La posibilidad de un artista

13 de octubre de 2021 (13:46 CET)

El Museo estaba vacío. Había decidido despedirme de la
exposición en soledad. Había aceptado que en Lanzarote no es
necesario reunir a nadie en ningún lugar concreto.

Daniel Jordán

Durante el verano de 2019 se celebró en el MIAC la exposición La posibilidad de un Museo comisariada por Daniel Jordán y en la que intervenían varios artistas de Lanzarote como Francho, Iván Vilella, Nicolás Laiz Placeres, Moneiba Lemes & José Otero, el colectivo Parto Cerebral, Pillimpo y Yuri Fontes, además del propio Jordán. Fue una exposición un tanto controvertida que se basaba en la idea de que un grupo de artistas okupaba un Museo y, además de distintos eventos, hubo interesantes conferencias a cargo de profesores, críticos de arte o gestores culturales de la talla de Carlos Delgado Mayordomo, Natalia Álvarez Simó, Tania Pardo o Yolanda Peralta. Recientemente se ha publicado el catálogo de esa exposición con textos de Daniel Jordán acompañados de microrrelatos de Marianna Lopes lo cual nos ha permitido, dos años después, reflexionar sobre todas las oportunas cuestiones planteadas en dicha exposición.

Pero ¿Cuáles eran esas cuestiones? Me referiré a algunas de ellas. En primer lugar, la más controvertida sería la que tiene que ver con la figura de César Manrique y la permanente sombra que ejerce su legado sobre la isla (por fortuna) y sobre los creadores actuales (de forma no tan afortunada posiblemente). Seguro que muchos de ustedes estarán de acuerdo con lo que señala Daniel Jordán en el catálogo a propósito de que algunos lugares de Lanzarote nos trasladan a otra época, en concreto a la época en la que César y su grupo de colaboradores trabajaron transformando espacios singulares de la isla que ahora conforman los CACT. En el catálogo, a propósito de esta situación Daniel Jordán se pregunta: “¿Alguien piensa que estamos honrando el espíritu vanguardista (de Manrique) encadenándonos perpetuamente a un intervalo de tiempo concreto?” Y esta pregunta desasosegante me parece un estupendo punto de partida.

Pongamos que a cualquiera de los artistas que actualmente desarrollan su obra, abordan distintos proyectos en Lanzarote se le ocurriera alguna intervención en la misma línea de las que tuvo Manrique en determinado elemento del espacio, más o menos protegido de la isla como, por ejemplo (aunque suene disparatado) Los Charcones o las canteras de Tinamala. Además de todos los problemas burocráticos e institucionales que tendría el artista, simplemente para que se considerara seriamente su propuesta, por mucha calidad que tuviera, parece que sería algo impensable materializarla, inasumible por la sociedad del tiempo en que vivimos. Pero incluso, aunque atendiéramos a propuestas más sensatas, e incluso me atrevería a decir que necesarias, como convertir la antigua discoteca Biosfera de Arrecife en un centro cultural polivalente al estilo de La Casa Encendida o El Matadero de Madrid (lo cual hace Daniel Jordán en su catálogo) parecería algo más semejante a una utopía que a una posibilidad real.

¿Por qué? La respuesta no es sencilla. Pero lo que si resulta claro es que el propio Manrique nunca hubiera podido desarrollar gran parte de su obra de ninguna manera en el presente, ni en el pasado tampoco sin los apoyos institucionales que logró. Una de las consecuencias que se extrae de lo anterior es que de la impresión de que todo lo que se hace o se propone en la actualidad carece de cualquier valor en comparación con lo que se hizo entonces. ¿Qué ocurre por tanto con los artistas de nuestra isla vivos y llenos de ideas y talento y que podrían aportar mucho incluso con intervenciones paisajísticas? A veces da la impresión, desde las instituciones, de que vivimos en un lugar donde todo lo que se podía hacer ya se hizo, donde no queda un resquicio para la imaginación. Es una lástima que todo este derroche de inteligencia, preparación y brillantez de una generación sea pasado por alto por la falta de altura de miras de los políticos de nuestro tiempo.

