Un debate peligroso

La denuncia realizada por los presidentes de tres colectivos de inmigrantes ha conseguido desatar un auténtico terremoto en la isla, con posturas enfrentadas entre los que dan veracidad al testimonio de los denunciantes y los ...

28 de noviembre de 2008 (07:50 CET)

La denuncia realizada por los presidentes de tres colectivos de inmigrantes ha conseguido desatar un auténtico terremoto en la isla, con posturas enfrentadas entre los que dan veracidad al testimonio de los denunciantes y los ...

La denuncia realizada por los presidentes de tres colectivos de inmigrantes ha conseguido desatar un auténtico terremoto en la isla, con posturas enfrentadas entre los que dan veracidad al testimonio de los denunciantes y los que, por el contrario, no se creen que realmente se estén dispensando malos tratos a los niños que viven en el CAME 1.

Pero llegados a este punto, no se trata de creerles o no creerles. Ahora, tal como ha hecho la Consejería de Servicios Sociales, trasladando el tema a la Fiscalía, hay que dejar que los tribunales actúen y determinen si realmente se está produciendo algún tipo de agresión física o verbal a los menores o si, por el contrario, y como sostienen los trabajadores del centro, son ellos quienes han sido víctimas de un delito de injurias y calumnias.

El tema, sin duda, es delicado. Lo es por la gravedad de la denuncia, pero también por la posibilidad de que sea falsa. Y precisamente por ello, a los denunciantes les han llovido críticas (además de una querella), por el modo en el que han actuado, convocando una rueda de prensa para dar difusión a la noticia, en lugar de llevar el tema a los juzgados y esperar al resultado de la investigación.

Tanto el consejero de Servicios Sociales como los propios trabajadores hablan de una búsqueda de protagonismo por parte de los presidentes de las tres asociaciones que ofrecieron esa rueda de prensa, aunque más allá de su motivación, e incluso de lo acertado o no de su conducta, no hay que perder de vista que lo importante, especialmente en este caso, es el fondo y no las formas. Es decir, si son reales las graves acusaciones que lanzaron.

De no serlo, desde luego, pueden haberse buscado un gran problema, ya que de momento se enfrentan a la denuncia por injurias y calumnias presentada por los trabajadores del centro, y también el Cabildo ha anunciado que podría llevarles a los tribunales si se determinan que las acusaciones eran infundadas. Y por supuesto que debería hacerlo, ya que realizar una denuncia falsa es algo gravísimo que puede destrozar la reputación y el honor de una persona, y en este caso de todos los trabajadores de un centro público.

Pero más allá del tema que ahora deberá dilucidarse en la Justicia, que es el ámbito adecuado para ello, lo cierto es que el asunto también ha suscitado un debate paralelo digno de reflexión. En las conversaciones de bar y esquina y en los foros de opinión como el de lavozdelanzarote.com, se han podido ver estos días comentarios de todo tipo, llegando algunos a plantear que los niños no se pueden quejar de malos tratos porque peor estarían en su país, o que vienen aquí a reclamar derechos que no existen en sus lugares de origen. Unas afirmaciones que ponen los pelos de punta, al pensar que hay quienes creen que la atención que se le debe dar a un niño africano en España poco tiene que ver con la que reciben los blanquitos seres humanos que engendramos en este lado del mundo, y a los que hay que proteger de todo mal.

Y tampoco parece muy apropiado justificar determinadas actitudes, más allá de que realmente se hayan producido o no. Es cierto que los propios denunciantes contribuyeron a enturbiar sus acusaciones al mezclar castigos habituales en un hogar, como retirar la paga un fin de semana, con cosas que sí serían intolerables, como que les pusieran la mano encima con una bofetada o que les dedicaran insultos racistas, como asegura que presenció uno de los denunciantes.

Sin duda, puede que las tres asociaciones hayan mentido, hayan exagerado o se hayan creído unos comentarios de unos niños que quizá no fueran tan ciertos. Todo puede ser, pero eso es lo que hay que determinar. Y tanto si la denuncia es real como si no, tendrá que haber responsabilidades en uno o en otro sentido. Y no se podría disculpar que se hayan hecho semejantes acusaciones públicas sin ser ciertas, pero tampoco que realmente los niños estuvieran recibiendo gritos, insultos o bofetones, por más oscura que tengan la piel, o por más difíciles y rebeldes que sean. De hecho, para eso son atendidos por gente que, mientras no se demuestre lo contrario, se presupone que tiene la formación, la preparación e incluso la vocación necesaria para desarrollar este trabajo.

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