Reivindicaciones inaceptables

No siempre es fácil ponerse en el pellejo del otro. E igual que a los taxistas de Yaiza les cuesta aceptar que cientos de personas necesitan un servicio de transporte público accesible, tampoco el resto de la sociedad ...

2 de marzo de 2009 (04:25 CET)

No siempre es fácil ponerse en el pellejo del otro. E igual que a los taxistas de Yaiza les cuesta aceptar que cientos de personas necesitan un servicio de transporte público accesible, tampoco el resto de la sociedad ...

No siempre es fácil ponerse en el pellejo del otro. E igual que a los taxistas de Yaiza les cuesta aceptar que cientos de personas necesitan un servicio de transporte público accesible, tampoco el resto de la sociedad lanzaroteña entiende sus protestas contra las dos líneas de guaguas que se han puesto en marcha en Playa Blanca.

Como todos los sectores económicos de la isla, los taxistas también están acusando la crisis. Y desde luego es triste y preocupante que así sea. Pero eso, en absoluto justifica el paro que protagonizaron el pasado lunes para protestar por la competencia que ha supuesto para ellos la puesta en marcha de esas guaguas.

Dicen que entienden que son necesarias, pero que no era el momento. Que no pretenden que se quiten, pero que habría que regularlas. En definitiva, un mensaje que intenta suavizar la realidad de su reivindicación: que los vecinos de Playa Blanca o los que trabajan o pasan sus vacaciones allí no puedan utilizar el transporte público con tanta facilidad, y que en algún momento se sigan viendo obligados a coger un taxi.

Otro de sus argumentos se centra precisamente en que el servicio está siendo más utilizando por los turistas que por los residentes, como si el que visita la isla fuera un limón al que exprimir sin límite. Pero la realidad es que en cualquier lugar del mundo, los turistas también utilizan el transporte público. Y eso no significa que sean mochileros que van al supermercado para prepararse bocadillos y beber litronas tirados en la playa.

El famoso turismo de calidad no necesariamente implica coger un taxi para recorrer la isla de norte a sur. No conlleva contratar excursiones, hasta hace muy poco frecuentes, para que un taxista les vaya llevando por los centros turísticos y esperándoles en la puerta hasta que salgan. Desde luego hay gente que lo hace, como también hay gente que alquila un Mercedes o incluso contrata una limusina con chófer. Pero la mayoría de los mortales, incluyendo la clase media-alta, utiliza en algún momento el transporte público, y se puede llegar a sentir decepcionada si en el destino no encuentra modos de desplazarse. Si se ve obligado a coger un taxi para llegar a un centro turístico, acercarse a rincones como Los Hervideros o ir de punta a punta de la localidad donde se está alojando.

Sin duda, muchos preferirán el taxi y lo seguirán eligiendo, pero no se puede privar a quienes nos visitan de un digno servicio de transporte público. Y cuando se mejora al menos un poco algo que falla tanto en Lanzarote, resulta inaceptable que se levanten voces en contra.

Sobre todo, porque la realidad es que no sólo los turistas utilizan esas nuevas líneas de guaguas. En la edición digital de La Voz de Lanzarote se recibió una avalancha de foros tras publicarse la noticia del paro de los taxistas de Yaiza, y la inmensa mayoría cuestionaba a estos profesionales. Y es que son muchos los vecinos que se han beneficiado de esta medida, que en realidad debería haber estado en marcha hace mucho tiempo.

Puede que para los taxistas haya llegado en el peor momento, porque precisamente es cuando menor volumen de negocio hay debido a la crisis. Pero para los vecinos y los trabajadores de Playa Blanca, ha llegado en la mejor época posible. Porque si nunca les resultó fácil verse obligados a pagar un servicio de taxi diariamente, menos lo es ahora. Y es que la crisis, ha llegado para todos.

No se trata de si el servicio de taxi en Lanzarote es más caro o más barato que en otros lugares. Tampoco de si la línea de guaguas recibe subvenciones, porque precisamente por eso es un servicio público. Se trata de que no se puede perjudicar a toda la población por proteger a un sector. Ni con los taxis, ni con ningún otro rubro. Y es que la competencia, aunque perjudique a algunos, termina siendo beneficiosa para la mayoría.

LO MAS LEÍDO