El XI Concurso de Microrrelatos de Radio Lanzarote recibe nuevas historias

El plazo para participar en esta edición, protagonizada de nuevo por los Centros Turísticos, estará abierto hasta el 31 de agosto

25 de julio de 2021 (11:01 CET)
Montañas del Fuego
Montañas del Fuego

El Concurso de Microrrelatos de Radio Lanzarote-Onda Cero, que en su undécima edición vuelve a estar protagonizado por los Centros Turísticos, recibe nuevas historias. 

El plazo para participar en el certamen estará abierto hasta el 31 de agosto. Hasta ese día, los interesados pueden enviar sus sus relatos al email concursorelatos@lanzarotemedia.net, con una extensión máxima de 100 palabras, incluido el título en el caso de que lo lleve.

En esta ocasión, los participantes deberán contar una vivencia propia o imaginada ocurrida en algún rincón de los Centros Turísticos que para ellos esté lleno de magia. Cada autor podrá enviar un máximo de cinco relatos, que podrá firmar con pseudónimo, aunque deberá indicar siempre un nombre y un teléfono de contacto. 

Los relatos serán leídos en el espacio de "Lectura en la Radio" de Radio Lanzarote (90.7), y publicados en La Voz de Lanzarote. Tanto la publicación como la lectura estarán supeditadas a las disponibilidades de espacio y tiempo de ambos medios.

Del fallo del certamen, que se hará público en la segunda quincena de septiembre, se encargará un jurado formado por periodistas de Radio Lanzarote-Onda Cero y La Voz de Lanzarote, que elegirán tres relatos ganadores y siete finalistas.

El ganador se llevará un premio de un fin de semana para dos personas con alojamiento y desayuno en el Hotel Natura Palace, establecimiento de 4 estrellas plus. El segundo premio será una cena para dos personas en el Castillo de San José y el tercer premio una de las experiencias insólitas para dos personas de los Centros de Arte, Cultura y Turismo del Cabildo. Todos los premios son para personas adultas.

Sin Título

Aunque tuvieras abuela, abuela Nina, que nunca tuvo nietos, era la abuela de Mácher.

Era ese tipo de personas que te sonríen pero que no necesitan la boca para hacerlo. Se creaba un halo de bondad en su mirada, que te invitaba a pasar, te ablandaba el carácter y sin querer, le contabas tus cosas.

Ni conoció ni visitó los Centros Turísticos de la isla pero sí tapizó sus sillas e imaginó alguna vez, estar un día de júbilo entre aquella gente, que sentada sobre sus puntadas, disfrutaban de sus días libres hablando en cien idiomas y sonreía.

El rito en la garganta del jameo.

Alzados sobre las cabezas que hacen rotar copas de telas de colores y cestones de mimbre que parecen contener la historia del isleño, se agitan en siluetas y vaivenes coordinados. Y sobre una paleta gigante escondida en un paraje de ensueño, se izan las voces en reclamo de un pasado. Al ritmo ceñido a los pasos del trabajador, emulan en danzas sus tiempos memorables. Paredes de piedra sostienen el eco y el aire parece llevarse sus voces al viento.

Sin Título

A su lado se veía diminuto. Aquella enorme sombra no paraba de mirarle, vigilándole sin rostro mientras se le acercaba. Apretó la piedra picuda tan fuerte que le corrió sangre por la mano. No pudo verla, pues no había luz, salvo la que proyectaba la silueta, pero notó como discurría caliente por sus dedos flacos y temblorosos. El miedo era ya dueño de todas sus acciones y en la Cueva de los Verdes nunca fue buena decisión correr por mucho que fuera el miedo quién la tomara. Erguido, queriendo aparentar ser alto y fornido esperó su llegada. Y llegó.

Alma volcánica

Me despierto al amanecer con el alma sedienta, le susurra a mi oído que desea ir a un lugar, un lugar mágico donde necesita sentir los cuatro elementos de la naturaleza envolviéndose sobre ella.

Timanfaya me susurra, llevame a Timanfaya.

Al llegar al lugar me recibe con sus majestuosos volcanes, y sobre ellos me deslizo, camino y respiro mientras observo su belleza casi infernal.

Como un cortejo a mi frágil alma donde la invita a entrar por sus caminos de tierra quemada, envolviéndola en su cálido fuego, me susurra que ya estoy lista para comenzar el día.

