Primero hay que creérselo

Cuando una conocida periodista de la televisión nacional o un deportista de élite se suben a un escenario y empiezan a alabar la belleza y la magia de ese lugar y de toda una isla, y resulta que esa isla es Lanzarote y el lugar el ...

12 de marzo de 2010 (07:34 CET)

Cuando una conocida periodista de la televisión nacional o un deportista de élite se suben a un escenario y empiezan a alabar la belleza y la magia de ese lugar y de toda una isla, y resulta que esa isla es Lanzarote y el lugar el ...

Cuando una conocida periodista de la televisión nacional o un deportista de élite se suben a un escenario y empiezan a alabar la belleza y la magia de ese lugar y de toda una isla, y resulta que esa isla es Lanzarote y el lugar el auditorio de Los Jameos del Agua, sin duda la primera sensación es la de orgullo, pero lo siguiente debería ser una reflexión sobre si realmente somos conscientes de los encantos que nos rodean.

La Gala del Deporte celebrada el pasado lunes en la isla, de la mano de la Asociación Española de Prensa Deportiva, ha vuelto a ser un trampolín para que Lanzarote salte a las páginas de los medios de comunicación de todo el país. Sobre todo en los especializados, que en ocasiones son los más leídos, como es el caso de Marca, que dedicó una doble página al evento.

Sin duda una importante promoción mediática y otra quizá aún más valiosa, la del boca boca de los más de cien asistentes, entre periodistas de toda España y destacados deportistas del panorama nacional. Pero además, eventos como éste deberían servir para recordarnos que esta isla en particular, y Canarias en general, son más que merecedoras del prestigio que alcanzaron en su día como destino turístico.

Evidentemente, eso no significa caer en la autocomplacencia ni dejar de ver las carencias. En realidad, supone todo lo contrario. Hay que seguir indignándose cuando se ven las deficiencias del muelle de cruceros o del aeropuerto. Cuando se ve cómo las playas van perdiendo arena sin que se le ponga remedio. Cuando se contempla cómo se han arrasado a fuerza de cemento muchos puntos de la costa. Cuando la gestión política va minando parte de los recursos de lo que debería ser un paraíso para quienes visitan la isla y, sobre todo, para quienes residen en ella, que sin embargo se enfrentan día a día a importantes carencias de infraestructuras.

Pero todo ello, no puede dar pie a una mentalidad derrotista ni a verlo todo negro. Es necesario ser conscientes del potencial que sigue teniendo Lanzarote, para reivindicar con más fuerza a las instituciones que estén a la altura y hagan su trabajo, pero a la vez para ser capaces de transmitir a los que nos visitan y a los potenciales turistas que Lanzarote vale la pena. De hecho, también hay que convencerse de que el turismo vale la pena.

En muchas ocasiones, se cae en cuestionar determinadas inversiones relacionadas con la promoción turística, por el gasto que suponen, sin tener en cuenta que es fundamental impulsar un sector económico que es vital para el futuro de todos. De los que viven directamente del turismo, y de los que lo hacen indirectamente.

Sin embargo, algunos incluso ven como un enemigo lo que en realidad es una fuente de riqueza. Y es que el problema no está en esa actividad económica, sino en cómo se ha explotado en Lanzarote.

Pero pese a todo, a veces la visita de alguien de fuera nos ayuda a ver la isla con otros ojos. A ver el vaso medio lleno y a ver lo que aún podemos y debemos mantener. Porque lo que para un residente lanzaroteño puede parecer un día frío y gris, para un peninsular recién llegado es una agradable mañana de "calorcito", si lo compara con el frío invernal que ha dejado atrás. Y eso, puede ser extrapolable a muchas otras cosas.

Dicen que "para ser guapa hay que creérselo", que "para triunfar hay que creérselo", que "para ser actor hay que creérselo"? Pues siguiendo esa misma frase hecha, para ser un destino turístico de primer nivel, también habrá que creérselo, y gritarlo a los cuatro vientos entre todos. A los turistas, y a los gobernantes. Sobre todo a estos últimos.

Más allá de que el orgullo de la tierra siempre estará ahí, los lanzaroteños miran muchas veces su isla con los peores ojos, pensando que ya no es lo que fue, que éstos o aquellos la han hundido, que todos son iguales, o que ya no hay nada que hacer ni sirve de nada luchar.

Ahora, en plena crisis económica y cuando las vacas gordas han quedado atrás, es cuando más hay que convencerse y más hay que exigir que Lanzarote siga siendo una "isla afortunada". Pero primero, hay que creérselo

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