Maneras de vivir

18 de septiembre de 2024 (09:49 CET)

La editorial Atalanta publicaba recientemente en español el libro “Origen y presente”, de Jean Gebser, el gran y desconocido filósofo y lingüista alemán, que contribuyó al acercamiento de la obra de Hölderlin en España por su traducción.

Entre las páginas de “Origen y presente”, lo que más me ha llamado la atención es su increíble talento y manejo de la etimología.  Gebser nos invita a la aproximación de nuestro mundo real, prestando atención al psíquico y adentrándose en culturas remotas en un tiempo “distinto”, “a-perceptivo”. Solo desde la comprensión de la conciencia compleja y la vida, puede plantearse el hombre su propio ser social y las crisis mundiales.

Cuando dormimos “el alma se ocupa en cosas”, y “quien no tiene tiempo, no tiene espacio”. Solo la filosofía sabe indagar, precisamente desde sus formas primitivas y mitos, sobre el concepto del tiempo, porque ella misma puso los cimientos en la física teórica. 

La lectura de Gebser, me ha servido para recordar que hacer filosofía es también aprender de qué manera queremos vivir y qué uso del tiempo queremos darnos. 

En comienzo de curso escolar, estos días de septiembre donde la rutina aflora de nuevo y el ritmo laboral nos aprisiona, cabe recordar que detenerse, contemplar, y aprender a organizar el tiempo, es también hacer filosofía.

Precisamente este tiempo de horas, minutos y segundos tan medidos, es algo muy reciente en nuestra sociedad actual. Algo que sin duda sorprendería a Platón. El tiempo griego era “Cronos”, el irrecuperable, el que pasa; pero también “Kairós”, el de las oportunidades que ni siquiera Zeus puede detener. ¿No es este Kairós el bello azar natural de nuestra vida?

¿Queremos seguir en la precipitación? ¿Queremos el tiempo de la tecné, el tiempo de los dispositivos móviles y su ansiedad por la respuesta inmediata? ¿Queremos el tiempo de los pájaros que madrugan y cantan? ¿Sabemos encontrar el tiempo-tiempos oportunos para entregárselo a nuestros seres queridos? ¿Comprenden mejor el tiempo los niños que los adultos? ¿Podemos otorgar unos segundos de nuestra agitada vida a ver las lunas llenas del invierno? ¿No era el tiempo celeste y del ánima un aspecto fundamental para los griegos? Aún más, ¿No nos vuelve la calma y la contemplación más sabios?

Elegimos desde nuestra libertad “de y para”, de Aranguren, con la responsabilidad existencial de nuestras elecciones.  O si lo prefieren, como el título que acompaña a mi reflexión de hoy, ese enigma que conforma lo que somos, tal como ya sabía nuestro amigo Rosendo, son nuestras “maneras de vivir”.  

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