 

Catastrophe

 

Cuando recuperé el conocimiento, la puerta estaba abierta... y toda la tienda destrozada... como si un condenado siroco hubiese entrado por error y luego no supiese encontrar la salida, rebotando en las paredes, en las lámparas, en las piezas de porcelana, en los diminutos cactus, en los abalorios de olivina, en todos los “Souvenirs from Lanzarote”... antes de volver a salir por donde había entrado… Me arrastré como pude, a cuatro patas y, al pasar delante de un espejo, descubrí al auténtico culpable de la catástrofe...Un viejo y desquiciado dromedario harto de aguardar la jubilación...

 

Marea creciente

Una mujer pasea descalza con su perro por la orilla. Se refresca los pies en el agua, mientras el enorme perro empieza a correr como poseído.-¡Neptuno! ¿Qué pasa?Neptuno comienza a escarbar con sus patas delanteras en las inmediaciones del Castillo de San José, en una zona que sólo queda visible cuando la marea llega a estar tan extremadamente baja como hoy.-¿Qué pasa? ¿Qué has encontrado? Neptuno regresa corriendo, feliz, a la presencia de la mujer, con un hueso entre los dientes... Y Ligeia comprueba, con sorpresa, que se trata de una tibia de caballo…

Aquella luz brillante

La primera noche, cuando ya intentaba dormir, me asomé por la ventana intentando ver alguna estrella fugaz, pero de pronto, me sorprendió una luz enorme y brillante a las puertas del Mirador del Río, la observé durante un largo rato, pero asustado por lo desconocido, decidí acostarme hasta la cabeza intentando averiguar que había visto.

Por la mañana, corrí a la ventana a mirar, y pensé que había sido un sueño, pero la primera conversación que oigo a mis abuelos al desayunar, fue, que demonios sería una luz brillante que había anoche en La Batería del Río.

Sin Título

Érase una vez una niña muy inquieta y curiosa, todo lo quería saber.

Una mañana vio un castillo, ¡Papa, papá vamos allí!

Papa, ¿Quién vive aquí?, el padre le dijo guasón: aquí vive la bruja del hambre.

Le faltó tiempo para llamar: Pum, pum, ¡Bruja, bruja abre la puerta! Somos nosotros.

Pero la puerta permaneció cerrada.

Al cabo de unos años, Margarita volvió, ¡la puerta estaba abierta!, entró y se quedó maravillada, encantada con la belleza del Arte.

De pronto se acercó una joven mujer, llevaba una llave gigante de hierro: lo siento tengo que cerrar.

Margarita sonrió, gracias papa.

Sin Título

–No, no hace falta que reserve - fueron las últimas palabras de mi interlocutor por teléfono.

19:00, Los Jameos.

–Lo siento, pero sin reserva no podrán cenar –dijo seguro tras la ventanilla.

Impotencia, incomprensión, rabia, furia, desasosiego… ¡hambre!… todo esto fue lo que pudo ver el taquillero reflejado en nuestras caras antes de que la tierra se abriera bajo sus pies y se lo tragara. En su descenso, pudimos oírle decir con claridad:

–Aunque, si quieren pueden bajar y preguntar al metreee –y desapareció dejando una nube de polvo, densa y negra de la que brotaban pequeñas llamaradas por doquier…

Travesuras

Mi abuelo me lo contó cien veces.

Yo imaginaba el lugar, las caras de sus primos, las risas infantiles tras la travesura...

Y por fin llegó el día. Volamos de vuelta a sus raíces. Parecía un chinijo la víspera de Reyes, como si volver a ese lugar mágico diese marcha atrás al reloj descontando cincuenta años de su marcador.

Buscaba con su mirada el punto exacto en un cielo de lava dormida.

Un rayo de luz fue su cómplice.

-¡Ahí!

Siempre que visito Jameos, veo a mi abuelo con 10 años, cayendo al agua por el hueco del techo.

El espejo de púas

 

Sólo vine a mirarme, todos dicen que me parezco a ti.

Que si soy picona, cuando me molestan.

Que si me gusta el sol, para que me caliente.

Que si con poco voy, y así me va.

Que si me defiendo, sólo si tengo miedo.

Que si estoy sola, pues que corran los alisios.

Que si cochinilla, por no quitarme el carmín de los labios...

Por eso está aquí esta charquita,

Para que el pez que habita en mí, se refresque junto a los tuyos.

Para que pueda reconocerme en mi reflejo y en tus púas.

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