Era el gran día de las Fiestas de Nuestra Señora de los Dolores y este año, por primera vez, festivo. Ayer la Virgen estuvo acompañada por miles de fieles llegados desde toda la Isla para rendirle homenaje a su patrona.
Entre la multitud pudo verse a un gran número de autoridades políticas de Lanzarote: estuvieron la presidenta del Cabildo, Inés Rojas, y el alcalde del municipio, Jesús Machín, así como varios consejeros, concejales y otros cargos públicos.
A las 19:00 horas tuvo lugar la Solemne Función Religiosa, presidida por el Obispo Diocesano Ramón Echaren Ystúriz, acompañado por el Clero insular. A continuación comenzó la procesión con la bella imagen de la Dolorosa que también estuvo acompañada por la Banda Municipal de Tinajo.
Este año la emotiva escenificación del milagro de la Virgen se ha pospuesto hasta el domingo 18 de septiembre, último día de las Fiestas. Esta representación trata de reconstruir y de evocar la leyenda que rodea a la Virgen llorosa.
La Virgen de los Volcanes
"... Cuando el río de lava llegó a los pies de la cruz, se detuvo, dejando de sepultar nuevas tierras y desviándose hacia las petrificadas escorias de anteriores erupciones".
La presidenta del Cabildo, Inés Rojas, ya recordó en la presentación del programa Los Dolores 2005 la esencia religiosa de estos festejos. "Quien nos mueve a ir a Dolores y hacer este programa festivo es la Virgen, a ella le pedimos a la Virgen que todos disfrutemos y nos siga ayudando para que ese manto también cubra los volcanes que nos azotan en la sociedad", afirmó.
Recordó que "todos debemos tener muy presente que, para que todo salga bien, ha tenido que trabajar y tendrá que trabajar durante mucho tiempo, muchísima gente", dijo. Y animó a los lanzaroteños a ir bien preparados el día de la Romería:"Bienvenidos a las Fiestas de Dolores, seamos auténticos, vayamos vestidos de romeros", concluyó.
La leyenda nació tras la última y violenta erupción de los volcanes de la Isla. En 1736, fecha de las erupciones volcánicas, un franciscano, el padre Guardián, convocó y calmó al pueblo para organizar una rogativa portando la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, y dirigirse al encuentro de las corrientes de lavas.
La fervorosa procesión se situó en la Montaña de Guiguán y allí prometieron solemnemente construir una ermita a la Señora si ella conseguía contener la desolación que se estaba consumando. Un individuo decidido y valiente, abrazado a una cruz de tea, se adelantó cuanto pudo al hirviente magma y clavó la cruz mientras los presentes lloraban y rogaban con fe titánica.
Cuando el río de lava llegó a los pies de la cruz, aquél se detuvo, dejando de sepultar nuevas tierras y desviándose hacia las petrificadas escorias de anteriores erupciones.