EL FALLO DEL JURADO SE DARÁ A CONOCER EN LA SEGUNDA QUINCENA DE SEPTIEMBRE

Más de 40 nuevos microrrelatos reescriben la historia de Frankestein en la recta final del concurso

El plazo para presentar historias a esta nueva edición del certamen que organiza Radio Lanzarote finaliza el próximo 31 de agosto

27 de agosto de 2018 (10:25 CET)
Más de 40 nuevos microrrelatos reescriben la historia de Frankestein en la recta final del concurso
Más de 40 nuevos microrrelatos reescriben la historia de Frankestein en la recta final del concurso

Más de 40 microrrelatos se han unido esta semana al concurso literario que organiza Radio Lanzarote Onda Ceroque en su octava edición rinde homenaje al bicentenario de la novela 'Frankenstein o el moderno prometeode la escritora británica Mary Shelley. Cabe recordar que el plazo para participar en el certamen finalizará el 31 de agosto, por lo que el certamen entra ya en su recta final.

La propuesta en esta ocasión es imaginar la continuidad de la historia, siguiendo el texto desde el momento en el que el Dr. Frankestein "saltó por la ventana del camarote a la balsa que flotaba junto al barco. Pronto las olas lo alejaron, y se perdió en la distancia y en la oscuridad".

Como en ediciones anteriores, la extensión máxima de los relatos tendrá que ser de 100 palabras, incluido el título en el caso de que lo lleve, y la radio deberá formar parte de la historia. Cada autor podrá enviar un máximo de cinco relatos, que podrá firmar con pseudónimo, aunque deberá indicar siempre un nombre y un teléfono de contacto.  Todos aquellos que deseen participar pueden enviar sus relatos al email concursorelatos@lanzarotemedia.net. 

Los relatos se irán publicando por orden de recepción en La Voz de Lanzarote y se leerán en el espacio 'Lectura en la Radio' de Radio Lanzarote-Onda Cero. Del fallo del certamen, que se hará público en la segunda quincena de septiembre, se encargará un jurado formado por periodistas de Radio Lanzarote-Onda Cero y La Voz de Lanzarote, que elegirán tres relatos ganadores y siete finalistas.

El ganador del primer premio se llevará una estancia de dos noches para dos personas en régimen de media pensión en el hotel Vik San Antonio, mientras que el relato que se alce con el segundo premio obtendrá una table Billow de Tiendas AHL Informática, con pantalla de 10, 1", 64 b, 1GBDD3, 16 G de memoria, Android 7.0 y wifi dual 2.40. El tercer premio será un pase familiar (hasta cuatro personas) con comida incluida al Rancho Texas Lanzarote Park. 

 

Eureka (Nunavut), 1948 


Como una gárgola congelada, flotó por mares ignotos durante años de paz glacial hasta despertar en una sala blanca. Su rabia no tuvo límites cuando se dio cuenta de que aquellos hombres que lo miraban con espanto le habían hecho nacer de nuevo.

Pasando sobre cadáveres destrozados, caminó hasta una gran máquina llena de extraños botones. La examinó hasta que su agudo intelecto le reveló su propósito y sonrió. Ahora, el mundo entero conocería su tragedia.

Inclinado sobre la consola de radio, el monstruo comenzó a recitar:

?Recuerdo con gran dificultad el primer periodo de mi existencia?

 

Sin Título


La criatura se entrego al mar, precipitándose hacia las profundidades. Aguardó impaciente al cese de su vida inmortal, aplastado por el peso del océano y el de sus remordimientos. Un operario de radio de un submarino alemán captó su anómala presencia en el sonar con el devenir de los siglos, los animales de los fondos abisales lo rehuían. No quedaba ya ni el polvo de los huesos de Victor Frankenstein cuando los mares se secaron con el paso de los evos y la criatura vio de nuevo el cielo inmisericorde, incapaz de escapar de la maldición de existir.

