El Concurso de Radio Lanzarote dedicado a los Centros continúa recibiendo microrrelatos

El plazo para participar en la úndécima edición está abierto hasta el 31 de agosto

17 de julio de 2021 (19:16 CET)
Jameos del Agua, uno de los Centros Turísticos
Jameos del Agua, uno de los Centros Turísticos

El Concurso de Microrrelatos de Radio Lanzarote-Onda Cero, dedicado en su úndécima edición a los Centros Turísticos, continúa recibiendo historias. 

El plazo para participar en el certamen estará abierto hasta el 31 de agosto. Hasta ese día, los interesados pueden enviar sus sus relatos al email concursorelatos@lanzarotemedia.net, con una extensión máxima de 100 palabras, incluido el título en el caso de que lo lleve.

En esta ocasión, los participantes deberán contar una vivencia propia o imaginada ocurrida en algún rincón de los Centros Turísticos que para ellos esté lleno de magia. Cada autor podrá enviar un máximo de cinco relatos, que podrá firmar con pseudónimo, aunque deberá indicar siempre un nombre y un teléfono de contacto. 

Los relatos serán leídos en el espacio de "Lectura en la Radio" de Radio Lanzarote (90.7), y publicados en La Voz de Lanzarote. Tanto la publicación como la lectura estarán supeditadas a las disponibilidades de espacio y tiempo de ambos medios.

Del fallo del certamen, que se hará público en la segunda quincena de septiembre, se encargará un jurado formado por periodistas de Radio Lanzarote-Onda Cero y La Voz de Lanzarote, que elegirán tres relatos ganadores y siete finalistas.

El ganador se llevará un premio de un fin de semana para dos personas con alojamiento y desayuno en el Hotel Natura Palace, establecimiento de 4 estrellas plus. El segundo premio será una cena para dos personas en el Castillo de San José y el tercer premio una de las experiencias insólitas para dos personas de los Centros de Arte, Cultura y Turismo del Cabildo. Todos los premios son para personas adultas.

 

El horno del diablo

-Por fin mañana libro.

-Yo también.

-Vaya... Y...¿Te apetecería venir conmigo al cine?

-Me encantaría.

Él saca de la cartera una foto de su mujer, muerta un año atrás, y la arroja al horno volcánico.

“Sabes que me gustaría pasar contigo la eternidad... Pero ahora tengo que seguir mi vida.”

-¿Hoy vienen a recogerte?

-No. ¿Por qué?

-Me pareció ver una mujer entrando en tu coche.

A la mañana siguiente el vigilante descubre un vehículo calcinado, en el fondo de un barranco, a la entrada del Parque Nacional de Timanfaya.

Sueños del alba

Allí estaba el... siempre con su manera serena de andar y sin nadie alrededor. Ya era tan tarde, que ni las mesas ni las sillas eran parte del encanto. Sólo el suelo de madera brillante y una ventana que lo rodeaba todo, sin verse más que la noche oscura tras de sí, me acerco a la barra y veo un cielo dibujado de nubes. Ya es de día, noto el aire de la mañana y la sonrisa compartida convierte todo en mi hogar.

Voces de un volcán

No me iré sin oír las palabras de aquella piedra, de aquel escalón, de aquella caseta, de la escalera, del lago. El grito desde aquel lado, de la palmera o de la cueva, seguirán tan enérgicos como entonces. No será el silencio el que apague mi memoria, ni el susurro del viento el que la borre... Solo serán el sonido de fondo que acompañen mis recuerdos.

Sueño al amanecer

En medio de aquel suelo brillante y de madera, deambula como siempre en su sosiego. Junto a la noche oscura y silenciosa que asoma al interminable ventanal y que parece no haber obstáculo hacia el exterior, conjuga su persona con la pulcritud de su alrededor. Me dirijo a un portón y un cielo dibujado de nubes, anuncia el frescor de un nuevo día. Me despierto y el cielo es el techo, el cristal es el obstáculo, y las sombras invaden el suelo.

 

Ocurrió en la Geria

Era la tercera botella de Manto compartida con aquellos desconocidos.

