La puerta está cerrada a cal y canto. En el interior fluye una intensa actividad, hay que preparar la cena para más de 40 personas. Cinco minutos de espera y la puerta se abre. Menuda, nerviosa y cercana. Así es Sor Ana, la religiosa encargada de gestionar el centro "Calor y Café". Tras una sonrisa de bienvenida, nos invita amablemente a pasar al interior.
La penumbra invade el recibidor, las ventanas permanecen cerradas hasta que los inquilinos van llegando cada tarde. Acercarse hasta este edificio se ha convertido en un acto cotidiano para muchas personas e, incluso, supone un ritual. A las ocho se abren las puertas, poco a poco comienzan a llegar en busca de un plato caliente y un poco de calor humano. Aunque la anarquía no reina en esta casa, ya que existe un orden para recibir la cena. "Según van acudiendo, se van apuntando en una lista que tenemos y, de esta forma, les damos los alimentos por el orden de llegada", explica Sor Ana.
La religiosa es la encargada de preparar, diariamente, la cena para todas aquellas personas que tengan la necesidad de acudir al centro "Calor y Café". A pesar de gestionarlo ella sola, Sor Ana recibe la ayuda de voluntarios que se acercan una o dos veces por semana para colaborar. La máxima de este lugar es que no se intenta cambiar la vida de nadie, "simplemente, estamos aquí".
Las dependencias de esta casa han visto pasar por ellas a muchas personas. "Vienen gente de todo tipo, desde toxicómanos, indigentes, mayores que tienen una pensión muy baja hasta individuos que por circunstancias de la vida están pasando por un mal momento".
Actualmente, están acudiendo al centro más de 40 personas, aunque han llegado a acoger cada tarde hasta 60. Sor Ana nos explica que en la época estival siempre acuden menos, ya que el buen tiempo hace que se busquen la vida por ellos mismos.
Algo más que alimentos...
El centro "Calor y Café" no sólo da de cenar a todas las personas que lo necesitan, sino que también cuenta con otros servicios que les facilitan la vida diaria, como proporcionarles ropa, lavar la que ya tienen, intercambiarles las jeringuillas o posibilitar que puedan ser atendidos por un médico. "En este comedor contamos con una consulta médica de reducción de daños y riegos, donde vienen dos enfermeras y dos médicos voluntariamente", comenta Sor Ana.
Aunque muchos de ellos no sólo acuden por esta facilidades, sino que también pasan, cada tarde, un rato en compañía. "Somos como un pequeña familia para algunos, es un lugar donde se sienten acogidos, si están enfermos saben que se les va ayudar, que les va a atender un médico o se les va a facilitar que puedan asistir a una consulta".
El calor humano que se respira en el centro fluye en ambas direcciones, ya que Sor Ana afirma que siente una satisfacción enorme de poder ayudar a personas que lo necesitan. "A veces recibo mucho más de lo que doy",comenta la religiosa, que además afirma que la labor de los voluntarios es excepcional porque "dentro de nuestro mundo tan materialista y tan vacío, todavía hay gente que tiene una preocupación por el otro, que no viven de espalda a la problemática que tenemos en esta sociedad". Aún así, Sor Anaexplica que cada vez que viene una persona interesada en ser voluntario le recuerda que no intenten cambiar la vida de los que acuden al centro, "ya que nuestra presencia no tiene que exigir ni imponer, aunque sí que podemos, de alguna manera, interpelar para que ellos puedan descubrir que puede haber algo diferente, que la vida puede ser de otra manera. Es lo que intentamos, ahora, cambiar la vida no porque no es fácil. Si no cambiamos la nuestra no podemos cambiar la de ellos".
Once años de historia
El centro "Calor y Café" se ha convertido en un lugar de referencia para todas aquellas personas que necesitan acudir a él. La religiosa que gestiona la casa cuenta que el correo entre ellos funciona muy bien, "ya que si viene alguien nuevo a la isla, en seguida se entera de que existe un lugar donde poder cenar".
