"Nuevos códigos"

Agustín García
28 de abril de 2024 (10:38 CET)

No hay mucho que decir cuando miles de personas salen a calle y expresan en bloque su preocupación por la conservación del entorno. 

Las decisiones presentes y futuras desde umbrales públicos respecto a temáticas sensibles como la protección de los ecosistemas, el tratamiento de los residuos, un responsable y ordenado crecimiento urbanístico, el desafío de asentar un modelo turístico sostenible, etc., deben diseñarse e implementarse en consonancia de la diversidad de propuestas y planteamientos de la sociedad civil. 

No se trata de reunirse de vez en cuando con un grupo de vecinos para resaltar las cuatro o cinco iniciativas que nuestros gestores públicos vienen desarrollando con "esmero y afán" para testar los ánimos del personal.

No se trata de vender lo que nace desde despachos técnicos alejados de las actuales realidades sociales y sometidos a exigentes procedimientos de índole administrativo.

No se trata de anular con fiereza voluntades que muestran otras perspectivas, otras versiones, otra profundidad de miras. 

No se trata de apostar por la tibieza y una rancia gestión populista postmodernista revestida de humanismo seudo-ecologista.

Hay que concebir con firmeza, consensuar cambios en las entrañas de la Administración, habilitando una estructura que pueda asimilar y abordar, en tiempos aceptables y con eficacia, las necesidades, prioridades, preocupaciones y aportaciones que los ciudadanos planteen acerca de su barrio, su municipio, su isla... 

Si no incentivamos ese apego mutuo, esa vinculación afectiva en las decisiones comunitarias claves para el bienestar común, la capacidad de mejorar las cosas se hace inviable. Sinceramente, creo que se ha avanzado mucho en este aspecto. Ahora los gestores públicos suelen transitar por algunos foros de debate y reflexión. A pesar de la incomodidad que les produce la falta de costumbre, lo cierto es que se percibe cierta tendencia aperturista en pro de estos encuentros.

No obstante, no se equivoquen. Estas "presencias" no se están dando por su insistencia o comprensión de las "bondades" que ofrece una escucha activa con los ciudadanos. Se han visto en la tesitura de variar el rumbo por nuevos códigos de comunicación (nuevas tecnologías) con un impacto inmediato en la gente. Nuevos códigos y herramientas que, por otro lado, están empezando a usar con efectos perversos en términos de una extrema polarización dogmática donde no caben espacios tendentes acoger lo mejor o más adecuado, sin fricciones contradicciones o prensadas lealtades ideológicas (los anti-tal frente a los anti-cual)

El pánico a que su falta de solvencia quede retratada en las redes sociales o en algún medio digital a través de un comprometido puñado de fotos ha impulsado un salto cuantitativo en las destrezas relacionadas con el "maquillaje público" de sus actos. Les aseguro que no se aborda la cuestión desde paradigmas ideológicos, básicamente obedece a la conveniencia de pulir una estrategia de marketing social. Por supuesto que en los partidos políticos existen personas con una arraigada conciencia comunitaria que pretenden afectar las realidades, que reaccionan con coherencia ante contextos de desigualdades, etc., pero en los marcos relevantes de estas organizaciones las decisiones se vuelven densas, todo pesa en exceso, se miden las consecuencias con obsesión milimétrica. De ahí la incoherencia constante entre lo que predico y lo que muevo. De ahí la urgencia de ajustar consignas internas, de eliminar la tozudez de variables incómodas. Si carecen de una creencia democrática en las extrañas de su funcionamiento, como vamos a pedirles que nos escuchen con atención y protejan los intereses sociales.                                                                                                                               

Me encanta que nos despojemos del acomodo general. Que miles de personas hayan salido a la calle para recordar la esencia ciudadana en comunidad (ciudadano, ser social) solo puede tener una lectura positiva más allá de otros matices más profundos. Me quedo con las ganas de reclamar el derecho a participar, a gritar inquietudes latentes y reivindicar la capacidad de definir horizontes compartidos. Me encanta ese movimiento, ese andar y después hablamos de nuestras cosas. Debemos poner en valor la inquietud mostrada a través del movimiento y la protesta cívica reflexiva, sosegada y bien armada en sus propósitos. 

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