La literatura como resistencia

2 de junio de 2025 (12:18 WEST)

El 30 de mayo no es solo una fecha en el calendario. Más allá de lo institucional, el Día de Canarias se ha convertido en una oportunidad para preguntarnos quiénes somos, cómo  nos contamos y, sobre todo, qué relatos nos sostienen a las personas que vivimos en las islas  en este presente lleno de fracturas. 

La identidad canaria no se hereda como un mito: se escribe. Se va formando, se  descompone y se rehace, palabra a palabra. La literatura, desde siempre, ha sido una herramienta útil para pensar lo que somos, lo que fuimos y lo que podríamos llegar a ser. En  un territorio cercado por el mar, pero abierto al mundo, escribir es también un modo de tender  puentes, de borrar el aislamiento, de dejar constancia de nuestras travesías. Las huellas  coloniales, el mestizaje, la insularidad, la memoria del exilio… Todo eso conforma un relato  que nunca termina de cerrarse. 

La literatura nacida y cultivada en Canarias, ha sido testigo de una evolución que  refleja la riqueza y diversidad de nuestra identidad. Desde las primeras expresiones poéticas  anónimas como las Endechas a la muerte de Guillén Peraza, hasta los escritores  contemporáneos, la literatura canaria ha sido un reflejo de los paisajes, las costumbres y las  luchas de sus habitantes. 

En este sentido no es casual que este año el Día de las Letras Canarias haya estado  dedicado a Alonso Quesada. Su obra Smoking Room es más que un conjunto de relatos con  un siglo a la espalda, es una radiografía, una mirada irónica y lúcida sobre las tensiones entre  la modernidad incipiente y las raíces que se resisten a desaparecer. Ambientada en una ciudad  de Las Palmas en transformación, Quesada retrata con una deslumbrante agudeza los efectos  del turismo sobre la vida cotidiana, la homogenización cultural, la identidad en crisis. Cien  años después, esas mismas tensiones siguen abiertas, y el turismo, con su cara amable y su  reverso depredador, continúa siendo uno de los grandes dilemas de nuestro tiempo. 

Y la literatura canaria sigue creciendo. Escritores que llevan décadas de trabajo a la  espalda como Félix Hormiga, al que hemos homenajeado recientemente en la Casa de la  Cultura de Arrecife o Elsa López a la que hemos podido recibir hace unas semanas en El  Almacén siguen explorando nuevas formas de expresión junto a voces más jóvenes como  Andrea Abreu, que nos deslumbró a todos con su célebre novela Panza de burro (2020) o el  poeta Antonio Martín Piñero, autores que emergen y continúan dando forma a la literatura  canaria del siglo XXI. Y no solo de voces locales dentro del archipiélago se nutre la literatura  canaria, sino también con autores que, a pesar de estar fuera, mantienen un fuerte vínculo  con su tierra.  

En este camino, hay nombres imprescindibles como los de Sergio Barreto y Sonia  Betancort con los que tuvimos la oportunidad de mantener una conversación el pasado 28 de  mayo en la Biblioteca Insular de Lanzarote. Allí, entre preguntas sobre el papel del escritor  en nuestra sociedad y sobre si la literatura puede ser una forma de resistencia cultural,  emergió una certeza compartida: que escribir, hoy, desde Canarias (o con Canarias en el  corazón en el caso de Sonia) es una forma de no rendirse. Que las palabras aún tienen el  poder de nombrar lo invisible, de transformar el dolor en belleza, de reconciliarnos, aunque  sea por un instante, con lo inevitable. 

Sonia Betancort y Sergio Barreto, orgullosos nietos de conejeros y dos de las voces  más lúcidas de su generación, han sabido conjugar la raíz y la mirada crítica. Betancort, poeta  y académica residente en Madrid, autora, entre otras obras, de La sonrisa de Audrey Hepburn,  combina lo poético y lo visual, lo íntimo y lo simbólico, para reflexionar sobre la fragilidad  y la belleza. Barreto, por su parte, transita con soltura entre la poesía y la narrativa. Su novela  Vs, galardonada con el Premio Benito Pérez Armas, es una alegoría brutal sobre la violencia  y la descomposición social. Sus volúmenes poéticos Libro del observatorio o Apariciones  consolidan una obra que explora la insularidad desde una profundidad que incomoda y revela a partes iguales. 

Ambos, cada uno desde su estética particular, contribuyen a ampliar los límites de lo  que entendemos por literatura canaria: no como un género regional, sino como un ejercicio  de pensamiento desde la periferia, cargado de universalidad crítica. Es en su obra donde lo 

insular deja de ser aislamiento para convertirse en perspectiva, y donde la literatura, una vez  más, se vuelve acto de resistencia y afirmación.

 

LO MAS LEÍDO