Ella animada por la euforia del momento contaba sus planes a los que él se sentía tan ajeno.

Él se evadía en sus pensamientos, se imaginó gritando y lanzando la mesa al aire, visualizo como la clavaba el sacacorchos en su cuello.

“Me flipa el horizonte” dijo ella

“El horizonte es un engaño, a mí me flipa el fondo del mar, ojalá tuviese branquias para pasear entre peces”

“a ti te falta un tornillo” dijo ella

“Te Quiero, volvamos al hotel amor mío”

y se fueron.

No podía dormir

 

Miraba por la ventana de la habitación del hotel, atrás múltiples horas navegando por la red buscando acerca de Lanzarote, para juntos disfrutarla.

Estaba fuera de contexto donde ningún elemento perturbaba el contacto con su voz interior.

Adoraba el escenario donde trasgredes la rutina, y más a esas horas fantasmales y extrañas.

Estaba en un espacio eficaz donde aislarse y encontrarse.

Y sucedió ese instante, unos segundos antes todo era normal, y de repente se sintió flotando en una nube.

De golpe cobro conciencia de lo que había hecho, quizás ella no volvería jamás con él.

Jardín de besos

La verdad es que lo hice inconscientemente. No pensé en los efectos secundarios. Yo era un novio joveny despreocupado... y el entorno era tan bello… La besé casi a traición, sin avisar. Nunca temí represalias. Sin embargo la vida no es un cuento de hadas. Nunca prevés todas las reacciones. Y ahora tengo que afrontar las consecuencias. Por culpa de aquel breve e insignificante beso furtivo... ahora ella, cada noche, me reclama un jardín de besos para poder dormir. Menos mal que, para compensar, a menudo me invita a desayunar en el Jardín de Cactus…

 

Los sombreros del tiempo

Es la historia sepultada en el manto blanco inmaculado con siluetas que simulan el descanso al trabajador; Es la rudeza de los restos de madera, que resisten al paso del tiempo en sus verdes corazas; Y las oquedades a la sombra del campesino para volver al nuevo día; Son los alrededores el motivo de sus formas y el sustento que todavía brota de sus entrañas; Es: el arte de una vida, sostenida para el ejemplo a los profanos y el hogar de su gente para siempre.

El escondite

 

Ella dice que somos avestruces, escondidas en la tierra. Yo, que como se hacía antaño, usamos la Cueva de los Verdes para huir de los piratas. Me coge de la mano y me echo a temblar. Ay, si nuestras familias se enterasen de que cada sábado nos abrazamos en esta gruta. De que ya no nos cobran entrada, porque venimos para querernos, y el amor, dice el taquillero, no tiene precio. Besa con sus labios mi carmín y mi deseo hace eco entre la porosidad de la lava. Cuánto nos queda por amar. Cuánto nos queda por lucha

 

El lagarto atlántico

 

En días calurosos como hoy me gusta salir de mi escondite, surfear entre las olas de lava antigua, saltar de piedra en piedra y, sobre todo, observarlos. Los míos les temen, pero a mí me apasiona mirarlos. Tan bípedos, tan pelones, tan sorprendidos. Viajando en ese trasto metálico que les enseña mi casa, mis Montañas del Fuego. Les dicen que en Timanfaya alguien plantó una higuera y no salió fruto porque del fuego no puede salir la vida. Cuando lo escucho, siempre me río y me siento especial. Porque estoy vivo, aquí entre las llamas apagadas.

 La fuga

 

Le faltaba el aire, pero no las ganas. Sus pasos temblorosos no estaban solos, iban acompañados de otros más vivaces que lo guiaban en aquella aventura descarada de la que no se arrepentía. Desde la atalaya del Mirador del Río pudo ver la playa donde se conocieron hacía sesenta años. Él pescaba, ella paseaba. El nudo en el estómago que se le iba subiendo al pecho lo obligó a sentarse. No tenía fuerzas para abrir la urna, así que lo hizo su pequeño compañero de fugas. —Dile adiós a la abuela antes de que nos pillen

 

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