Todavía no ha llegado la Cuaresma, pero muchos lanzaroteños han sentido esta semana que se enterraba una parte del Carnaval de Arrecife, tras el anuncio del Ayuntamiento de que este año no habrá verbenas en el centro. La idea ...
Todavía no ha llegado la Cuaresma, pero muchos lanzaroteños han sentido esta semana que se enterraba una parte del Carnaval de Arrecife, tras el anuncio del Ayuntamiento de que este año no habrá verbenas en el centro. La idea es trasladarlas al recinto ferial, lo que en definitiva supone desvirtuar la esencia de la marcha nocturna de estas fiestas. De hecho, poco tienen que ver las posibilidades que ofrece un frío descampado, con el ambiente que se respiraba en las calles más tradicionales de la ciudad.
El principal argumento esgrimido desde el grupo de gobierno para tomar esta decisión es la seguridad, aunque lo cierto es que no han precisado qué problemas plantea exactamente la zona, más allá de la estrechez de las calles.
Sin embargo, eso no significa que las fiestas no se puedan seguir haciendo donde se han hecho toda la vida. Sin duda una aglomeración de gente, bien sea en un lugar o en otro, siempre puede generar algún conflicto, pero la única manera de evitar eso sería suspender las fiestas y hasta el derecho de reunión, porque nunca se sabe dónde puede saltar la chispa. De hecho, la única vez que ha tenido que actuar el grupo antidisturbios en la isla fue esta Nochevieja, y no precisamente en los callejones del centro, sino en la explanada de la terraza Biosfera, situada junto al recinto ferial.
Por eso, para alegar un problema de seguridad habría que detallar exactamente qué peligros plantean las calles que rodean a El Almacén. Y es que habría que saber si algo ha cambiado de un año para otro como para hacer que ahora la zona sea insegura, o si por el contrario en anteriores ediciones carnavaleras se autorizaron las verbenas de forma temeraria. En cualquier caso, una "temeridad" que se repite en la mayoría de las ciudades de España, que celebran sus fiestas grandes en el centro, muchas veces en los casos históricos, que casi siempre incluyen calles estrechas.
Y por supuesto, en todas las fiestas del mundo se genera suciedad, por lo que utilizar la limpieza como argumento tampoco suena demasiado convincente. A fin de cuentas, estamos hablando de tres noches al año, y Arrecife debería tener recursos suficientes para poder dejar sus calles relucientes una vez terminada la verbena. Y el Consistorio debería seguir haciendo ese esfuerzo por los miles de vecinos que disfrutan de estas fiestas, pero también por la imagen turística que también implican los carnavales.
Pero además, desde el Ayuntamiento se ha esgrimido otro argumento que ya suena a canción repetida: el ruido y las molestias que causa a los vecinos. Esta vez lo ponen en el último lugar de la lista, aunque muchos consideran que ha sido el principal motivo para tomar esta decisión. Y desde luego, si fuera así, habría que empezar por ahí, dejando de escudarse en temas como la seguridad. Porque en este caso, el debate sería otro. Y aunque es cierto que los ciudadanos tienen que tener derecho al descanso, también lo es que residir en pleno centro tiene sus ventajas y sus inconvenientes, y uno de ellos es tener que aguantar el bullicio de un número contado de noches al año, en las que los lanzaroteños quieren tomar las calles y salir a divertirse. Por eso, están bien todos los esfuerzos que se quieran destinar a compatibilizar los derechos de ambas partes, pero suena desproporcionado que la balanza se haya inclinado totalmente hacia un lado.
Ahora, la promesa del concejal de Festejos es que las verbenas en el recinto ferial van a ser una sorpresa para todos, porque se pretende integrar también a los responsables de los locales de ocio del centro, haciendo que haya una gran fiesta en el lugar. Si sus proyectos se cumplen o no lo veremos después del Carnaval, e incluso quizá haya que felicitarle. Quizá realmente este grupo de gobierno cree una nueva fiesta, pero desde luego no será el tradicional mogollón del carnaval. Será algo distinto. Igual hasta deslumbrante, pero otra cosa. Y es que la esencia del carnaval, las noches en la que las mascaritas daban vueltas de chiringuito en chiringuito, de bar en bar, de verbena en verbena, encontrándose con unos y con otros, se habrán quedado enterradas en algún rincón del centro de Arrecife.