Bachir Rajaa se embarcó en la barquilla por la falta de futuro en la región que vivía en Marruecos

Los Cocoteros, un año después: las secuelas de una tragedia

[La Fiscalía pide 58 años de cárcel para cada uno de los tres presuntos patrones de la patera de Los Cocoteros ->36307]

14 de febrero de 2010 (03:04 CET)
Los Cocoteros, un año después: las secuelas de una tragedia
Los Cocoteros, un año después: las secuelas de una tragedia

Bachir Rajaa tenía veintisiete años cuando decidió embarcarse en una patera rumbo a Lanzarote. Salió de su pueblo, en la región de Gulemin y zarpó de la costa africana el 14 de febrero de 2009. Llegó a Los Cocoteros (Teguise) un día después, junto con otras 31 personas. Sólo hubo seis supervivientes y Bachir no fue uno de ellos.

El lunes se cumple un año de la peor tragedia que ha vivido la inmigración en Lanzarote. La barquilla, cargada hasta los topes, volcó a sólo unos metros de la escarpada costa de Los Cocoteros, una pequeña urbanización junto al pueblo de Guatiza. Veinticinco muertos: muchos de ellos adolescentes, dos mujeres y tres niños. La tragedia aún pudo ser peor pero gracias a la ayuda de los vecinos hubo supervivientes.

Un año después de aquel día, Suelim, uno de los hermanos de Bachir que vive en Arrecife, recuerda que vio la noticia del naufragio en una tienda y no prestó mucha atención. No sabía que su hermano venía embarcado. A los cuatro días su madre le llamó porque Bachir, que siempre dormía en casa, no aparecía.

Suelim se presentó en el cuartel de la Guardia Civil de Costa Teguise. Allí se enteró del destino de su hermano, que traía consigo su carné de identidad. Después tuvo que identificar el cadáver y una semana después acompañarlo hasta Marruecos para darle sepultura junto a su familia.

"Tardamos un día entero en llegar", recuerda. La salida del avión se pospuso en el último momento. La repatriación la sufragó el Cabildo de Lanzarote pero el Gobierno de Marruecos, nacionalidad de todos los ocupantes de la patera, puso todas las trabas posibles hasta el final. Los Rajaa son de origen saharaui, al igual que muchos de los que venían en la patera.

SIN FUTURO

Ser saharaui en Marruecos es una losa más que se suma a la pobreza extrema en la zona de Gulemin, donde los jóvenes ni tienen trabajo ni esperanzas de conseguirlo. "Se levantan, se juntan, se sientan y se fuman un cigarro entre cuatro o cinco", dice Suelim, que lleva doce años en Lanzarote y que llegó a Europa gracias a que obtuvo un visado para viajar a Francia.

Bachir era uno de esos jóvenes y como tantos, también era uno de los que tenía en mente salir de allí. "Yo siempre le decía que no viniera, que se jugaba la vida en el mar", dice su hermano". Suelim no sabe lo que pagó su hermano y nunca le ha preguntado a su madre si sabe cómo contacto con los patrones. No quiere hablar con ella de eso.

El padre de Suelim nació en Smara, la única gran población del Sáhara sin costa. Era pastor nómada y acabó recalando en Gulemin, mucho más al Norte. Allí compraron un pequeño terreno pero las cosas no fueron demasiado bien. Murió hace cuatro o cinco años. Desde entonces, y ya antes, Suelim sustenta a la familia con el dinero que envía.

MANTIENE A LA FAMILIA

Trabaja en una lavandería en Playa Honda, cobra menos de mil euros al mes, tiene dos hijos, paga el alquiler de una casa en Arrecife y desde agosto, una hipoteca por una casa en El Aaiún, la capital del Sáhara occidental. Después de la muerte del hermano, la familia se ha ido a vivir allí. "Está más cerca de Lanzarote y allí tenemos más familia", dice Suelim. En El Aaiún la vida tampoco es fácil para los saharauis. Un familiar suyo cumple trece años de cárcel "sólo por hablar", apostilla.

Con la madre de Suelim vivía su hermano Bachir y sus tres hermanas, que siguen viviendo con ella. Las expectativas son igual de malas para ellas y su futuro depende de que Suelim no pierda el trabajo. Se añade, ahora, eso sí, al tristeza por la pérdida de Bachir.

SUEÑOS DE SALVACIÓN

"Siempre que voy yo se acuerdan más de él ?dice? aunque mi madre piensa continuamente en Bachir". En su última visita a casa, en septiembre, una de sus hermanas, soñando, se incorporó de un salto de la cama para agarrar a su hermano, para evitar que cayera al agua, cuenta. Y cuando se topó con el vacío de la cama se echó a llorar.

Para Suelim, el motivo por el que su hermano se jugó la vida está claro. "Si hubiera trabajo y un futuro en Marruecos no habría intentado venir". "En el fondo al culpa es del gobierno, ?dice ? les interesa que se vayan todos los jóvenes".

ACN

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