Cuestión de piel

Conmovernos con los problemas de los demás es cuestión de piel. De ser capaces de ponernos en el pellejo del otro. De entender su historia o su drama. Eso es precisamente lo quería hacer Jöel Van Houdt cuando decidió subirse ...

12 de septiembre de 2008 (13:18 CET)

Conmovernos con los problemas de los demás es cuestión de piel. De ser capaces de ponernos en el pellejo del otro. De entender su historia o su drama. Eso es precisamente lo quería hacer Jöel Van Houdt cuando decidió subirse ...

Conmovernos con los problemas de los demás es cuestión de piel. De ser capaces de ponernos en el pellejo del otro. De entender su historia o su drama. Eso es precisamente lo quería hacer Jöel Van Houdt cuando decidió subirse a una patera y vivir la experiencia que atraviesan miles de inmigrantes que quieren huir del hambre del tercer mundo.

En la mayoría de los casos, a España y en particular a Canarias, que sufre muy de cerca este fenómeno, estos dramas humanos llegan en forma de cifras y traducidos como un problema. Pero no para los que se han jugado la vida para intentar sobrevivir, sino para el primer mundo. Casi nunca se piensa en ese padre que lo deja todo atrás para intentar sacar adelante a su familia. O en esa madre que se sube a una barcaza estando embarazada o con un bebé en brazos. A veces, ni siquiera en ese niño que llega a nuestras costas con sus inmensos ojos mirando al futuro.

Probablemente porque es cuestión de piel, y la suya es distinta, su drama nos duele menos. Hay quienes les miran con abierto rechazo. Otros, con miedo, como si esas personas que llegan mojadas y debilitadas por una cruel travesía fueran una amenaza para su mundo. Pero incluso quienes son capaces de conmoverse, probablemente lo sientan como un dolor más lejano que si vieran al hijo de su vecina muriendo de hambre porque su familia no tiene dinero ni para comprarle un vaso de leche.

Y lo mismo sucede cuando estos viajes desesperados terminan de forma trágica. Sus muertes duelen menos. Son sólo números. Una fría estadística que puede cobrar vida si sale a la luz el reportaje elaborado por este fotógrafo holandés. Aunque eso sí, primero tendrá que recuperar el fruto de su trabajo, que ha sido requisado por las fuerzas de seguridad.

No es la primera vez que un periodista se embarca en una experiencia así, y probablemente no será la última mientras dure esta dramática realidad, pero desde luego es poco frecuente, y su testimonio es toda una lección de vida. Un reflejo de los que han hecho negocio de la miseria y son capaces de estafar a personas desesperadas, cobrándoles por adelantado un viaje que a veces no llega a realizarse. Del miedo que recorre el cuerpo antes de subirse a una insegura embarcación, sin saber a ciencia cierta si llegarán a su destino. De la abrupta llegada y, al final, de los sueños truncados cuando el viaje termina, en este caso, en la isla de La Graciosa, y con todos los inmigrantes "retenidos". Han invertido sus ahorros, se han jugado la vida, y ahora esperarán en un centro de internamiento hasta ser devueltos a sus países. Al menos los adultos. Y entre los muros de ese centro, quizá ni sospechen que nadie les quiere cerca, ni siquiera aunque estén encerrados.

El testimonio de Jöel Van Houdt a La Voz da dimensión a muchas cosas ante las que la sociedad a menudo cierra los ojos. Y viene bien que alguien venga a abrírnoslos. Él, como ciudadano europeo, se enfrenta a una sanción administrativa por haber entrado a España por un punto no habilitado, pero el resultado de ese viaje debe ver la luz.

De hecho, quizá la única manera de empezar a dimensionar de verdad este problema sería conocer todas las historias que esconde. Como la de ese hombre que falleció en el mar, y cuyo cuerpo fue apareciendo despedazado en zonas tan distantes como el puerto de Arrecife y las aguas de Papagayo, sin que nadie lo reclamara. Siete días después, sobre él sólo había una trágica hipótesis: se cree que podía viajar en la patera que estuvo una semana a la deriva en aguas canarias, y que finalmente fue localizada y trasladada a Arguineguín, con trece cadáveres en su interior, y uno más que fue localizado poco después flotando en el mar. Y por la zona donde aparecieron los restos humanos en Lanzarote, la teoría es que pudo ser arrastrado hasta aquí por un barco. Aunque ni siquiera se sabe con certeza. En definitiva, una espeluznante historia que nunca nadie contará del todo. Como tantas otras.

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