El Concurso de Microrrelatos de Radio Lanzarote dedicado a la radio ya tiene ganadores

Ana Negrín se ha alzado con el primer premio, Guacimara Rodríguez y Reyes María Concepción con el segundo y tercero

3 de octubre de 2022 (10:48 CET)
Actualizado el 3 de octubre de 2022 (10:48 CET)
XII edición del Concurso de Microrrelatos de Radio Lanzarote
XII edición del Concurso de Microrrelatos de Radio Lanzarote

La XII edición del Concurso de Microrrelatos de Radio Lanzarote-Onda Cero, a la que se presentaron más de 100 historias, ya tiene ganadores. Ana Negrín se ha alzado con el primer premio del certamen, que este año estaba dedicado a la radio, con un relato titulado "¿Café para dos?". La ganadora disfrutará una cena para dos personas en el restaurante del Castillo de San José.

El jurado del concurso ha decidido otorgar el segundo premio al microrrelato "La cita" de Guacimara Rodríguez Martín, se lleva una de las experiencias insólitas para dos personas de los Centros de Arte, Cultura y Turismo del Cabildo de Lanzarote. Y por último, Reyes María Concepción con "Quizá sueñe estar bailando" se ha alzado con el tercer premio consistente en una comida para dos personas en el restaurante del Monumento al Campesino.

Además de los ganadores, el jurado ha seleccionado a siete finalistas, que son "Barrotes" de Laura Freitas, "Y sonríe…" de Mª Teresa Vera, "Estimados señores y señoras de Radio Lanzarote" de Juan Jesús Beiro, "Voces" de Nerea Rodríguez, "Dos soldados" de Reyes María Concepción, Sin Título de Miguel Gómezy  Sin Título de  Moonlight.

Relatos ganadores 

 

¿Café para dos?

Nadie duele para siempre, dicen. Pero yo, cada mañana cuando preparo ese café con dos cucharadas rasas de canela, recuerdo cuando preparaba dos y con una sonrisa siempre contabas que el café era el combustible de la mente y seguido, encendías la radio gritando de alegría que era un nuevo día, mientras yo, aún con las marcas de las calentitas sábanas en mi cara, maldecía ese cacharro y a ti. Que irónico, ¿no? Nadie duele para siempre, decían, pero maldita la canela, maldito el café, maldita la radio y maldito tú porque me vas a doler siempre. 

La cita

Aún recuerdo nuestra primera cita. Íbamos en el coche de tu hermano de camino al cine. Estaba nerviosa. Sé que tú también porque le dabas golpecitos al volante con tus largos y finos dedos mientras me sonreías. Me miraste y me dijiste que la canción que sonaba en la radio era tu favorita. Nunca la olvidaré porque a partir de ese día se convirtió también en la mía. Aún recuerdo nuestra primera y última cita. Íbamos en el coche de tu hermano de camino al cine. Sonaba nuestra canción favorita. Lo único nuestro que me acompañará eternamente. 

Quizá sueñe estar bailando

Tomás no ríe, no habla, de su boca no sale ni una sola palabra, ni una frase, ni un regaño, ni un cariño. Sus brazos no calientan con un abrazo de esos tiernos, efímeros o largos. Sus ojos no miran a lo lejano…ni a lo que tiene al lado. Sus piernas no recorren un camino ya fijado. Tomás no sabe cuál será su futuro, no recuerda su pasado. Mira las paredes blancas como quien se deleita observando un cuadro. Una melodía suena en la radio. El pulgar de su pie se mueve. Quizá sueñe estar bailando… 

Finalistas

 

Barrotes

Viernes por fin, cada vez son más terriblemente agónicas las semanas, y tan sólo han 1 pasado cuatro años, seis meses y nueve días, sí, los cuento, para ser consciente de dónde estoy pagando viejos errores. Pero hoy es viernes, mi día favorito, deseo que pasen las horas, y llegue la noche, espero el recuento, anhelo el horrible sonido del cerrojo. Por fin en mi celda a solas, saco mi pequeña radio, grandísimo tesoro, mi medicina, herencia de mi único amigo aquí, y la pego a mi oreja, ¡empieza! Veamos que canción con mensaje me ha dedicado hoy mi amor.

