Francisco José Navarro
Una vez transcurrido el típico mes de descanso para la mayoría de los ciudadanos, la vuelta al trabajo se convierte en muchos casos en un verdadero suplicio. Son muchas las personas que sufren el clásico trauma postvacacional, que se manifiesta con síntomas como la ansiedad, la inseguridad, el nerviosismo o incluso el propio dolor de cabeza o la subida de tensión.
El doctor Fernando Jiménez Los Santos relató recientemente en el programa radiofónico "La Sobremesa", que son cada vez más los casos en los que los pacientes acuden a la consulta médica aquejados por este tipo de trauma.
"Cada vez hay más casos y más bibliografía sobre este tema. En los últimos cuatro o cinco años se está culpando especialmente de este síndrome a las circunstancias que rodean la vida moderna", afirmó.
Pero en la mayoría de las ocasiones, especialmente cuando las vacaciones son más largas de lo habitual, los propios pacientes desconocen la afección que padecen y acuden a su médico de cabecera apuntando un malestar en general.
"Creo que sí existe el síndrome vacacional porque hay mucha gente que lo sufre, y no sólo se padecen trastornos físicos sino también emocionales, ya que la gente se siente muy mal, incluso socialmente la gente siente unos cambios que van desde un malestar más o menos leve hasta unas molestias importantes", agregó el experto.
Como médico profesional, el doctor Fernando Jiménez precisa que "yo no podría diagnosticar el llamado trauma postvacacional, pero sí que me he encontrado con muchos casos en los que las personas sufren de insomnio, durmiendo nada o escasamente cuando están a punto de finalizar su período vacacional, incluso palpitaciones, ansiedad, desidia y hastío al no encontrarse a gusto".
Para el invitado de Radio Lanzarote, lo que ocurre intrínsecamente en el sujeto es que se toma el trabajo como algo necesario pero, una vez que se toman las vacaciones, se cae en el error de pensar que el descanso debe durar toda la vida".
Causas
El origen de estas palpitaciones, de este pensado cansancio, reside según el doctor Fernando Jiménez en el "desajuste del reloj interno de cada individuo.
Pienso que existe una gran relación entre nuestro estilo de vida y la aparición de estos síntomas. Ante tal extremo, después de permanecer con una gran libertad de horarios, descansando y con pocas obligaciones, además de comer casi todo lo que a uno le apetece durante las vacaciones, es muy habitual que "tan sólo con pensar que tenemos que volver a nuestra rutina, a nuestro modo habitual de organizar las cosas, ese biorritmo es el que no está fastidiando y el que convierte ese estado de optimismo vacacional en una situación de hastío y depresión".
En otras palabras, se trata de una situación en la que internamente "tratamos de prorrogar lo improrrogable".
Las siestas, el relax, las salidas nocturnas, y otros tantos placeres no excesivamente habituales durante el resto del año son bruscamente sustituidos por la normalidad.
Pero, ¿cómo puede un solo mes causar tanto espropicio y anular el resto del año si permanecemos trabajando durante 11 meses -en el caso de la mayoría de los mortales-? "Nos programamos mucho y estudiamos los preparativos para un mes tan deseado. Organizamos en realidad el resto del año en función de lo que vamos a hacer durante esos treinta días de placer", indica Jiménez Los Santos. Además, "sentimos como una especie de fracaso, un fenómeno de inseguridad y miedo, pues vamos templando como una especie de pavor y pensando en cuánto van a tardar las próximas vacaciones".
Consejos
No existe una receta perfecta para evitar este trauma motivado por la incorporación al trabajo ya que, entre otras cosas, el hombre es un animal de costumbres. No obstante, el doctor Fernando Jiménez aconseja, como mal menor y siempre que las empresas lo permitan, "que no se coja siempre el mes entero de vacaciones, sino más bien fraccionarlo un poco. 15 días o algo así llega a ser más conveniente, para que así cada trabajador pueda disponer de dos o tres tramos vacaciones durante todo el año", advierte el doctor. "Hay que flexibilizar las horas de entrada, de salida, e incluso los períodos vacacionales", agregó.
Otra de las recomendaciones del profesional se basa en evitar perder en vacaciones todas las costumbres y hábitos del resto del año "porque si no, el cambio es dramático. La motivación personal no sólo debe estar centrada en las vacaciones como si fuese lo último que va a pasar en tu vida", explicó.
También se recomienda no estar fuera hasta el último momento antes de incorporarse al trabajo. Es mejor permanecer durante tres o cuatro días en el entorno habitual y desarrollar un poco la vida cotidiana antes de la definitiva incorporación pues "los problemas de ansiedad o de insomnio pueden resolverse durante estos días, y sin necesidad, como muchas veces sucede, de recurrir a pastillas como antidepresivos".
Síndrome ocupacional
Por otro lado, el doctor definió levemente lo que se entiende por "síndrome ocupacional", un malestar descubierto en el gremio de la Justicia y en la que las nuevas tecnologías tienen mucho que ver. "A veces nos sentimos agobiados porque no podemos adaptarnos a la evolución tan rápidamente, lo que se agrava en el caso de personas mayores que han ido promocionándose y que temen ser relegados por sus propios subordinados".
En el caso del síndrome ocupacional, "se han descrito síntomas como la neurosis ocupacional, fatiga mental y física, miedo a la situación laboral, aburrimiento, tensión, etcétera, cuando en realidad es tan sólo un problema de adaptación y de control del estrés", remarcó.