 

Sin Título 


La criatura arribó a costa tras semanas de vagar por el océano. Estuvo oculto en los reversos y en los pliegues de la humanidad por espacio de siglos. Hasta que en su errático camino halló el ingenio de la radio, con sus voces poblando el silencio. Aquella suerte de artilugio mágico no se asustaba de su presencia, de su horrible aspecto ni de la gravedad de sus pecados, siempre tenia palabras para aquella pobre criatura que solo quiso ocupar un hueco en la atención de alguien. Desde entonces yace enraizado en algún punto distante, junto a un transistor radiandole consuelo.

 

Frecuencia Modulada 


Ni siquiera en aquel instante sus realidades pudieron separarse. Ni la muerte, ni la vida, fueron ya excluyentes. De algún modo, tanto Víctor Frankenstein como la bestia por él creada, se sumieron en la oscuridad, a la deriva. Ambos quedaron a merced de las tinieblas: uno recostado en las olas de la eternidad, el otro en una balsa sobre las olas de un océano embravecido. Aunque sus almas habían quedado distanciadas existía un lazo que los uniría eternamente, como si se tratara de una frecuencia modulada que solo pudiera ser sintonizada por dos únicas radios. 

 

Legado de obsesión 


Robert Walton se asomó sobre la borda, intentando dilucidar el rumbo perseguido por el engendro. Sus puños apretados y su semblante tenso no hacían más que evidenciar la ira. Apenas había conocido a Víctor Frankenstein, pero su conmovedora historia había logrado comprometerlo. Convenció a la tripulación que se encontraban regresando a sus hogares, luego se dirigió al puente de mando, tomó el timón con firmeza y encausó el barco tras la balsa, decidido a concretar la última voluntad del científico. No se dio cuenta, pero tarareaba una melodía que años más tarde sonaría en las radios. 

 

Regreso 


Y así permaneció, a la deriva, durante muchos días. Al final, la balsa se desintegró bajo sus pies aunque, por fortuna para él, cuando esto ocurrió el agua del mar apenas le llegaba a la cintura. Había alcanzado una playa y, a lo lejos, distinguía las luces amarillentas que indicaban la existencia de una casa. Hacia allí encaminó sus pasos vacilantes. 

Cuando estuvo cerca, se paró: del interior de la vivienda surgía una maravillosa melodía, que provenía de un aparato de radio, y quedó embelesado por el sonido. Tras vacilar unos instantes, avanzó hacia la casa.

 

Un último aullido 


La criatura estaba sola, a la deriva en un mar inmenso y helado, con la carga de los crímenes que había cometido a sus espaldas. De repente, la pequeña radio que había en la embarcación crepitó: 'Aviso de tormentas en la región norte'. Fue como si una revelación hubiese golpeado su limitada mente. Decidido, se encaminó allí donde el cielo se iluminaba bajo los relámpagos. Se puso en pie y, sujetando el pequeño ancla sobre su cabeza, lanzó un último aullido antes de caer fulminado por un rayo. Fue así, casi como empezó, como esta historia terminó.

 

A la deriva 


La criatura flotó a la deriva, pues no sabía cómo dirigir la embarcación, aunque de haberlo sabido, probablemente hubiera ignorado hacia dónde dirigirse. Simplemente quería alejarse. Lo más seguro es que desde el barco ya hubiesen dado su posición vía radio, y ya hubiese gente ansiosa por darle caza, por eliminar aquel ser demoníaco, aquella aberración, de la faz de la tierra. Como habían intentado hacer antes. Siempre perseguido, siempre odiado. Y así, no pudo más que acurrucarse, encogido en aquella balsa, y esperar lo que la fortuna quisiese depararle. Siempre a la deriva.

 

Desaparecido 


El monstruo había escapado. Y en el barco, la tripulación debatió qué hacer con el cuerpo del fallecido doctor. Finalmente, decidieron darle sepultura en las frías aguas del Ártico, el que había sido su hogar en los últimos años.

Días después, la radio transmitió un mensaje: 'Encontrados tablones a la deriva'. La identificación reveló que se trataba de la balsa en la que la criatura había escapado. Sin embargo, nada se supo de aquel ser. Unos dicen que murió, otros que no era lo suficientemente humano para morir. En cualquier caso, nunca más se volvió a saber de él.

