Solito, sin la ayuda de nadie. (IV y?)

Por Lorenzo Lemaur Cuando tu ganduleabas y te ibas de marcha los fines de semana, y te cogías la tranca el viernes y la dormías el domingo, yo estaba por la canchas, con tus hermanos, o puede que con tus hijos. Incluso, puede que contigo, antes ...

18 de julio de 2012 (17:53 CET)
Por Lorenzo Lemaur
Cuando tu ganduleabas y te ibas de marcha los fines de semana, y te cogías la tranca el viernes y la dormías el domingo, yo estaba por la canchas, con tus hermanos, o puede que con tus hijos. Incluso, puede que contigo, antes ...

Cuando tu ganduleabas y te ibas de marcha los fines de semana, y te cogías la tranca el viernes y la dormías el domingo, yo estaba por la canchas, con tus hermanos, o puede que con tus hijos. Incluso, puede que contigo, antes de que tus padres te dejaran salir de marcha.

Las semanas enteras, incluidos los fines de semana, y también los domingos y festivos, me los he pasado, desde los 17 años, enseñando a jugar a balonmano. Enseñándote a respetar al contrario, al árbitro. Enseñándote a saber perder y sobre todo a saber ganar.

Mientras tu trabajabas unas horas extras para comparte la casa en el campo, o un apartamento en la playa; me dejabas a tus hijos en las canchas del Poli, del Sanjurjo o del Benito Méndez. Yo te los cuidaba, te los educaba y nunca te cobré un duro. Es más, me costó dinero.

Más aún, seguro que no sabes que la Caja de Ahorros de Tenerife me embargó en los meses de mayo y junio, de mi sueldo del Ayuntamiento de Arrecife, tres mil euros por un crédito que, en su momento, pidió el Club, allá por finales del pasado siglo XX, que avalamos Agapito y yo, para que los equipos del "San José" pudieran viajar, pagarle su gratificación a los monitores de la Escuela de Balonmano, y para poder comprar balones y equipajes, y pagar las fichas.

Y, a todo esto, yo, del "San José", nunca he cobrado. A día de hoy, ni un solo duro, ni un solo euro. Salvo cuando, en la temporada 2004-2005, puse mi título de entrenador nacional a disposición del equipo de primera división, lo que me obligaba a viajar, para que Quique Martín pudiera ser el entrenador; que, por cierto, hizo una de las mejores temporadas del club, con la incuestionable aportación, dentro de la cancha, de David de la Hoz.

No tengo casa. No tengo coche. No tengo tierras, salvo la que se me queda durante unas horas en las uñas cuando entreno en canchas descubiertas a los niños, o cuando he estado en campamentos o en torneos de balonmano playa. No tengo ahorros. No tengo acciones, ni un plan de pensiones. No tengo bicicleta. Solo tengo un portátil Acer, que está bien, una multifunción Oki y un iPad II de Appel.

También tengo un montón de libros y publicaciones de balonmano, varias medallas, placas y trofeos de mis andanzas por el deporte y un montón de carpetas con planificaciones, anotaciones de partidos, datos y fichas (con sus fotos) de un montón de jugadores y jugadoras, y un montón de buenos recuerdos.

También creo tener una buena lista de buenos amigos, a los que veo poco; que casi nunca me piden algo y a los que muy pocas veces les pido yo, alguna cosa.

Salvo esto, no tengo nada más. Pero, sí que te digo algo. Me considero mucho más rico que los padres y las madres de los muchos niños y jóvenes que, desde los 17 años, he entrenado, mientras sus progenitores se permitían trabajar unas horitas más para ganar algún dinero extra y hacerse una casa en el campo, comprarse un buen coche o irse de viaje pa'lla pa'lejos, de vez en cuando.

Pero, ¿sabes que te digo? ¡Que vivo feliz! ¡Que me encanta lo que hago! Que nunca he "trabajado", en mi vida, porque etimológicamente "trabajo" viene del latín "tres palos", que los romanos ponían a los esclavos para que sus tareas les fueran más penosas y, por ello, el término "trabajo" tiene un cierta connotación de acción que se realiza con pena, y para que se te remunere por ello. Yo nunca he "trabajado" porque todo lo que he hecho lo hice con gusto y nunca, aunque como todos tengo mis "vicios", he discutido la remuneración que pretendía me dieran por las cosas que he hecho. Es más, si puedo, no pienso trabajar en mi vida.

Vivo feliz y eso no tiene precio. Y, además, me digan lo que me digan, me hagan lo que me hagan, seguiré viviendo feliz. Con mis malos momentos, como cualquiera, pero feliz.

De mi prima Paloma aprendí una palabra, una cualidad, que no conocía: "resiliencia", que según el diccionario de la Real Academia Española, significa "Capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas.". Además, según Wikipedia, es un concepto que en psicología se entiende como "la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas, a veces, graves". Y, dice también que la "resiliencia es una respuesta común y un ajuste saludable a la adversidad".

Yo he adquirido esa capacidad y por eso soy feliz. Espero seguir siéndolo. Creo que lo conseguiré. ¡Vamos, estoy seguro!

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