La lista de proyectos aparcados en la isla resulta interminable, y el caso de las Salinas de Janubio es sólo uno de los ejemplos. Desde que la sal fue perdiendo el papel clave que tuvo antaño, Lanzarote fue viendo cómo uno a ...
La lista de proyectos aparcados en la isla resulta interminable, y el caso de las Salinas de Janubio es sólo uno de los ejemplos. Desde que la sal fue perdiendo el papel clave que tuvo antaño, Lanzarote fue viendo cómo uno a uno iban cerrando los principales centros de producción, hasta quedar sólo tres que hoy sobreviven a duras penas. Y sin embargo, casi no hay turista que no haga una parada obligada para contemplar los colores y reflejos que ofrece la singular vista de Janubio. Algo que hace a estas salinas cobrar una especial importancia, porque no sólo son una "fábrica" venida a menos, sino también un importante atractivo de la isla.
Pero aunque desde hace años se vienen barajando distintas iniciativas, e incluso se ha puesto más de una vez sobre la mesa la posibilidad de que el Cabildo adquiera ese enclave e incluso lo transforme en un nuevo centro turístico, lo cierto es que las ideas nunca han llegado a materializarse. Ahora, el actual propietario pretende darles un nuevo impulso, en parte gracias a la Asociación Española de Salinas Marinas Naturales que acaba de crearse y de la que ha sido nombrado vicepresidente. Pero con eso no basta y, una vez más, Carlos Padrón Lleó vuelve a mirar a las instituciones en busca de ayuda, reclamando al menos un apoyo similar al que reciben sectores como el vitivinícola, con el similar argumento de que La Geria supone un gran valor paisajístico para la isla.
Pero paradójicamente, lo que hasta ahora se ha hecho por estas Salinas ha sido complicar su supervivencia. Es decir, se determinó que merecían ser protegidas declarándolas Sitio de Interés Científico en 1987, pero hasta hace unos meses no se publicaron las Normas de Conservación, con lo que han pasado 20 años sin que los dueños supieran qué podían hacer y qué no, impidiendo así desarrollar proyectos para buscarles un futuro.
Y por increíble que resulte, no es el único caso en el que los intentos de proteger el medioambiente terminan teniendo el efecto contrario porque se enredan en años o incluso décadas de burocracia. Es el caso sin ir más lejos del Charco de los Clicos, que va desapareciendo día a día mientras el prometido dragado sigue sin realizarse, ahora porque el último proyecto encontró reparos medioambientales por parte del Gobierno de Canarias.
Lo mismo le está sucediendo al proyecto del carril bici que ha resurgido de sus cenizas, y que también está pendiente de modificaciones porque los técnicos del Cabildo entienden que su trazado atraviesa zonas de protección especial de aves. Y puede ser que realmente no sea el más idóneo y sea conveniente introducir algunos cambios, pero por las experiencias anteriores, asusta pensar que pueda volver a estancarse durante años una alternativa que esperan muchos deportistas de la isla, que puede ser una nueva opción para el turismo, que dará seguridad a las carreteras de la isla por donde actualmente transitan a veces ciclistas creando un grave peligro y que además también supone fomentar un transporte no contaminante.
Pero lo más preocupante de todo esto es que mientras se dejan morir algunas de las verdaderas riquezas naturales e incluso las señas de identidad de la isla por eternas discusiones o por la ineficacia y la lentitud de las instituciones, en cambio otros proyectos y construcciones verdaderamente agresivas han ido proliferando, e incluso algunos piensan en grandes inversiones de ocio complementario como la salvación del turismo, sin reparar en cosas tan sencillas como mostrarles a los visitantes la verdadera esencia de Lanzarote. Y el proyectado museo de la sal, que ahora vuelve a cobrar fuerza, es sólo uno de los ejemplos. Porque poder conocer ese complejo proceso de producción que durante décadas dio de comer a muchísimas familias de la isla puede ser un aliciente para un turista, al igual que por ejemplo visitar el jardín de cáctus y encontrar a alguien que realmente explique las singularidades de cada especie, o muestre cómo funcionaba ese gran molino que corona este centro turístico.
Hay muchas cosas a las que Lanzarote debe decir no, pero lo que no puede hacer es poner freno a todo. Ni a nuevos proyectos que son necesarios y siguen durmiendo en las gavetas, ni mucho menos a iniciativas que permitan recuperar parte del pasado. Porque proteger no es no hacer nada. A veces, para proteger se tiene que ser actuar, y para que algo sobreviva se necesitan cambios. Y alguna vez, para variar, no estaría de más que toda la isla fuera una en pro de alguna causa.