 

Sentimientos 


La gente siempre le había rechazado por ser diferente, por no ser lo suficientemente humano. Pero en aquel momento, en aquella balsa mecida por las olas del océano, la criatura lo único que podía sentir era miedo, angustia, terror ante lo que estaba por venir. La radio ya habría emitido su situación. Todos sabrían a estas alturas que su creador, su padre, estaba muerto. Y todos le culparían. Claro que otras muertes pesaban en su conciencia. Y al recordar a todos aquellos a quienes había arrebatado la vida, aquel ser lloró. Por primera vez. Como si fuera humano.

 

Soledad 


Allí, solo en aquel océano inabarcable, sumido en la negrura de la noche, la criatura sintió una vez más la soledad que le había perseguido desde que su creador le trajo al mundo. Y cuando las luces de la costa se hicieron visibles, cuando pudo ver la playa, y oír el rumor de unas risas mezclado con melodías provenientes de alguna radio, también vio las hogueras junto a las que aquella gente bailaba. Fue entonces cuando recordó las antorchas. Y las persecuciones por ser diferente. Y fue, en ese momento, cuando viró lejos de allí, aceptando su soledad.

 

La Botella de Malvasía 


Los primeros compases del Adagio de Boccherini anunciaron el final de la emisión de la adaptación para la radio de la novela Frankenstein. Los dos hombres permanecían sentados delante del aparato con sus cuerpos entumecidos por la tensión.

El más joven dio un suspiro y se dirigió a la cocina. Regresó con una botella de malvasía y dos copas. El otro seguía aterrado. Sólo entonces su descomunal amigo levantó la vista y sonrió.

 

Sin Título


Y desde la oscuridad, sus deformes ojos contemplan cómo se aleja la embarcación, sintiendo así un profundo alivio, pues su inminente muerte le librará de cuanto mal le sobrevino. Deja su cuerpo a merced de la deriva, y se duerme plácidamente. Para desgracia del desgraciado, amanece en la costa, tendido en la arena. Comienza a llorar desconsoladamente y corre en dirección a las profundidades del continente.

Años después, Walton prende la radio: "¡Última hora! La leyenda es cierta, presuntamente el Yeti ha sido avistado en los Alpes, exactamente..."

Apaga la radio:

-Hermana, parece que la criatura no encontró la muerte.

 

Frankend 


Ante la intemperie más lúgubre, su suerte era impredecible. El cansancio lo venció. Entonces oyó una voz que le imploraba perdón desesperadamente?La criatura errante despertó y se halló dentro de aquella balsa varada en la orilla de una isla. Una silueta se acercó. Era alta y de torpe andar. Enmudeció al verla? era como su alma gemela, idéntica a él. Le ayudó a levantar y lo condujo a una cabaña. Allí, mientras sonaba la ópera en la radio, un espectro que encandilaba al mismo sol sorprendió a ambos y susurró «he ahí mi redención» y desapareció. 

 

En el patio 


Le gustaba a la niña asomarse a la ventana por las noches, para ver la luna mojada mientras a cantaros llovía, su madre zurcía unos calcetines bajo la luz de una vela y al son de la música que salía de una radiola vieja, abajo en su jardín, adornada por la lluvia, difícilmente se dibujaba una silueta que se balanceaba en su columpio.

Ella creía que no era un monstruo, sino, un hombre, porque lloraba desolado. 

No tuvo miedo de mirarlo, hasta que éste la vio y huyó.

Él si tuvo miedo de los humanos.

 

Nuevo camino 


Con los ojos cerrados y tumbado en aquel frágil navío, el monstruo dejó fluir cada uno de sus pesares y errores como una tortuosa frecuencia radial que lo distraía del paso del tiempo.

A pesar de que la nave tocó orilla, él insistía en su tortura mental, hasta que la calidez de una caricia lo hizo inclinarse súbitamente.

-¿Estas bien? ?dijo la mujer.

-No merezco la preocupación de nadie ?respondió toscamente poniéndose de pie.

-Estas helado. A pesar de mi ceguera, te puedo ayudar ?insistió tomándole la mano.

Una sensación extraña invadió su cuerpo... y sonrió.

