Limosnas envenenadas

Cuando se dice que el pez grande se come al pequeño, la frase no se ciñe sólo al ámbito del mar. El tiburón termina con todo lo que se ponga por delante, pero en tierra también es una constante que el más fuerte abuse del ...

24 de abril de 2009 (04:29 CET)

Cuando se dice que el pez grande se come al pequeño, la frase no se ciñe sólo al ámbito del mar. El tiburón termina con todo lo que se ponga por delante, pero en tierra también es una constante que el más fuerte abuse del ...

Cuando se dice que el pez grande se come al pequeño, la frase no se ciñe sólo al ámbito del mar. El tiburón termina con todo lo que se ponga por delante, pero en tierra también es una constante que el más fuerte abuse del más débil. Y de eso Lanzarote sabe mucho, desgraciadamente, desde hace demasiado tiempo.

El concepto de la "doble insularidad" es mucho más que una letanía repetida. Es una realidad que sufren a diario los consumidores, al enfrentarse a la cesta de la compra, pero también los empresarios que intentan sobrevivir en la isla. Y lo peor es que la supuesta ayuda para superar las barreras, realmente termina siendo un caramelo envenenado.

Es como los recreos conflictivos, donde los mayores se ofrecen a dar protección a los más pequeños, pero a cambio se llevan su bocadillo. En el caso de Lanzarote, con la excusa de proteger a la isla y a su economía, Gran Canaria y Tenerife nos están robando el bocadillo, y hasta la cartera.

Las subvenciones al transporte, vendidas como una ayuda a las islas no capitalinas, para que puedan recibir mercancías a mejor precio, son en realidad una condena a muerte para la economía insular.

Esta semana lo denunciaba la empresa Harinera Lanzaroteña, que con 50 años de historia a sus espaldas, asegura que podría tener que echar el cierre a su fábrica de Arrecife. Y no es la única. Según advertían esta semana desde Felapyme, muchas empresas lanzaroteñas se están planteando trasladarse a Gran Canaria. Y es que los empresarios locales ven cómo los productos de Gran Canaria y Tenerife reciben subvenciones para su traslado a Lanzarote, pero no sucede lo mismo a la inversa. Es decir, los empresarios de las islas menores no reciben ayudas para poder exportar sus mercancías.

Pero esto no es todo. Las islas capitalinas lograron además bloquear las subvenciones al transporte de productos importados desde fuera del archipiélago, si estos también se producían en Gran Canaria o Tenerife. En definitiva, se obliga así al resto de las islas a comprar materias primas o productos elaborados en las dos capitales, o a pagar los gastos de transporte sin subvencionar, si pretenden buscar mejores precios en la península o en otros mercados internacionales.

Pero eso sí, todo esto se hace por el bien de las desfavorecidas islas pequeñas, que necesitan el amparo de canariones y chicharreros, que saben qué les conviene, qué deben consumir y a qué precios y, sobre todo, dónde no deben meterse. Y es que la industria, e incluso determinados sectores agrícolas, son cosa de mayores. Y por tanto, Lanzarote no necesita un puerto en condiciones, ni un Puesto de Inspección Fronteriza, ni todas las mejoras que se han ido bloqueando sistemáticamente.

Pero el problema no es que a la isla le estén dando el pez en lugar de enseñarle a pescar. Es que le están dando las sobras y le están rompiendo la caña, no vaya a ser que la maneje bien y acabe estropeando este esquema al que tanto partido le han sacado.

Lo que Europa entendió hace años, aprobando medidas concretas para reconocer la ultraperificidad del archipiélago, no se ha comprendido aún en Canarias, que sigue sin adoptar planes concretos para paliar la doble insularidad. Y en lugar de eso, pone piedras en el camino.

Sin duda, las subvenciones al transporte son necesarias, pero también deben ser justas para no crear desequilibrios. Y Lanzarote no sólo necesita importar mercancías, sino también mantener su propia economía. Si lo único que se les ocurre el Gobierno de Canarias y al Gobierno central para ayudar a las islas no capitalinas es desindustrializarlas y ahogar a sus sectores económicos, les está condenando a vivir de las limosnas. Y Lanzarote no necesita caridad, necesita justicia.

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