Un año más, tendrán lugar en Bilbao ocho corridas de toros con motivo de sus fiestas locales. En total serán cincuenta y cuatro animales los que, en un acto de extremo ensañamiento, someterán a todo tipo detorturas hasta acabar finalmente, muchos todavía vivos, en el desolladero de la plaza.
También un año más y con la misma contundencia, muchos ciudadanos y ciudadanas queremos mostrar públicamente nuestro hartazgo, nuestra indignación y nuestro clamor para decir que las corridas de toros son un espectáculo infame, cruel y degradante para cualquier sociedad que se autoproclame civilizada. Que la tauromaquia debe desaparecer como ya por fortuna se puso fin a la pena de muerte, a la esclavitud humana o a la discriminación de ciertos colectivos sociales. No intenten engañarnos con retórica fácil: los toros sí sufren. Padecen igual que nosotros cuando nos clavan espadas o nos pinchan con banderillas. ¿Por qué no debería ser así si poseen las mismas terminaciones nerviosas que los humanos? Los taurinos, con el beneplácito de las instituciones públicas y el dinero de todos, pretenden hacernos creer que los toros están en el mundo para que hagamos con ellos lo que nos plazca, que "han nacido para eso". Es más, suponen que quienes nos mostramos críticos con esta realidad somos incapaces de reflexionar. Cuando afirman que los toros disfrutan en el coso, que mueren con dignidad, incluso que les hacen un favor porque así se mantienen toros y dehesas. Muy ecologistas ellos, pero saben que mienten. Por encima de la palabrería fácil y de términos como arte, cultura y tradición, sólo queda dolor y sufrimiento.
Rescato para la ocasión el pensamiento de alguien que tras años de hostigamiento acabó brutalmente con la vida de su compañera y madre de sus hijos: "la maté porque era mía"., como idea de posesión moral y física de los otros, mujeres o toros.
Los seres humanos hemos convertido en un infierno la vida de los animales. La violencia en sí misma es despreciable, sea cual sea la víctima. La raza, el género o la especie biológica no deben condicionarnos para respetar y dejar de una vez en paz a seres con la misma capacidad para sentir y sufrir como cualquiera de nosotros y nosotras.
Mariasun Heras
ATEA