La crisis galopa

Pocas cifras reflejan con tanta claridad la crisis económica como las referidas a la alarmante escalada del desempleo, que en Lanzarote volvió a crecer en noviembre más de un 6 por ciento, continuando así una tónica negra ...

5 de diciembre de 2008 (09:21 CET)

Pocas cifras reflejan con tanta claridad la crisis económica como las referidas a la alarmante escalada del desempleo, que en Lanzarote volvió a crecer en noviembre más de un 6 por ciento, continuando así una tónica negra ...

Pocas cifras reflejan con tanta claridad la crisis económica como las referidas a la alarmante escalada del desempleo, que en Lanzarote volvió a crecer en noviembre más de un 6 por ciento, continuando así una tónica negra marcada durante todo el año. De hecho, cuando termine el 2008, la isla habrá prácticamente duplicado el número de parados que tenía al finalizar el 2007.

Y detrás de esos escalofriantes datos, se encuentran las familias que lo están sufriendo en carne propia. Las que a golpe de perder sus empleos y vivir un presente negro y un futuro que no invita al optimismo, han obligado a las instituciones a reconocer que, efectivamente, España está en crisis. Y Lanzarote no ha logrado escaparse de esa realidad.

En el caso del Gobierno central, durante mucho tiempo se intentó negar la evidencia, utilizando eufemismos para evitar nombrar una palabra que ahora hasta se queda pequeña. De "desaceleración" hemos pasado abiertamente a "crisis", y ahora incluso se admite que la situación se seguirá agravando en los próximos meses.

Mientras tanto, la isla se ha encontrado de golpe con el lobo. El manido discurso de que era necesario diversificar la economía no pasó del las simples palabras y, pese a saber lo que podía pasar, la situación ha pillado a la isla sin estar preparada. Afortunadamente, y aunque con un leve retroceso, el turismo resiste, pero no se puede decir lo mismo del sector de la construcción, que ha tenido un gran peso en Lanzarote y ahora ha entrado en horas bajas, con cadenas de despidos.

La inversión en nuevos sectores e incluso la anunciada apuesta por rescatar el sector primario se quedaron en papel mojado. La agricultura, la ganadería y la pesca se han ido ahogando por la propia dinámica de los nuevos tiempos, pero también por la falta de iniciativa de las instituciones, que lo único que han hecho es ponerle más zancadillas al sector, con problemas de calificación de suelo para instalar corrales o promesas incumplidas que a día de hoy, más de una década después, siguen sonando, como la apertura de la quesería.

Durante unos años dorados, las ofertas de trabajo sobraban en el sector servicios, y el turismo y la construcción eran una gallina de los huevos de oro para los empresarios, que se lanzaron a ello tumba abierta. Y mientras tanto, según revelaba esta misma semana un estudio encargado por el Cabildo, más del 40 por ciento del suelo industrial de la isla está sin construir. De hecho, algunos de los polígonos industriales tan sólo están ocupados en un diez o un quince por ciento, y tampoco la zona ZEC cuajó en Lanzarote para intentar diversificar la economía y apostar por nuevos tipos de negocio.

Quizá eso no hubiera salvado a la isla de la crisis, porque sin duda está afectando a todos los sectores, pero al menos la podría haber hecho más fuerte, menos vulnerable. Porque jugárselo todo a una carta multiplica los riesgos y, si realmente las vacas flacas llegaran al turismo, podría ser fatal para la isla.

Ahora, además de asumir las consecuencias de los errores del pasado, toca aguantar el chaparrón lo mejor posible, intentando animar a la inversión privada y realizando una gestión escrupulosa del dinero público, ya que las instituciones también están inmersas en su propia crisis económica. Y aunque tocará hacer recortes, estos no pueden pasar en ningún caso por los temas sociales. De hecho, precisamente ahora es el momento de reforzar las partidas para estos fines.

La excusa de la crisis no sirve para no tener personal suficiente en el Hospital Insular, como denuncian los trabajadores, ni para desoír las reivindicaciones de los discapacitados, ni para no prestar máximo apoyo a las ONG´s, que están cubriendo en la isla necesidades básicas de muchas personas y familias enteras, que no tienen dinero ni para poner un plato de comida en la mesa cada día. Ni siquiera para seguir retrasando el pago de las ayudas a los alumnos que deben estudiar fuera de Lanzarote, que quizá dependen de ese dinero para poder continuar su formación. Ahora, es el momento de que la administración tome las riendas y de que se empiece a hacer bien todo lo que se ha venido haciendo mal durante años, porque Lanzarote ha dejado de ser esa isla de abundancia que caminaba casi sola, a veces, incluso a pesar de las instituciones.

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