Y todo esto tiene que ver con otra de las grandes cuestiones que se plantea en la exposición y en el catálogo, a raíz de la conferencia de Natalia Álvarez Simó que es: ¿Por qué en tantos años en Lanzarote seguimos sin alcanzar las fundamentales alianzas entre artistas e instituciones? Parece que la colaboración entre las instituciones y, en consecuencia, de nuestros representantes públicos con el mundo del arte y de la cultura, es muy limitada por varios motivos. Me atrevo a decir que algunos de ellos podrían tener que ver con que su veneración por la figura de Manrique, en general, esconda además de un desconocimiento de la propia obra del artista, un claro desinterés por los temas culturales actuales, su falta de formación en esta materia y su poca aptitud para atender a los requerimientos del sector. Pero habría muchas más respuestas posibles.

De todas formas todo eso no es insalvable y bastaría con preguntar (y escuchar) a los que saben para plantear nuevas propuestas en este aspecto. En este sentido la  exposición planteaba esa búsqueda de nuevas propuestas a través de las obras expuestas, las actividades y las conferencias llevadas a cabo. Así se debatió sobre nuevas formas de expresión en los museos, más allá de pinturas y esculturas, para adaptarse a la complejidad de nuestro tiempo y, que contribuirían en definitiva a renovar el panorama cultural de la isla para salir del estado de la “suspensión” temporal en la que se encuentra, tratando de traducir la realidad a través del arte en códigos actuales, como afirma Daniel Jordán.

Es evidente por lo tanto la necesidad de autocrítica dentro del sector, lo cual se hace con una sinceridad elogiable en el catálogo de la exposición, así como realizar un esfuerzo de los distintos artistas y disciplinas para trabajar colectivamente en propuestas innovadoras. Finalmente también se hace necesario reconocer y valorar otras manifestaciones culturales alternativas y sugerentes como la de Pillimpo y su museo de Mara Mao.

Todo esto nos lleva a la última pregunta ¿Supuso La Posibilidad de un Museo que se estuviera gestando bajo la tierra de Lanzarote una nueva e interesante etapa artística?
Es difícil considerarlo aún pero lo cierto es que la exposición se encontró con distintas dificultades como la temporada en la que se celebró que dificultó al asistencia de público,
la ausencia de un claro líder del grupo de artistas o la conformación de una auténtica generación artística más allá de tener la mayoría de los participantes en la exposición una
franja de edad determinada y una obra artística de calidad en desarrollo.

¿Resultó, en consecuencia, La posibilidad de un Museo un fracaso, o, más bien, un impulso aislado para mejorar la situación cultural de Lanzarote? En mi opinión en absoluto. Como dice la célebre cita de Marco Aurelio: “Empezar ya es la mitad del camino”. Y no fue un fracaso porque supuso la valiente propuesta de unir a varios artistas interdisciplinares, con todas las dificultades que esto implica para abordar una oportunidad prácticamente inédita hasta ese momento para la reflexión y para la propuesta de nuevas ideas cómo ya se hizo antes, en el tiempo de Manrique (esa época tan “perfecta” que ya pasó) y como otros harán en el futuro.

Hoy recuerdo, hace unos dos años, con agradecimiento una mañana en que acudí a visitar el MIAC con un grupo de mi alumnado de entonces. La casualidad quiso que nos encontrarámos allí con Daniel Jordán. Nos recibió mientras trabajaba en el montaje de la exposición y fue muy amable, generoso y sincero con los estudiantes que le
correspondieron con mucho interés y varias preguntas. Tras cargar de responsabilidad a políticos y artistas en la situación actual de la cultura de Lanzarote, finalmente, como
profesor me planteo mi propia responsabilidad y la de mi colectivo en la formación y el interés de la sociedad por el arte, la literatura y la cultura en general, en la creación de un
público y, en general de una sociedad con un espíritu crítico que aprecie las manifestaciones artísticas en toda su extensión y en la posibilidad de que salgan nuevos artistas de nuestra tierra. Y quizá, de todas, la nuestra sea la más importante. Tenemos, como siempre, una ardua tarea por delante.

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