¿Quo Vadis, Lanzarote? (¿a dónde vas?): El regreso de la isla rebelde

7 de julio de 2025 (11:37 WEST)
Actualizado el 7 de julio de 2025 (11:50 WEST)
Vista aérea de Lanzarote. Imagen de la Agencia Espacial Europea.
Vista aérea de Lanzarote. Imagen de la Agencia Espacial Europea.

Mensaje central:

Lanzarote se encuentra ante una encrucijada histórica. Para afrontar sus retos estructurales y regenerar su modelo económico, social y territorial, debe reconectar con su espíritu rebelde —no desde la nostalgia, sino desde la valentía de reinventarse colectivamente, huyendo de la polarización, activando su talento global y apostando por soluciones integradas y visionarias.

 

Hay lugares cuya historia pesa tanto que a veces impide mirar hacia adelante con libertad. Lanzarote es uno de ellos. Una isla que ha sabido transformar la adversidad en belleza, el aislamiento en identidad y la escasez en singularidad. Gran parte de ese legado fue catalizado por César Manrique, cuya mayor obra no fueron sus maravillas urbanísticas, artísticas o arquitectónicas (que también), sino quizás, el cambio de mentalidad colectiva que logró: creer que lo propio podía ser valioso y universal.

Ese relato compartido fue durante décadas una hoja de ruta para muchas generaciones. Pero como todo relato poderoso, corre el riesgo de volverse dogma. Hoy, las transformaciones que enfrenta la isla exigen nuevos lenguajes, nuevas preguntas y una ampliación del marco de referencias. No para reemplazar lo que fuimos, sino para continuar la conversación que quedó inconclusa. Lanzarote siempre fue una isla rebelde: decidió no ser una más. Cuestionó, retó, innovó.

Como recuerda el I Ching, el clásico de la filosofía china, todo lo que nace, crece, se transforma, se estabiliza y luego se destruye y se renueva. Esa lógica cíclica inspira a repensar Lanzarote como un proceso vivo, no un modelo cerrado. En este nuevo ciclo, los retos son claros: falta de acceso a la vivienda, desempleo juvenil, saturación de servicios públicos, polarización ideológica y una creciente percepción de fatiga del modelo turístico. No son síntomas aislados, sino señales de un sistema que ha tenido mucho éxito para muchas cosas, pero que hoy que busca renovarse. Como decía Albert Einstein, "locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados diferentes". Lanzarote no puede seguir aplicando las mismas fórmulas del pasado y esperar un futuro distinto: necesita reinventarse con valentía y visión. Y estamos dando buenos pasos.

Desde la teoría de sistemas hasta la física cuántica, sabemos que los desafíos complejos no se resuelven en compartimentos estancos. Turismo, vivienda, agua, energía, prosperidad, movilidad y felicidad están profundamente entrelazados y forman parte del mismo ecosistema.

Vemos tendencias de otros territorios que ya están experimentando modelos donde el turista no es un mero consumidor, sino un participante activo en la regeneración del territorio, y en la activación de la prosperidad del mismo: como en Costa Rica, donde se fomenta la reforestación participativa; en la Polinesia Francesa, con la restauración de corales junto a comunidades científicas; o en Ibiza, con mecanismos financieros que permiten al turista contribuir directamente a proyectos de sostenibilidad local.

Estos modelos, aunque diferentes, ofrecen una inspiración útil para repensar el papel del turismo en contextos insulares frágiles como el nuestro.

Ahora que estamos experimentando la tensión de la mal llamada 'turismofobia' - sería un error tratar al turismo de forma aislada al resto de nuestros retos. El turismo ha permitido a Lanzarote dar un salto generacional de la pobreza absoluta a formar parte del sistema de prosperidad occidental. El turismo debe utilizarse como palanca para ayudar a Lanzarote a decidir qué quiere ser de mayor.

Por ejemplo - ahora que hemos tenido la valentía de abrir el 'melón' del ciclo integral del agua después de más de 3 décadas. Por qué no proponer una transformación de tal calibre que no solo resuelva retos ambientales y de abastecimiento básicos, sino active nuevas economías vinculadas a cooperativas agrícolas, que usen agua regenerada (procedentes del turismo) para cultivos locales, impulsar la industria del vino de la isla a nivel mundial, hasta startups que desarrollen soluciones tecnológicas en zonas turísticas, conectar con la economía circular, la bioeconomía y la creación de empleo técnico cualificado —y permitir posicionar a Lanzarote como referente atlántico en innovación hídrica, al estilo de lo que ya han logrado lugares como Singapur, o Tel Aviv.

Lo que une a todas estas propuestas es su capacidad de integrar lo ambiental, lo social y lo estético en una misma intervención urbana. Y Lanzarote, por su escala y capital institucional, tiene todo para convertirse en un laboratorio de innovación territorial.