El lugar lleva abierto desde hace once años. Antes, el único sitio donde podían acudir para recibir un poco de comida caliente era el comedor de Cáritas. Aunque allí pedían algunas exigencias, como estar en tratamiento de desintoxicación para recibir la cena. "Yo, por esa época, colaboraba con esta ONG y desde mi comunidad vimos que podíamos dar una respuesta a esas necesidades y aquí estamos", relata Sor Ana. Al parecer, durante esos años, las personas que no recibían tratamiento tampoco podían acceder a los centros oficiales ni las ayudas de las instituciones.
Algunas de las personas que todavía acuden al centro fueron los primeros en acogerse a esta ayuda desinteresada. "Hay gente que viene desde que abrimos, son los fundadores",comenta, de forma divertida, Sor Ana.
A pesar de su andadura en la isla, el centro "Calor y Café" ha estado a punto de cerrar, ya que el antiguo edificio que utilizaban era alquilado y el propietario decidió no renovar el contrato de arrendamiento. "Ahora ocupamos un local que pertenece al Cabildo y lo compartimos con la Asociación de enfermos de Alzheimer".
Cambios de vida
La máxima del centro es no intentar cambiar el estilo de vida de las personas que acuden a él, sino ayudarles en todo lo que necesiten. Aunque algunas veces estos cambios se producen. Así, Sor Anacuenta que gente que ha pasado por el centro durante una temporada, luego ha rehecho su vida. "Me gusta encontrarme con personas que han pasado por aquí y saber que están bien, que han experimentado un cambio e, incluso, tienen familia e hijos". Para la hermana, estos casos le producen una satisfacción personal inmensa, "a veces es lo que realmente da sentido al trabajo que desarrollamos porque sino sería muy pobre".
Sor Ana también comenta que aunque, en la mayoría de las ocasiones estos cambios no se producen, no le resulta difícil ni ingrato estar con ellos, "me siento bien porque hago lo que tengo que hacer".
Aún así, hay que recordar que las personas que acuden al centro "Calor y Café" son personas con una problemática, que en la mayoría de los casos se trata de drogodependientes. A pesar de convivir, diariamente, con este colectivo, la hermana que se encarga de gestionar el centro,comenta que no se producen situaciones extremas ni altercados porque unas de las exigencias para poder entrar es tener unas normas mínimas de educación y respeto. "Es un ambiente totalmente normal y, bueno, a veces si que puede surgir algún problema pero no llega a más, una pequeña discusión. Yo creo que son bastante respetuosos porque cuando alguien viene en malas condiciones se le dice que no puede entrar".
Como cada tarde, la comida, el cariño y el afecto serán repartidos, con toda generosidad, en el centro "Calor y Café" gracias a la labor de su gestora, Sor Ana, y de la solidaridad de los voluntarios que acuden para colaborar en esta elogiable labor.
Compartiendo instalaciones...
El Centro "Calor y Café" está ubicado en un antiguo edificio del Charco de San Ginés. Esta casa pertenece a una persona particular, aunque el Cabildo insular lo tiene arrendado desde hace años. La Primera Institución ha cedido estas instalaciones a dos programas sociales, el comedor que gestiona la religiosa y la Asociación de Enfermos de Alzheimer. "Por la mañana, de lunes a viernes, realizamos una serie de talleres de terapia para los enfermos de Alzheimer y por la tarde está abierto para el Centro Calor y Café", comenta a este medio de comunicación, Manuel Ruíz, presidente de esta Asociación.
De 9 a 1 de la mañana, casi diez enfermos de Alzheimer, acompañados de dos o tres familiares, acuden a la casa del Charco para participar en un programa novedoso de terapia. Al finalizar las actividades, monitores y enfermos recogen el lugar porque, en las próximas horas, será utilizado por Sor Ana para elaborar la cena que ofrecerá a todos los necesitados que se acerquen hasta el comedor.
Todos los días estas dos organizaciones comparten espacio, pero no en el mismo momento, por lo que casino tienen contacto. Ruíz asegura que esta convivencia dura ya cuatro años y "a pesar de que Sor Ana trata con personas polémicas, no hemos tenido ningún problema".