 

Sin Título


....amigo no huyas, tendré que desarmar tu cabeza, tendré que robarte la ilusión, tendré que eliminar tu ingenio, tu luz, tu conciencia y devolverte a la inercia, a la inercia sobre la camilla, te alejas en el mar, lo siento pero tu grandeza no proviene de tí , ni de mí, tu creador proviene del circuito de una vieja radio que instalé en tu cerebro, y hoy echo de menos mi radio, su susurro, su compañía. Tú me has proporcionado grandeza, ingenio, locura, pero fue ella. La echo de menos, lo siento, no te alejes y me dejes sin ella!...

 

Afinidades


Los marineros que rescataron al monstruo no podían distinguir, en la oscuridad de la noche, el rostro de la bestia. Muchos se lanzaron por la borda. Pero uno se quedó en la cubierta. Era un anciano ciego y sordo con una pata de palo y una mano artificial. «Se parece a mi» pensó la criatura, y se sentó a su lado para descansar de la dura jornada. En la radio encendida, alguien aseguraba que iba a hacer buen tiempo para navegar. 

 

Criaturas en el agua


En la casa del faro, el hombre escuchó en la radio la noticia. Un monstro andaba cerca y podía ser peligroso. El anciano subió al mirador y se quedó un rato observando el mar en calma. De pronto un relámpago lo sobrecogió, erizándole la piel. Algo se agitaba en el fondo. Acercó la luz de la enorme bombilla y una sacudida de terror lo paralizó súbitamente. Se trataba de una multitud de extraños peces. Parecía que alguien se había dedicado a desarmar un cardumen entero y juntar luego los pedazos al azar para devolverlos al agua. 

 

La duda


Los pequeños apagaron el radio y se acurrucaron en sus camas.

?¿Qué pasará ahora? ?dijo el más chico. 

?El monstruo se ahoga ?contestó el mayor. ?Ahora duérmete antes de que mamá se entere. 

?¿Es cierto que lo hicieron a pedazos? ?insistió el pequeño. 

?Es cierto ?protestó su hermano. ?Pero debes dormirte. Mañana escucharemos el otro capítulo. 

El niño se viró en la cama. Sacó la linterna escondida bajo la almohada y se iluminó por un rato la enorme mancha oscura en el muslo izquierdo.

?No ?se dijo. ?Mamá me asegura que es solo un lunar.

 

Nostalgia


Sobre la balsa, la criatura pensaba en su padre. El doctor Frankenstein había sido también su único amigo. Lo recordaba enseñándole las lecciones, escuchando la radio mientras escribía sus apuntes, recorriendo el castillo junto a él. Ya nada de eso existía. A lo lejos el cielo se iluminaba de relámpagos. El monstruo avanzó en aquella dirección. Algo en esos dibujos eléctricos le parecía familiar y no podía detenerse. Como las moscas, cuando son atrapadas por la luz de una lámpara. 

 

Sin Título


Una gran tormenta sumergió al engendro en las profundidades del mar. Los habitantes de esas aguas huían al verle, excepto el tiburón que le rondaba; éste lo examinaba acechándolo con su presencia e imponiendo su dominio. Frankestein le sonreía -salvo a la soledad no le temía a nada, ni siquiera al miedo- decidiendo dejarse llevar por la fuerza del mar para someterse a su potestad.

Mientras tanto, la ignorancia de Walton ante este hecho, le llevaba a vivir en un continuo recelo. 

¡Niño, apaga esa radio que es hora de dormir!

 

El inmigrante


Regresó la luz por el horizonte y divisó la costa. Estaba aprendiendo en qué consistía la vida: luchar y forjarse un destino. Volar con las alas del inconformismo y descubrirse a uno mismo. Encontrar el amor. También la vida no solo era algo natural, sino que estaba constreñida por la economía.

Cuando la criatura de Frankenstein bajó de la balsa. Unas personas uniformadas le pidieron el pasaporte. No entendía nada. Le detuvieron y le llevaron a un centro de inmigrantes. Mientras en la radio hablaban de nuevas pateras que llegaban a la costa. 

 

Frankenstein siglo XX 


Sin dilación, me puse yo mismo a la radio.