Pero esto exige más que buenas ideas. Requiere una narrativa común que trascienda banderas. El Plan Insular de los años 90 demostró que los consensos técnicos pueden generar estabilidad institucional si se prioriza lo colectivo.

Y sin embargo, hoy, en una isla de apenas 160.000 habitantes, la polarización política recuerda más a potencias enfrentadas en foros globales que a una comunidad insular. En Davos este autor ha visto negociaciones entre EE. UU. y China con más pragmatismo que algunos plenos locales. Lanzarote no puede permitirse ese lujo. Nuestra fuerza debe estar en la agilidad, en la coordinación y en la capacidad de anticipación.

 

Lanzarote en transición: talento, pactos y salto estratégico

La reciente presentación del Plan MET (Modernización Económica y Transformación) representa un punto de inflexión. Una hoja de ruta que busca integrar lo económico, social y ambiental. Tenemos una oportunidad fantástica, de una vez en una generación, de repensar el modelo de la isla completamente – y vincularlo económica, jurídica, política y socialmente a todos los procesos a instituciones oficiales de la isla.

Pero una visión sin ejecución es solo un deseo. Lanzarote arrastra un historial de dificultades a la hora de implementar planes, incluso cuando el presupuesto está disponible. Si no logramos pasar del discurso a la acción —visión, estrategia, planificación, consenso político y ejecución— corremos el riesgo de convertirnos en una postal del pasado.

Como advierte el psicólogo social Jonathan Haidt, los proyectos duraderos se construyen desde la moderación, el diálogo y el reconocimiento mutuo. En vez de "ganar" un debate, se trata de sostenerlo. Singapur, en solo dos décadas, pasó de ser una isla sin recursos a un referente global. Lo hizo captando talento (de fuera el que le faltaba, y elevando dentro el que ya tenía), simplificando trámites, apoyando al sector privado y apostando por una inteligencia institucional sólida.

Lanzarote tiene una ventaja que muchas regiones no tienen: su escala. Aquí, los acuerdos podrían ser más rápidos, la gobernanza más cercana, y la ciudadanía más implicada. En un mundo cada vez más volátil —con tensiones geopolíticas, guerras culturales y disrupción tecnológica— la clave no está en elegir entre tradición o innovación, sino en integrarlas.

Por eso esta columna nace con un propósito: abrir espacios de diálogo, conectar a los lanzaroteños dentro y fuera de la isla, y poner el foco en ideas transformadoras más allá de la identidad o la ideología.

No se trata de buscar al próximo César Manrique (sería inútil, injusto y francamente innecesario), sino de usar la semilla que plantó e integró en nuestro ADN – y de identificar a los nuevos perfiles que ya están transformando el presente desde campos como la inteligencia artificial, el diseño regenerativo o la economía azul. Lanzaroteños hoy por el mundo trabajando en innovación en gestión del talento, en nuevas fronteras de sostenibilidad, urbanismo y ecología, en inteligencia artificial, programación y robótica, y trabajando en sectores de la longevidad (alargando la vida del ser humano). Este talento "made in LNZ" con proyección global es nuestro mejor puente hacia el futuro.

Lanzarote no necesita más volumen. Necesita más inteligencia, más coordinación, más dejar de mirarse el ombligo y mirar hacia afuera. La oportunidad está en el leapfrogging: saltar etapas gracias al conocimiento ya disponible, a las alianzas adecuadas y a una visión clara. Por primera vez en la historia, tenemos acceso a todo el conocimiento, talento, financiación, tecnología necesaria para hacer lo que queramos. Está a nuestro alcance.

Lanzarote ya ha demostrado que puede reinventarse. Ahora toca hacerlo sin miedo a la complejidad. Entonces - ¿quo vadis Lanzarote?

 

Sobre el autor: Luis Alvarado ha trabajado en Bruselas, la Fundación Rockefeller en Nueva York y Londres, el Gobierno británico y el Foro Económico Mundial en Suiza, y hoy ayuda a Lanzarote en su agenda internacional. Es graduado por la Universidad de Cambridge, el Colegio de Europa en Brujas y la ULPGC – y lo más importante, de Güime en Lanzarote. En todos esos contextos ha aprendido una lección: las soluciones duraderas no nacen del dogma, sino de los consensos donde todos ceden algo para ganar en común. Cree en una Lanzarote que vuelva a ser rebelde, pero también ambiciosa, orgullosa, estratégica y capaz de ‘dejarse de historias, y debates inútiles’ para unir fuerzas para construir prosperidad en un mundo que cambia más rápido de lo que logramos entenderlo.

¿Y ahora qué? ¿Qué papel puede jugar Lanzarote en la era de la inteligencia artificial, el cambio climático y el cambio de tablero geopolítico? estamos limitados a ser destino turístico para siempre? ¿Qué alianzas internacionales necesitamos? ¿Podemos prosperar con menos turistas, más inteligencia y más calidad? ¿Estamos preparados para pensar juntos, sin miedo? Estas y otras preguntas marcarán el camino de esta columna.

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