La cesta o la vida

A veces es necesario sentir que empezamos a ahogarnos para darnos cuenta de que la casa llevaba tiempo llenándose de agua. Es por ejemplo lo que ha pasado esta semana en Playa Blanca, donde unas horas de lluvia pusieron de ...

15 de febrero de 2008 (04:00 CET)

A veces es necesario sentir que empezamos a ahogarnos para darnos cuenta de que la casa llevaba tiempo llenándose de agua. Es por ejemplo lo que ha pasado esta semana en Playa Blanca, donde unas horas de lluvia pusieron de ...

A veces es necesario sentir que empezamos a ahogarnos para darnos cuenta de que la casa llevaba tiempo llenándose de agua. Es por ejemplo lo que ha pasado esta semana en Playa Blanca, donde unas horas de lluvia pusieron de relieve que las construcciones han obstruido el paso natural del agua y que es urgente resolver el problema de canalización de la localidad, pero también es lo que está sucediendo con el precio de la cesta de la compra. Y es que han sido las protestas ciudadanas las que parecen haber puesto de verdad el tema sobre la mesa.

Por primera vez, el Cabildo ha anunciado una ronda de reuniones para abordar este asunto, y pretende buscar el respaldo tanto de todos los parlamentarios regionales de la isla, independientemente de su color político, como del Cabildo de Fuerteventura, en un intento de que el nombrado Eje Oriental empiece a dar sus frutos.

De momento son sólo palabras, o sólo reuniones, pero sin duda es un primer paso que se debería haber dado hace mucho tiempo. Porque en definitiva, aunque ahora se ha agravado con la actual coyuntura económica mundial, este problema no es nuevo para los lanzaroteños.

Lo que para un madrileño, un murciano o un grancanario, sin ir más lejos, son productos habituales, en Lanzarote son desde hace tiempo casi platos de lujo. Y ni siquiera se paga más (incluso en ocasiones el doble o el triple) por lo mismo. Se paga más por un producto peor, porque muchas veces los alimentos perecederos llegan seriamente deteriorados después de una larga travesía marítima. Y es que encima, debido a que aún no se han implantado en el puerto cosas tan prometidas durante años como el Puesto de Inspección Fronteriza, algunas mercancías tienen que llegar con escalas porque aquí no se pueden hacer los controles pertinentes.

Es uno más de los elementos que explican el por qué de unos precios que parecen incomprensibles. El resto lo hace la escasa competencia en el sector de la alimentación, un sistema de aranceles que aumenta el desequlibrio y, por supuesto, la falta de productos propios para el autoabastecimiento, después de años dejando que el sector primario agonizara.

La pesca, más que una profesión, se ha convertido en una lucha personal de los pocos pescadores que se resisten a desguazar sus barcos y que siguen saliendo al mar incluso sufriendo pérdidas. El campo se ha ido abandonado y la ganadería, para los pocos que aún la mantienen viva, supone una lucha contra los elementos y, sobre todo, contra las instituciones.

Hace ya más de seis años desde que los ganaderos se plantaron con sus cabras en Arrecife, con una protesta histórica en la que estuvieron varios días apostados frente al Cabildo y con desfiles matutinos por la avenida marítima, pero pese al tiempo que ha pasado, todavía no han visto cumplida una de las promesas con las que se marcharon finalmente de allí: la instalación de una quesería para no tener que seguir enviando la leche a Fuerteventura.

Y por si fuera poco, desde la Unión de Agricultores y Ganaderos no se explican cómo puede estar subiendo el precio de la leche para el consumidor, si a ellos les siguen pagando por la materia prima lo mismo que hace diez años. Porque en esas subidas que repercuten en el bolsillo de todos, los industriales y los distribuidores también tienen mucho que decir.

Son otros elementos que hacen crecer esta espiral que va abultando los precios, y a las que también se suman que las ayudas del Régimen Específico de Abastecimiento (REA) no siempre cumplen su objetivo y que, por paradójico que resulte, los productos importados tienen ayudas más altas que los insulares, por lo que al final terminan saliendo más caros.

Sin duda Lanzarote no puede conseguir que baje el precio mundial del petróleo, y quizá también sea un objetivo difícil convencer a Bruselas para que luche por convenios de pesca que saquen de la agonía al sector en Lanzarote, pero con imaginación y ganas, sí hay muchas cosas que se pueden hacer. Aunque para eso se tiene que dejar a un lado la confrontación política y, aunque sea como excepción, pensar en el interés general de los ciudadanos.

Desde luego lo que está sucediendo con la recién creada asociación de consumidores, que ya ha nacido con polémica y con división entre sus integrantes, que se acusan mutuamente de estar actuando en beneficio de determinados empresarios o partidos, es un ejemplo de lo que no puede suceder con este asunto. Porque precisamente, lo que se necesita en este tema es unidad y, sobre todo, que nadie se aproveche de la indignación de la sociedad para defender intereses particulares.

En un tema en principio más sencillo, pero que también debía abordarse desde hace años, como es el del servicio de taxis, parece que ha imperado la cordura y el consejero de Transportes, con el apoyo de todos los ayuntamientos, ha plantado cara a las pocas voces que se siguen oponiendo al sistema Auriga, que aunque no implica la insularicación sí permitirá mejorar un servicio que presentaba graves deficiencias. Ahora esperemos que lo mismo pueda suceder con algo que afecta a todos y cada uno de los que viven en esta isla, antes de que nuestros nietos tengan que comprar las lechugas a 100 euros.

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