Apología del transfuguismo para presidir con “dignidad”

Pedro San Ginés
21 de diciembre de 2021 (09:52 CET)
Actualizado el 21 de diciembre de 2021 (09:55 CET)

Cuando en junio de 2019 Dolores Corujo asumió la presidencia del Cabildo, aseguró que “venía a dignificar la institución”, como si la institución fuera indigna, y “el ejercicio de la política”, que ciertamente sí tiene mucho que dignificar, y nadie mejor que ella y Carlos Espino lo saben.

Camino de los tres años de mandato, la obsesión de Corujo con un servidor, su política de tierra quemada y la permanente revisión falseada del pasado, siguen siendo la prioridad en su agenda política.

Mientras, tras descabezar sin la menor consideración y por errado sectarismo a una quincena de Jefaturas de Servicio, el Cabildo y Lanzarote siguen sin proyecto de isla y dando la espalda a la estrategia sostenible aprobada por el Consejo de la Reserva de la Biosfera. Sin dar un solo paso para un nuevo Plan Insular, sin planes para combatir el desempleo juvenil más alto de Europa, sin comenzar la nueva residencia de mayores adjudicada, sin empezar la construcción de ninguna de las viviendas públicas mil veces anunciadas, siendo el último en otorgar unas exiguas ayudas por la pandemia, sin ninguna política agraria o energética, privatizando servicios de dependencia que funcionan bien, y sin tantas otras cosas.

Eso sí, cuentan con un enorme aparato de propaganda, aunque en realidad no presente un solo proyecto destacable en el mandato.

La razón de ser de las obsesiones de la presidenta formal, y el in pectore, Carlos Espino, no es otra que los últimos resultados electorales.

Porque, cuando a pesar de la enorme ola nacional socialista y múltiples artimañas de entonces soterrado transfuguismo político, el PSOE obtuvo una victoria electoral por la mínima diferencia sobre Coalición Canaria, que volvió a resultar premiada a pesar del previsible desgaste de diez años de gobierno sometido a perversos ataques por tierra, mar y aire; Corujo ya preveía por los sondeos que CC batiría su propio récord absoluto de votos en las últimas elecciones de 2019 al Cabildo de Lanzarote, como así fue; crecimos un 20% incrementando en 2.500 votos los resultados obtenidos cuando las habíamos ganado en 2015.

Corujo sabía igualmente que CC ganaría las elecciones al Cabildo en cuatro de los siete municipios de Lanzarote, arrasando en la capital, y por supuesto en La Graciosa, como así ocurrió.

Por eso Corujo y Espino sabían que la favorable ola nacional socialista no sería suficiente, y previo a las elecciones, pergeñaron su particular “apología del transfuguismo”, prodigándose en múltiples ofrecimientos a dirigentes de otros partidos a cambio de que respaldaran al PSOE traicionando a sus propias siglas.

Ofreció un cargo al entonces consejero y cara visible de Ciudadanos, Benjamín Perdomo, y ambos cumplieron: Ciudadanos desapareció del Cabildo como partido y hoy Benjamín es consejero de los CACT.

Ofreció un cargo a la entonces concejal de Somos en San Bartolomé y aparente candidata de esta formación al Cabildo, Paula Corujo, y ambos cumplieron: Somos desapareció del Cabildo como partido y hoy Paula es consejera no electa.

Al entonces consejero y líder de Podemos, Carlos Meca, a saber qué le ofrecieron para que en campaña atacase públicamente a su propia organización política y respaldara la candidatura de Corujo, pero vaya que sí lo hizo.

Prometió a la Plataforma Municipal de Haría de Pepe Torres la alcaldía a cambio de sus votos al PSOE, pero aquí solo cumplió la PMH aportándole sus 600 votos, aunque este caso no puede asimilarse al transfuguismo de los anteriores.

Pero pese a todo ese apoyo externo y el viento nacional a favor, la victoria del PSOE fue por apenas 160 votos sobre una reforzada CC que mejoró la confianza ciudadana, y a Dolores Corujo, sabedora de que el viento favorable cambiaría, le empezó a aterrar la idea de que ella no pudiera superar siquiera la primera reválida en 2023, o lo que sería peor, la catástrofe de no terminar el mandato. Por eso tenía que blindarse en la presidencia, así fuera elevando a la categoría de delito su apología del transfuguismo.

Primero, pactaron con Podemos en Tías, maniatando a su consejero “opositor” en el Cabildo, Jorge Peñas, al que nombraron asesor del ayuntamiento. Pero les faltaba un consejero electo ajeno más que transfugar, para sumar en un pacto alternativo al suscrito con el Partido Popular, que evitase la posibilidad aritmética de una censura. Así, Corujo y Espino indujeron el más escandaloso caso de transfuguismo vivido en Canarias, como cómplices y encubridores de que un consejero dictaminado “no adscrito” por el secretario de la corporación, es decir un tránsfuga oficial, lleve cobrando dos años de las arcas públicas sin tener derecho a ello y sin acudir a su consulta médica en plena pandemia.

Por último, la incorporación de Podemos a este gobierno pro transfuguismo, tras perjurar y garantizar públicamente su portavoz en el Cabildo que “jamás gobernarían con el tránsfuga de Sosa”, para escudarse ahora en que su pacto es solo con el PSOE, no puede ser más insultante para el más elemental sentido común. De traca.

Así y con todo, por el bien de Lanzarote, ojalá que este pacto sirva para algo. Por nuestra parte seguiremos proponiendo desde la oposición, pero si a esta apología del transfuguismo es a lo que se refería Dolores Corujo cuando aseguró que venía a dignificar la institución y el ejercicio de la política, que sea la ciudadanía quien la juzgue en 2023. 

 

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