Francia y Barcelona

Son inusuales las violentas explosiones sociales como las ocurridas en Francia, pero no por eso inexplicables. De hecho, podría haber disturbios parecidos en muchos países, sin excluir los denominados altivamente «desarrollados». ...

8 de noviembre de 2005 (12:50 CET)

Son inusuales las violentas explosiones sociales como las ocurridas en Francia, pero no por eso inexplicables. De hecho, podría haber disturbios parecidos en muchos países, sin excluir los denominados altivamente «desarrollados».

Normalmente, los marginados (20% de pobres en el Estado español, ¡8 millones de personas!) no levantan la palabra, no están organizados, y además los medios de comunicación los hacen casi invisibles. De ahí que los gobernantes occidentales, preocupados únicamente por servir al gran capital y por convencer a la conformista clase media, viran hacia la centroderecha, alejándose de las políticas redistributivas. Por el contrario y para paliar los fantasmas que crean para atemorizar a la clase media (como la delincuencia, el incivismo, la inmigración, etc...), los gobiernos se presentan como salvadores con políticas represivas y policiales.

Evidentemente, la solución a la exclusión no es quemar coches de conciudadanos, pero el gobierno francés se hacía el sordo y esto hará ver que, las políticas antisociales y la insistencia en la represión deSarkozy, no traen nada más que el odio contra el sistema. Si los graves disturbios llevan a la bienestante sociedad francesa a hacer una seria reflexión, habrán de agradecerlo a los «vándalos», porque estaran sentando las bases para evitar verdaderas crisis futuras mucho más graves que la quema de coches. Y todo esto me hace pensar en Barcelona, dónde el Ayuntamiento orienta la ciudad hacia el diseño y la imagen exterior, olvidando poco a poco el bienestar social de sus habitantes, y cada vez se enfoca más hacia políticas represivas contra el supuesto «incivismo».

Un «incivismo» que es el gran saco dónde meter todo lo que la ciudad-escaparate quiere rechazar de sus calles: jóvenes, inmigrantes, prostitutas, indigentes, top manta, mendigos,... más bien víctimas económico-sociales que verdugos. El caso francés nos tiene que hacer reflexionar que medidas represivas, orientadas a la paz social, pueden acabar generando todo lo contrario: odio social. No rompamos la gran convivencia y civismo que hay en Barcelona y trabajemos para redistribuir y garantizar una vida digna a todos los barceloneses.

Jordi Oriola Folch

LO MAS LEÍDO