El director de la Fundación César Manrique, Fernando Gómez Aguilera, abrió el acto de presentación del libro Pepín Ramírez: el hombre que convirtió a Manrique en César, el día 19 de septiembre, señalando que José Ramírez Cerdá "rompió con el pasado estancado de Lanzarote". El periodista Gregorio Cabrera, que ha escrito el prólogo del sexto libro de la colección Islas de memoria, titulado "¿Qué mal hicieron las piedras?", dijo en su presentación que la labor de Pepín Ramírez y César Manrique consistió en primer lugar en elevar la autoestima de los lanzaroteños poniendo la Isla en valor y lo comparó con el fenómeno que está ocurriendo ahora en Gran Canaria con el nombramiento de Risco Caído como Patrimonio de la Humanidad "porque hace que la gente lo valore más". Habló de "orgullo volcánico" y de la peculiaridad del paisaje de Lanzarote. "Ustedes cuiden sus árboles que nosotros cuidaremos nuestras piedras", señaló, en palabras de un campesino.
El autor del libro, el periodista Saúl García, explicó primero el proceso de documentación y escritura del libro, explicando que no se trataba de un trabajo académico, sino de una biografía que alterna episodios de la vida y del trabajo del político lanzaroteño. "Es un libro para que sea leído como una historia, como una novela". "No me quería quedar solo en el trabajo público porque, si queremos saber cómo se pudo transformar una isla, es relevante conocer las facilidades o dificultades que tuvieron". Y César y Pepín tuvieron que superar varias barreras. "Con la creación de los Centros y la elección de su amigo César hubo muchas críticas iniciales. Le decían que se podía gastar el dinero en otras cosas, con la de necesidades que había", aseguró.
"Me encontré, en líneas generales, a la persona que me habían dibujado ?afirmó- pero mucho más interesante. José Ramírez fue, o es, todo un personaje". También afirmó que José Ramírez fue un político durante el franquismo aunque no fue un político franquista. "Si sus motivaciones para ocupar un cargo público estaban relacionadas con el poder, era por la capacidad de transformar la Isla en que nació".
Desgranó la biografía de José Ramírez Cerdá, sus virtudes, sus aficiones -como el ajedrez y la pesca-, y sus preocupaciones, fundamentalmente la de mejorar la educación en la Isla, duplicando el número de escuelas cuando fue alcalde de la capital ente 1955 y 1960. De esa etapa también destacó el saneamiento económico de la institución y la creación del parque que hoy lleva su nombre y que fue la primera colaboración con César Manrique. Señaló que tuvo dotes de mando, liderazgo natural y capacidad de organización. "Sabía cómo motivar a la gente y cómo elegir a la persona idónea para el puesto adecuado. Esa era su mejor virtud".
Para García, si Lanzarote fuera una película, el director sería César Manrique, pero el productor sería Pepín Ramírez. Su objetivo en el Cabildo fue el de modernizar la isla, hacerlo a través de la industria turística y hacerlo con la colaboración de Manrique y con una planificación. Para ello tuvo que sanear el Cabildo, por lo que destituyó al interventor y al depositario, que se vieron envueltos en un proceso penal que acabó en una condena de cárcel para ambos porque faltaba dinero de las cuentas de la institución. Este episodio fue vital para que los cargos públicos de Gran Canaria y Madrid pusieran su confianza en él. También fue clave la creación de una empresa pública, Vías y Obras, que pasó de tener doce trabajadores, a más de 300, y realizó las obras que licitaba el Gobierno para poder destinar el ahorro, gracias a una buena gestión, a las obras de carácter turístico. "Y además había un intangible, la motivación de los trabajadores, ya que les hacen ver que son partícipes de algo grande, con el estímulo de César". En 1968 el Cabildo hizo balance del dinero que había aportado de sus propios fondos para obras de carácter turístico y el resultado fue que en cinco años había conseguido liberar catorce millones cuatrocientas mil pesetas, que era tanto como el presupuesto de todo el Cabildo en 1964.
La planificación y el orden fue una característica. En marzo de 1963, cuando aún no se había levantado el primer hotel, Pepín propuso crear una oficina de turismo desde donde se impulsara y orientara la corriente turística, en 1967 se aprobó el Reglamento de Defensa del Paisaje y de la Arquitectura Popular Lanzaroteña, las normas subsidiarias en 1970 y el Plan Insular en 1973 que no fue vinculante porque no existía esa figura.
García dijo que la historia de Pepín también es una historia de amistad con César y que conservarla fue uno de sus grandes méritos. "Fueron juntos al colegio, al instituto, a la guerra, su amistad se fue reforzando". Dijo que la historia de Pepín habla de constancia, de amistad, determinación, valentía, de trabajo en equipo, de perseguir una idea para que cristalice, de búsqueda del bien común y la importancia de la iniciativa pública, además de hablar de originalidad ("Lanzarote está para ser copiada") y de honradez. "A José Ramírez Cerdá no hacía falta que nadie le dijera lo que estaba mal porque era una persona honrada, lo que nos dice es que la ética tiene premio".
Terminó explicando el título del libro. Según Saúl García, para el pueblo de Lanzarote, César es César, sin apellido. Lo perdió porque empezó a intervenir en la naturaleza y a transformar no solo la Isla, desde el punto de vista del desarrollo, sino el propio concepto de isla que tenían sus habitantes" y se convirtió en un mito gracias a las obras que hizo con el Cabildo mientras estuvo en la presidencia Pepín Ramírez. "Es difícil imaginar que hubiera hecho lo mismo con otra persona o que hubiera vuelto de Nueva York si no hubiera estado su amigo en el Cabildo. César hubiera sido un artista de todas formas, un genio, pero quizá no se habría conocido como 'César', sino que habría conservado el apellido", concluyó.