La vecina Soledad Martín González pregona las fiestas de San Pedro Apóstol de Mácher

El salón social estaba hasta la bandera por el público arropando a su vecina y acompañada por el alcalde del Ayuntamiento de Tías, José Juan Cruz, y la concejala de Fiestas, Miriam Hernández

21 de junio de 2024 (14:42 CET)
La vecina Soledad Martín González
La vecina Soledad Martín González

Con la lectura del pregón de la vecina Soledad Martín González la noche del pasado jueves el pueblo de Mácher iniciaba sus fiestas en honor a su Patrón San Pedro Apóstol.

El salón social estaba hasta la bandera por el público arropando a su vecina y acompañada por el alcalde del Ayuntamiento de Tías, José Juan Cruz, y la concejala de Fiestas, Miriam Hernández.

Tras ello, subía al escenario, Soledad Martín González, y así dar lectura a su pregón en la primera parte con una línea poética continuando con las anécdotas de su infancia, juventud y madurez.

Al finalizar la lectura el alcalde y la concejala le hicieron entrega de una escultura como recuerdo y Genaro Bonilla, componente de la comisión de Fiestas le entregaba un ramo de flores.

La noche continuó con la proyección de vídeo con el documental reflejo de como eran aquellos famosos llamados Bailes de Candil. La noche finalizó como marca la tradición en el pueblo de Mácher con un refrigerio a base de dulces artesanales y canapés elaborados por los propios vecinos.

 

Apuntes y anécdotas del pregón de Martín González

Mácher, Mácher se extiende curiosa, como pretendiendo ver hasta playa Quemada, como si de repente y con prisas, a Lanzarote se le hubiese roto su mejor collar de perlas camino de Yaiza, sin tiempo para recogerlas.

El blanco brillante de sus casas sobre sus laderas rojizas y negras; avisando que llega el día: la Gaida, abrigada con mimo por Tinasoria, observada en silencia por la Capita y custodiada con celo por Guardilama, que protege la Montañeta, que por chiquita y redonda para mí la más tierna.

Habías de ser tú Pedro; el que abre las puertas, el que recibe en la gloría, el que da la bienvenida al cielo... No podía ser otro el patrón de esta parroquia, el que en tu barca cargada las redes de la abundancia, de esta tierra fértil y generosa. Que recompensa el esfuerzo de las gastadas manos que la abran, las qe consiguen vestirla con un traje de flores de cebollas blancas con un fondo verde lima de tomateras tiernas... mi Mácher, trabajadora y labriega.

Soy tu hija, una más de tantas otras, pero hoy quiero pregonar, gritar a los cuatro vientos, que soy lo que soy por culpa de estas vivencias. Nací en una de tus casa blancas, la casa qe me protegiera, del amor de mis hermanos padres, del vientre de la mujer perfecta, la quinta de diez hermanos, hija hermana y amiga de tu nobleza.

Me parió mi madre sabiendo que sería una de las que tanto te quisiera, y me asomé al caprichoso atlántico que cambia de color y de estado dependiendo de cómo yo me sienta. Miraba curiosa de lejos el macizo de Femés, las islas de lobos y Fuerteventura, como lugares lejanos, al otro lado del mar. Los veía inalcanzables desde mi infancia más tierna.

Crecí curiosa pero despierta, con ganas de aprenderlo todo, de saber que era cada cosa. Y así, con la tirante trenza que me hizo una de mis hermanas llegué al colegio, con un gran dolor de cabeza. No me alivió el dolor, ni la sombra, ni el aroma, ni la increíble silueta de aquellos árboles que crecían al borde de la carretera junto a la casilla y a la escuelita. Me parece estar andando ahora mismo por ese camino.

¡Ay quién volviera!. Allí vi la luz, conocí a mis amigas y con ellas no sabía que pasaría las horas más divertidas de mi vida, no sabía por entonces que sería yo, una buena gamberra, bueno, siendo sincera, no lo sabíamos entonces ninguna de nosotras, pero pronto apunté maneras.

Aprender a leer creo que es el mayor tesoro que le debo a la vida. Leer es mi libertad, mis viajes apasionantes, mis fantasías y sin leer, no habría podido conseguir dedicarme a mi sueño, al teatro que es semilla que se plantó en la escuela. desde pequeña soñaba con personajes, me veía criada, maestra, tendera, madre de familia, secretaria de ministro, hermana de mujercitas o simplemente marquesa.

Recuerdos que se siguen agolpando en mi memoria y que sería interminable este pregón si pretendiera comentarlos todos. Pero uno de los que no puede quedarse en el tintero es mis días de escuela, la carretera con algún eucalipto que nos llevaba hasta ella, pasar por la molina de Mácher y como si me hablasen sus aspas como a Don Quijote, el olor a gofio moreno, el puñito que nos regalaba Pepe Ferrer al pasar por allí y nos explicaba que salía caliente de la piedra cuando tibio nos caía en la mano. Pero siguiendo el camino hasta la escuelita de Doña Clarisa Curbelo, mi primera maestra, a la que le debo mi amor a la literatura, a la lectura, mi caligrafía redondilla, mi ortografía, mi gramática y en definitiva mi amor incondicional a la palabra, al lenguaje, todo eso que luego me abriría las puertas a mi futuro profesional... enseñar teatro, mi pasión, mi pan, mi forma de ganarme la vida.

Con todo esto y mucho más continuó Soledad Martín González, finalizando con un "¡Viva Simón Pedro! He dicho".

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