?Estación ártica, aquí capitán Walton ?llamé?. Un peligroso asesino se acerca por mar a sus coordenadas. Disparen a matar, repito, disparen a matar. Cambio.

?Aquí estación ártica ?respondió una voz joven?. ¿Ha dicho disparar a matar?

?No esperen a que se les acerque, si quieren seguir con vida ?dije sintiéndome como un grumete desesperado.

Luego, voces entrecortadas de interferencias. Y, al final, el silencio.

 

Sin Título 


La luna iluminó la costa a la que había llegado el bote impulsado por el viento. El monstruo se derrumbó y cayó a tierra. Su final estaba próximo. Antes de cerrar los ojos, lloró amargamente.

Tres siglos después, un equipo de arqueólogos descubrió a un ser momificado bajo una capa de hielo. Comunicado el hallazgo por radio al "Centro de Inteligencia Artificial Osiris", Mary, la responsable del programa, realizó un experimento con el fin de insertar una chispa de vida informática en aquel cerebro maltrecho. 

Una noche de tormenta desapareció de forma extraña y nunca más lo volvieron a ver.

 

La purga 


La criatura anduvo errabunda por aquel océano inmisericorde durante semanas. Finalmente avistó tierra firme. Era una isla de aspecto funesto, rodeada de murallas descomunales, edificios de piedra y cubierta de neblina. Al desembarcar, el fenómeno se encontró con algo más desconcertante? Los habitantes eran una réplica exacta de él. Uno de los clones lo condujo a la prisión central, pues debía reconocer a un recluso. Allí, crucificado en la pared y agonizante, se encontraba Frankenstein, su creador? A través de la radio, una voz de ultratumba decía: «bienvenidos al Inframundo de la Resurrección y la Expiación?»

 

La nueva prometea 


La radio local informó del hallazgo casual de una extraña forma de vida: La "mujer" mostraba los brazos profanados de Dafne hilvanados a las entrañas de Afrodita; las torneadas piernas de Beatrice remendadas a los angelicales pies de Quíone, que deslumbraban níveos cuando se secó la sangre que brotaba de su carne al zurcir, con hilo suave, los músculos y nervios; la cabeza cercenada de Medusa -adherida con perfección al resto del cuerpo- completaba el experimento. 

"La criatura" esperaba al monstruo al otro lado de la bruma para amarle..., pero tú, Víctor Frankenstein, jamás lo aprobarías. 

 

Chivo expiatorio 


Tras una semana de navegación, la balsa arribó a una bahía habitada. Puesto que aquel adefesio no parecía agresivo, el alcalde de la localidad lo destinó al aserradero comunal. Al ritmo de las canciones que sonaban a todas horas en una radio a transistores, realizaba él solo el trabajo de tres hombres. La noche que asesinaron a la hija del molinero, varios vecinos lo señalaron a él como culpable. Sin someterlo a juicio, decidieron que moriría desmembrado. Pocos años después, un tipo al que habían detenido por robo confesó ser el autor de aquel y otros crímenes.

 

El parque temático


Navegado a la deriva, tardó meses en avistar tierra. Desembarcó cerca de un conjunto de gigantescos artefactos iluminados con bombillas de colores. Al descubrir su presencia, varios empleados lo condujeron ante el director del recinto. Minutos después se hallaba ya unido mediante gruesas cadenas al muro de una especie de castillo gótico. Durante cada sesión, que se anuncia incluso en programas de radio y se representa desde hace medio siglo cincuenta veces al día, lo obligan a permanecer erguido y mirando al frente, ante los comentarios aterrados o jocosos de centenares de visitantes de todas las edades.

 

Sin Título


Abandonado a su suerte, empapado, sin comida, sólo la música de una pequeña radio le hacía compañía, y con el temor de que le persiguiesen una decena locos portando sus antorchas.

Quedó a la deriva, una balsa mecida por el oleaje, un cuerpo inmóvil luchando por sobrevivir, por segunda vez.

Se escuchaba el golpeo de la balsa al chocar contra el rompeolas de aquel puerto en el que una joven intentaba ayudar a aquel hombre. Fue entonces cuando Frankestein se giró sobre sí mismo, y mostró la desnudez de su alma a la que sería su fiel compañera y amiga.

