Otra vez el silencio: Sandra y la lección que no aprendemos

20 de octubre de 2025 (19:08 WEST)
Actualizado el 20 de octubre de 2025 (19:08 WEST)

Otra vez ese mal disfraz de bondad: minutos de silencio en los centros, flores en la entrada, palabras vacías. Todo tan correcto, tan protocolario… pero Sandra no volverá. 

Por enésima vez, el acoso escolar se lleva otra vida. 

¿Y ahora qué pasará? 

Nada. 

Absolutamente nada. 

Una lágrima por obligación, una frase de condolencia y el tiempo corriendo hacia el olvido. 

El acoso escolar no es solo culpa de quien lo practica. También lo es de quienes callan, de quienes miran hacia otro lado para no complicarse, de quienes prefieren no ver. Del profesorado que se limita a seguir el programa, que cuando le preguntan dirá con voz ensayada: «No sabíamos nada». Y quizá lo sabían. O, peor aún, no quisieron saberlo. 

Mientras tanto, el enemigo se multiplica en silencio. En los teléfonos, en los portátiles, en esas pantallas que se han vuelto espejo y cuchillo. El ciberbullying también mata, pero sin ruido, sin huellas visibles. 

El bullying resuena cada vez más en nuestras aulas, en nuestros trabajos, en cada rincón donde el miedo se disfraza de normalidad. Es una peste silenciosa que se extiende por nuestras ciudades y nuestros pueblos. 

Y si no la enfrentamos —si seguimos mirando hacia otro lado—, seguirá llevándose vidas. Una tras otra. Hasta que no quede nadie que quiera mirar de frente. 

Pero no bastan los minutos de silencio ni los comunicados de condolencia. Hace falta corresponsabilidad, compromiso real. Que la comunidad educativa, las familias, las instituciones y también el alumnado entienda que mirar hacia otro lado es otra forma de violencia. 

Solo cuando dejemos de normalizar el daño podremos, tal vez, evitar otra noticia como esta.

 

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