Pasen y vean

Si el sector turístico no quería arroz, ya tiene dos tazas. O incluso más. Lanzarote ha vuelto a saltar al escaparate nacional mostrando su peor cara. Una que en la isla se conoce desde hace años, pero a la que no se ha ...

11 de abril de 2008 (04:41 CET)

Si el sector turístico no quería arroz, ya tiene dos tazas. O incluso más. Lanzarote ha vuelto a saltar al escaparate nacional mostrando su peor cara. Una que en la isla se conoce desde hace años, pero a la que no se ha ...

Si el sector turístico no quería arroz, ya tiene dos tazas. O incluso más. Lanzarote ha vuelto a saltar al escaparate nacional mostrando su peor cara. Una que en la isla se conoce desde hace años, pero a la que no se ha querido o no se ha sabido poner solución. Por eso, cuando medios como Tele 5 dieron la noticia de la odisea de los pasajeros a los que Trasmediterránea dejó en tierra, todos los españoles que en ese momento veían el informativo nacional escucharon que las infraestructuras del puerto de Arrecife no son las adecuadas. Y eso, para una isla que entre otras cosas busca potenciar el turismo de cruceros, sí es una auténtica bomba en la línea de flotación.

Y una vez más, no se trata de matar al mensajero, sino de prestar atención de una vez por todas al mensaje. Porque un niño puede pensar que tapándose los ojos ya está escondido y libre de miradas, pero en el mundo adulto esa treta no sirve. Y ya va siendo hora de que las instituciones insulares miren de frente a los problemas y se pongan a trabajar para buscarles soluciones.

Lanzarote no se puede seguir permitiendo el lujo de ver pasar los años mientras se habla cíclicamente del PEPA, del Plan General de Arrecife o del PTE, que se ha sumado a la lista de capítulos sin resolver, en la que también se cuentan otros temas que ya agotan, tras casi una década de promesas sin cumplir, como la de la construcción de una quesería en la isla.

En el caso concreto de lo sucedido esta semana con Trasmediterránea, lo cierto es que ha puesto de golpe varios temas sobre la mesa. Por un lado, las carencias del muelle de Los Mármoles. Porque independientemente de que fue el estado del mar lo que impidió el atraque del barco, lo cierto es que esas dificultades se repiten con demasiada frecuencia, precisamente porque el puerto no reúne todas las condiciones para garantizar su seguridad, por no hablar de la lamentable imagen que ofrece a los turistas que desembarcan allí.

Pero además, la amarga aventura que han tenido que sufrir los pasajeros que debían subir a ese barco pone otros dos aspectos sobre la mesa. Por un lado, la impunidad con la que el Estado deja trabajar a las compañías de transporte, que ante un problema meteorológico pueden suspender una ruta sin ofrecer más alternativa que devolver el dinero del billete, pese a que a lo mejor esas condiciones climáticas duran menos de una hora. Por otro, que la crisis económica ya ha enseñado las orejas y el rabo en Lanzarote, ya que muchos de esos pasajeros abandonaban la isla ante la falta de trabajo, y precisamente porque ya habían dejado su hogar y llevaban la casa a cuestas en sus vehículos para regresar a la península, el hecho de que el barco se fuera sin ellos les supuso un problema aún más grave.

Por eso, lo sucedido esta semana tiene que ser un motivo de obligada reflexión, porque en definitiva, es un reflejo de mil problemas que están ahí y que no se pueden seguir aparcando. Lanzarote tiene que empezar a caminar ya, y sobre todo en una dirección concreta. No se puede seguir dando tumbos según sople el viento o los gobiernos de turno. No puede seguir bailando al son de cambios de pactos o de Mesías de quita y pon.

La política, ésa que muchos ciudadanos ya ni siquiera se toman en serio, es fundamental. De los representantes públicos depende el futuro de la isla, y demostrar que de verdad les importa. Porque no se puede vivir eternamente de las rentas del pasado. Las arcas del Cabildo, de los ayuntamientos y de las empresas públicas están bajo mínimos y eso sigue frenando inversiones, pero también están bajo mínimos la iniciativa, la decisión y las ganas de buscar un futuro para la isla.

Y no se puede seguir esperando a que desde fuera vengan a poner un espejo sobre la realidad de la isla para comprender que es necesario actuar. Porque de lo contrario, tampoco se podrá llorar después cuando muestren la marginalidad y la drogadicción en la capital, la situación urbanística de la isla o las deficitarias infraestructuras de Lanzarote.

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