 

A gusto 


Como no entendía el funcionamiento de los remos, se tumbó a todo lo largo y dejó que las aguas lo llevaran a ninguna parte. Boca arriba, comprobó cómo el cielo estrellado pugnaba por esconderse. Estaba a gusto. Antes de que el sueño le venciera, rebuscó en los bolsillos del gabán y encontró la pequeña radio sustraída del laboratorio. Con gesto torpe intentó encenderla, mas no pudo. Desistió. Al fin y al cabo, sólo era un monstruo recién creado.

 

Sobreviviré 


Aquel ser surgido de la mente febril del doctor Frankenstein seguramente acabaría sumergido en las aguas del océano. La ciencia no lo echaría en falta, pensó el capitán de la nave encargada de transportarlo hacia las profundidades, tras haber cumplido el encargo de los jefes. "Espero que sea la última ocurrencia de ese chiflado", se dijo. Mientras viraba a estribor para regresar a puerto, en la radio sonaba la voz negra de Gloria Gaynor con 'I will survive'. Y la luna esbozaba una sonrisa irónica. 

 

Isla


Desplegó la capa a modo de vela, sujetándola con fuerza para que el viento lo desplazara. Al poco, vislumbró la silueta de una isla, donde desembarcó no sin esfuerzo. En la arena había huellas, no estaba solo. Llevado por el instinto?tenía hambre? siguió el rastro hasta perderse en una selva en la que se adentró. Caminando sin rumbo, no encontró con que alimentarse sino una radio. Intentó morderla, mas lo que hizo fue ponerla en marcha. La voz armoniosa del locutor le reconfortó y se olvidó de comer. Cuando se agotaron las pilas, el monstruo abandonó la isla.

 

María Clara


La chica se extravió en la noche pasada, ¿Cómo iba saber yo donde estaba? La vi salir de la oficina después de las diez como es su costumbre, todos sabemos que no es una mujer para tratar a la ligera? ¿Cómo podría seguirla? Ella no puede evadirnos sin previo aviso, nadie sale de aquí de esa forma irregular? si saben algo o si aparece quiero que me lo digan, por ahora lo dejamos en stand bikes en unas horas lo retomamos? dicho esto chicos vamos a los micros en cinco minutos estamos al aire?

 

Blues Guionista 


Autopistas enrollan cual nudos en dedos, joyas amarrando piel. Cadillac respirando carbono, cien por hora, cuatrocientos caballos sobre línea blanca. Corro a hacerle el amor a una modelo cuyo nombre no conozco. Última amiga que queda. Asesiné mi productor.

La radio está encendida, el locutor brama:

"Las mujeres fueron una maldición. Los hombres construimos Paramount, los hombres construimos L.A. El rock vive. Las cinco de la mañana, el sol vuelve a nosotros. Ahora, éxitos"

L.A nos desató. Adolescentes estéticamente placenteros. Adolescentes cargando armas automáticas, llenos de amor. Los hace ir a ella, nos asimila, destartala. Silencié al locutor.

 

Renacimiento 


Tras una semana de navegación, se le aproximó un yate. Al subirlo a bordo, descubrieron con asombro que el náufrago medía casi tres metros y se movía como un autómata. Observaron asimismo que aquel adefesio parecía inmensamente triste. El patrón poseía una emisora de radio y, de regreso a puerto, le propuso participar en una entrevista en directo. Su intervención constituyó un inesperado éxito de audiencia. Así inició una nueva etapa dichosa, que medio siglo después todavía continúa. Cada jueves, los numerosos seguidores del programa anhelan escuchar un nuevo episodio de su vida, fruto siempre su imaginación prodigiosa.

 

La carnaza


La criatura sintió que el cuerpo se le rompía. El océano había reabierto sus costuras. Del barco llegaba el eco sincopado y funeral de una radio. Al tercer día, un triángulo cartilaginoso empezó a rondar la balsa. Una idea se abrió en la mente neblinosa del monstruo. Aquello podía ser una respuesta a sus anhelos. Hundió la mano en el agua, ofreciendola como un cebo vivo. El gran pez dudó un instante. La presa parecía demasiado fácil. Frankenstein sonrío al sentir la primera dentellada. Terminar sus días como alimento para el escualo restablecería tal vez la unidad perdida.

