Ondina

17 de junio de 2024 (10:21 CET)

Recuerdo, de repente, un poema que llega desde el otro lado del océano Atlántico, unos versos de la escritora venezolana Yolanda Pantin: “las aguas no iluminan/ oscurecen la tierra/ su fuente es el miedo/ que mana de nosotros/
y también de los ahogados/ en el aire húmedo.” ¿
Las aguas iluminan? ¿Oscurecen el pensamiento? ¿Ofrecen un camino que transitar o pueden suponer el fin de un viaje lleno de esperanzas? ¿Cuál es la verdadera fuente desde la que nos alcanza su voz antigua? ¿Qué tiene todavía que contarnos el mar? ¿Qué tiene que decirnos en particular nuestro mar a nosotros?

Esas son algunas de las preguntas que me sugiere la lectura de Ondina, la última y original apuesta poética de Andrea Bernal. Nos conocimos hace tiempo a través de una amiga en común que me dijo que era una maravillosa escritora y que le gustaría ponernos en contacto. Como estamos siempre muy ocupados, aún tardamos mucho tiempo desde que nos escribimos por primera vez hasta que nos pusimos cara. Pero un buen día apareció en El Almacén con un sombrero de paja y un vestido largo que el viento fresco de la tarde movía con gracia, como uno se imagina quizás una ondina alsaciana. Venía también, en aquella ocasión, con un libro bajo el brazo.

Era Andrea Bernal, profesora de Filosofía, además de poeta, y venía con un maravilloso regalo: el que entonces era su último libro, Nominalismos (Eolas Ediciones, 2022). Posteriormente con su lectura podría disfrutar de una exploración sobre los nombres y su intencionalidad, la indagación de la palabra poética surgidas, entre otras influencias, a partir de lecturas de escritoras lusófonas que también han sido inspiradoras para mí como Sophia de Mello Breyner o Ana Luísa Amaral.

Pero antes de Nominalismos, Andrea Bernal había escrito otros tres poemarios: Los pájaros (Ed. Eolas, 2013), Adiós a la noche (Ed. La Isla de Siltolá, 2016) y Todo lo contrario a la belleza (Ed. La Isla de Siltolá, 2019). Era, por lo tanto, una autora con un largo recorrido y había participado en encuentros de poesía como el Congreso Internacional de Poesía Fray Luis de León de Salamanca.

Ahora regresa bajo el brazo con Ondina (Huerga&and Fierro, 2024) que, como la propia autora ha explicado: “nace de la profundidad del mar, de una visión de Los Hervideros de Lanzarote”. Una cita de Emerson abre el libro “¿Quién puede adivinar cuánta firmeza ha enseñado al pescador la roca golpeada por el mar?” e insiste en esta idea inicial: la de la inspiración a partir de una larga contemplación del mar agitado de Los Hervideros, una determinación que ha propiciado este libro, lo que la contemplación de ese mar y ese paisaje casi originario de puro basalto ha hecho en su mirada poética.

Andrea Bernal aborda en Ondina, pues, una imagen del mar como ámbito de libertad y de profunda belleza, pero también como lugar de muerte. El legado del mar y más allá el cuerpo-mar, la transfiguración del amor, la inmensidad oceánica del desamor y movimientos telúricos profundos de inconsolable soledad conforman el espíritu del libro. La distancia como un mar que siempre se encuentra entre dos amantes. Siempre he pensado que Lanzarote es una isla para estar enamorados y donde el fracaso amoroso puede terminar por derivar en un acto heroico de creación artística.

¿De qué fuentes puede beber esa creación? Ondina se inspira en el mar, pero también en una obra de 1934, L´air de l´eau, del pionero del surrealismo, André Breton. Y en un sentido más amplio diría que este libro persigue esa afirmación radical sobre la estética de Breton: “la belleza será convulsa o no será”, en esa búsqueda que realiza Andrea Bernal de una belleza que resulta perturbadora y que nos hace sentir incómodos. Para Breton la belleza solo podía surgir de una experiencia intensa, visceral y transformadora. La experiencia de Lanzarote en la vida de una poeta como Andrea Bernal no cabe duda de que lo ha sido.

Una visión del extraño sur de Lanzarote, reproducida por la experiencia y la memoria fractal de una poeta. Otro aspecto para destacar del libro es el carácter fragmentario de los poemas con una asunción de un legado literario en que también, por supuesto, se encuentran algunos tintes del surrealismo de Agustín Espinosa dentro de un marco, de una postura estética a la que nos invita a través de un cierto concierto de voces de un particular imaginario femenino.

Ese imaginario femenino se articula en torno a la mitología desde el propio título del libro. ¿Qué es una ondina? Las ondinas, en la mitología clásica, eran fuerzas elementales que daban vida al cuerpo femenino. Son seres traviesos que se divierten jugando con los humanos, que mueven las aguas provocando corrientes y ahogando, en ocasiones, a pescadores y viajeros sin ser siempre conscientes de ese mal hecho. En un traslado a la actualidad podríamos hacer una comparación con las peligrosas rutas de los migrantes en el norte de África hacia nuestras islas, hacia Europa.

Pero las ondinas también se han enamorado de algunos humanos convirtiéndose en sus protectoras. Eso es exactamente lo que Andrea Bernal hace con el lector: protegerlo en una primera lectura. Después los significados de los poemas se amplían. Las palabras se resignifican. Porque en Ondina encontramos una visión del mar, pero también, como ya he señalado un poemario de amor ¿o de desamor? La remisión inevitable a la película alemana de Christian Petzold y a la revisión, en un traslado al mundo moderno del mito de la ondina me hace apostar también por esta visión sobre el libro, con la cuestión de la traición al fondo.

En definitiva, creo que Ondina resulta una nueva aportación significativa a la literatura, y en particular a la poesía, escrita en Lanzarote en los últimos años. Encontraremos en su lectura una voz solitaria y personal, la intimidad del mar. La leo con la felicidad que proporciona saber que un paisaje tan querido conforma otra mirada, que sus aguas iluminan y encuentra un camino que nos ofrece para compartir a través del océano, recuperando ecos de la vieja voz del mar de Lanzarote que sirve de inspiración profunda para una poeta que ha vivido y sentido con intensidad la isla.

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