense Patagonia, especializada en ropa deportiva, es un excelente ejemplo de responsabilidad corporativa, pues cuenta con una sólida política que cubre el impacto de sus actividades sobre sus clientes, sus trabajadores, la comunidad donde opera y el medio ambiente. La empresa promueve las buenas condiciones laborales en sus fábricas y el uso de materiales de alta calidad con bajo impacto ambiental, destina el 10 % de sus ventas a grupos activistas que protegen la biodiversidad e incentiva a los consumidores a reparar y reutilizar sus prendas de vestir y reciclarlas cuando ya no deseen seguir usándolas. Su logo es cada vez más reconocido en tiendas online como Asos por consumidores que desean adquirir productos fabricados por empresas sostenibles.

España se suma al cambio con empresas como Tiralahilacha, que realiza todas sus colecciones de forma ética y se compromete a garantizar condiciones dignas para sus trabajadores. En esta compañía, los patrones y muestras son elaborados por profesionales de Barcelona y la confección se realiza en la India, en una fábrica especializada en algodón 100 % orgánico de Comercio Justo. La estampación de los tejidos sigue un riguroso control de vertidos y desechos químicos, asegurándose de esta forma de que, de principio a fin, la producción sea responsable y sostenible.

La tendencia global a consumir todo tipo de artículos, desde comida hasta moda, de una manera cada vez más consciente y responsable fomenta el auge de la slow fashion. Esta creciente preocupación por adquirir ropa duradera, manufacturada de manera ética con textiles de calidad no contaminantes, más que una moda, es un estilo de vida.

 

 

LO MAS LEÍDO