 

Franksen


El de pasar desapercibido era un arte que había cultivado con el paso de las décadas; la clave consistía en saber abandonar incluso esas conversaciones por radio que conseguían hacerle creer que quizás el mundo ya estuviese preparado para él. Supervivencia y soledad caminaban de la mano: nadie debía sentir curiosidad, no tanta al menos como para querer encontrarlo.

Por suerte no era muy distinto a los humanos convencionales, y como ellos, sucumbía a la tentación: había hablado demasiado, y ahora alguien viajaba para dar con su paradero.

Pronto tendría compañía. 

Después escondería el cadáver y haría las maletas. 

 

La forma de la inconsciencia 


¡Qué ingenuo había sido! Ni la persona más asustadiza hubiera prestado la más mínima atención a aquella noticia de radio. Una noticia inverosímil, sacada de la imaginación de Mary Shelley y rozando todos los límites de la fantasía. Ese sentimiento de desesperación por parte de los operadores que transmitían el aviso. Esa reacción de los oyentes al creer que se trataba de una broma. ¿Un lunático admirador de Victor Frankenstein? Imposible

Mientras, arrepintiéndome de dicha ingenuidad, contemplé esa flácida mano cosida a mi muñeca con determinación y esa sonrisa estremecedora, sacada del mismo infierno.

 

Incertidumbre y lamentos 


Desorientado y afligido. Una radio que remarcaba su desaparición. Unas coceduras que le hacían recordar que nada de su cuerpo era suyo. Unas manos arrebatadas a quien ya no puede palpar. Unas piernas robadas a aquel que en su día podía correr. Y un corazón despojado de quien nunca más podrá sentir. Existía, eso lo tenía claro. Tenía vida, ¿quién podría dudarlo?. Sin embargo, él sabía que era un monstruo, pero no por el daño que podría hacer al resto, sino por el que ya ha hecho. Era una vida que implicaba la muerte de los demás.

 

La enajenación del conocimiento 


Los cuervos picoteaban aquella carne putrefacta, desmembrando con impasibilidad y perseverancia una figura que parecía ser la de un hombre. Sus picos lúgubres y punzantes mancillaban ese cuerpo ya corrompido. Un cuerpo cuyas extremidades, forzadas a estar en unión con el resto, pertenecían a dueños distintos. Era el resultado de un psicópata disfrazado de doctor. Trabajando a plena luz de la luna y consumido bajo la música que profería aquella radio casi obsoleta, llevaba a cabo sus experimentos. Él era el verdadero monstruo y no aquel inerte sujeto que estaba siendo devorado por los cuervos.

 

Hace un millón de años 


La criatura despertó en una orilla de arenas negras. Sedienta, caminó hasta una laguna de aguas verdosas y disfrutó de su sabor. Había gente a su alrededor, pero no parecían asustados. Alguien gritó: ¡Corten!

Raquel Welch lucía un bikini prehistórico. Se acercó al monstruo y le acarició la cara. 

?¿Cómo te llamas?

?Adam?balbuceó Frankenstein.

?Me gusta, Don?le dijo Welch al director, mientras cogía la mano del monstruo.

Adam no tardó en quedarse dormido.

El periodista, en la radio, le preguntó a Don Chaffey por qué habían suspendido el rodaje. 

?Ese sitio parecía hecho para él.

 

Sin Título


¿Cuántas olas cayeron sobre el monstruo, flotando, apoyado sobre la balsa? Eso no lo afectaba. Lo que sí hacía mella en su doliente conciencia prestada, era la soledad incesante.

"¡Para esto me habéis dado vida!", se quejaba en su fuero íntimo de terminales de cobre y aluminio. 

La respuesta se la dieron las sales del agua de mar, acumulando sustancias sobre los grotescos electrodos, formando un circuito nuevo sobre los fétidos músculos. 

Radio Lanzarote comenzó a reproducirse sonoramente sobre su piel, generando ese contacto llamado a llenar el vacío de humanidad de la pobre bestia, disipando la soledad para siempre. 

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