Los cantos de piedra y el agua salada de Famara sirvieron para levantar los barrios obreros de Lanzarote. Cuando Encarnación Marrero se mudó a las recién construidas cien viviendas de Titerroy, conocidas como las viviendas de Juan Luis Salazar, España aún era en blanco y negro. Corría el año 1967, hacía pocos meses que la televisión comenzaba a emitir de forma regular su segundo canal, La 2, y y un jovencísimo Raphael representaba al país por segunda vez en Eurovisión. En aquel tiempo, aún quedaban ocho años para la muerte del dictador Francisco Franco.
Encarnación comenzó una nueva vida en un piso de las cien viviendas, a las que entró con su hija de ocho meses en brazos. Este barrio nació en una Arrecife muy diferente a la de hoy en día, no existían muchas de las carreteras principales que hoy rodean la ciudad, como la Rambla Medular ni la Circunvalación, y solo había un instituto en toda la isla, que dos años después se trasladó a Titerroy.
"Ella es de las originales, de las que llevan desde el principio", explican los vecinos en una reunión con motivo de esta entrevista, en alusión a que Encarnación es de las pocas vecinas que se mudaron al barrio hace casi 60 años cuando se construyeron los pisos. Junto a ella, los nietos e hijos de trabajadores del mar de bajos recursos que fueron alojados en estas viviendas sociales y que generación tras generación han ido construyendo su hogar entre sus paredes. Algunos han pasado a tener la propiedad de la vivienda, mientras que otros viven de alquiler en los inmuebles.
Las cien viviendas de Titerroy están divididas en seis bloques de edificios, con alrededor de un centenar de inmuebles, que no cien justo, repartidos en cinco calles: Logroño, Segovia, Burgos, Soria y Ávila. Desde entonces han pasado 58 años, las viviendas han ido deteriorándose con el paso del tiempo y aunque los vecinos llevan años pidiéndole ayuda a las instituciones públicas y han ido rehabilitando lo que se han podido permitir aún no han obtenido respuesta. "Uno no puede arreglar esas cosas porque es mucho dinero", ha continuado Encarnación.
Solo un paseo por la zona permite ver las grietas en los edificios, las paredes descascaradas, los hierros de los balcones y las heces y plumas de palomas por el barrio. Ante esta situación y tras la ausencia de respuesta de las instituciones, estos vecinos han solicitado presupuesto para poder rehabilitar los edificios y aseguran que su coste asciende a, al menos, 100.000 euros por cada edificio. Además, alertan de que están junto a un pabellón municipal por el que transitan cientos de niños y adultos cada día.
"Si tuviéramos dinero, si no fuéramos gente humilde, ¿crees que viviríamos así?", cuestiona Jesús Francisco, que nació y creció en la vivienda heredada de sus abuelos y que ve con miedo la posibilidad de que su casa o la de sus vecinos puedan sufrir un derrumbe.
Los propietarios señalan cómo las ratas caminan por la calle a plena luz del día y que las cucarachas les invaden en verano. Sin embargo, su mayor temor es que los edificios sufran un derrumbe a causa de los problemas estructurales.

"Hay balcones que se están viniendo hacia abajo. Arriba, donde están los tanques de agua [en las azoteas], el techo se está hundiendo y hay edificios que, de un momento a otro, se van a venir abajo", continúa Juan Ginés Artiles, que vive en uno de los inmuebles desde los siete años.
Artiles denuncia que "antiguamente, venían de vez en cuando, a raspar y a pintar, pero ya ni eso", en referencia a las instituciones públicas. En esta línea, Juan Rodríguez, que vive en la zona desde hace 39 años y es propietario de uno de los inmuebles, defiende: "Entiendo que la gente va a escucharnos y va a decir 'yo la mía la arreglo y la pinto yo', pero si el de al lado todavía depende de la Consejería y no la arreglan, ¿dónde estoy yo?".
"Hay muchas zonas, sobre todo en las partes altas, donde se están estallando los muros. Todo eso habrá que reformarlo porque sino se viene abajo. Las zonas de las escaleras, por las humedades también se están cayendo", continúa Rodríguez.
En este sentido, Marco Antonio Armas, otro residente, añade que ha tenido que apuntalar su vivienda, localizada en una planta baja, y la de otro vecino para evitar que se hundieran. "El edificio donde vivo se está partiendo todo", explica. A lo que añade que las viviendas están construidas en cadena y no tienen columnas por lo que "cualquier día podría pasar una desgracia".
A pesar de que estas viviendas son partes de la historia social y urbanística de Arrecife, sus propietarios denuncian que se sienten abandonados por las instituciones y piden al Gobierno de Canarias, al Cabildo de Lanzarote y al Ayuntamiento de Arrecife que colaboren en su rehabilitación.
Tras conversar con una decena de vecinos, procedentes de los seis bloques de viviendas, las peticiones se repiten. La más urgente, la rehabilitación de las estructuras y las fachadas de los inmuebles antes de que ocurra una desgracia.
Desde la Consejería de Vivienda del Gobierno de Canarias han apuntado a este medio que como se trata de viviendas privadas, la rehabilitación "debe hacerse a través de la comunidad de vecinos o a través del Ayuntamiento solicitando un ARRU", es decir, una subvención de renovación y rehabilitación urbana.
Desde el Área apuntan a que no hay viviendas propiedad del Instituto Canario de Vivienda (ICAVI), pero que, de haberlas, la institución pública actuaría "como un propietario más", abonando su parte correspondiente.






