Y sonríe..

Una voz metálica confirma con claridad y sin errores el texto. -¿Enviar? -¡Sí! Agradeció por enésima vez haber nacido en una época tecnológicamente tan avanzada. Su condición nada tiene que ver, y nunca mejor dicho, con la de antaño.Se alegra por eso. La emoción la embarga durante casi una semana pero dará sus frutos. Cuenta los días y sus horas. El sonido del tic tac la hace desesperar. Tranquila, se repite. Lunes. Son las doce. El dial (90.7) da la hora. Aparta su libro, en braille, al oír el título del primer relato "Y sonríe". Sonríe.

Estimados señores y señoras de Radio Lanzarote

No sé si me recuerdan. Yo estuve durante siete años dedicándole canciones a un amor imposible... A un amor que parecía imposible... Pero al que, “gracias” a su emisora, al final logré convencer para que me amase. Por favor, les ruego que vengan a recogerlo. Intenté llevarlo a la zona de “objetos encontrados” pero por desgracia dicha sección ya no está operativa. Como le prometí la felicidad, cada día me la vino reclamando, y yo hasta el momento he cumplido como buenamente pude... Pero ya no puedo más... Por favor. ¡¡Ayúdenme!! 

Voces

 Voces que escucho al despertar. Voces que me acompañan a lo largo del día. Voces que conseguirían llevarme a otro mundo si tan solo pudiera cerrar los ojos. Nunca me he sentido sola porque siempre han estado. Pero al fin y al cabo son solo voces. Ellas, detrás de esta radio mugrosa y a punto de quebrarse por completo, no pueden sacarme de esta habitación sellada. Extenuada y afligida espero con desesperación el momento en el que el aparato deje de funcionar pues sé que entonces no me quedarán más fuerzas para aguantar este infierno sin voces.

Dos soldados

 Atrevido, valiente, tenaz,…un soldado. Frente a él otro hombre, suponía que con sus mismas cualidades. Los dos prestos a defender sus ideales en aquella guerra lamentable. Todas lo son. La mirada de uno clavada en la del otro, gotitas de sudor, labios prietos,…las armas en las manos. El eco de los disparos se confundió en uno solo. Sangre en el pecho. Polvo en los rostros de los hombres caídos que se miraban sin odio. La radio de uno de ellos propagó su mensaje alentador: “La guerra ha terminado”. Leve sonrisa en ambos antes de cerrar definitivamente sus ojos. 

Sin Título 

Su mirada reflejaba perplejidad. La maldita enfermedad hacía que ante sus ojos fuese tan solo un desconocido. Cada día le cuesta más recordar y las medicinas hace tiempo que dejaron de hacerle efecto. No sabe dónde está ni por qué llora la persona que le arropa. Tampoco por qué unas correas le sujetan a la cama. Le beso en la frente y enciendo la radio. Suena la sintonía de su programa deportivo favorito, el que tantas noches escuchamos juntos. Sus ojos se iluminan mientras entrecierro la puerta. -Buenas noches, hijo. -Que descanses, papá. Y mis lágrimas se vuelven de felicidad.

Sin Título

Sostuve aquella extraña caja mientras enderezaba cuidadosamente la antena. Entonces pulsé una pequeña bobina metálica y, sin previo aviso, la voz de una mujer resonó en la habitación. Cantaba. Su voz, dulce y sosegada, iluminó todo a su paso. Amaestró el silencio. Ahuyentó las sombras. Diluyó la realidad. Susurraba, afable. –Hacía tiempo que no escuchaba esa canción. Me giré, sorprendida. Allí estaba el abuelo. –¿Quién es la mujer? −Pregunté. –Es tu madre. La emoción me embargó. –¿Y a quién le canta? –A ti, pequeña. Y las lágrimas recorrieron mi rostro, pues era la primera vez que escuchaba su voz. 

 

 

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