"Le encontré medio desnudo, casi muerto, con alucinaciones y tumbado en medio de excrementos y bichos en su garaje". La espeluznante frase la pronuncia Arturo Fernández, uno de los ángeles de la guarda de Carlos Zamora, el hombre enfermo de Valterra que, desgraciadamente, falleció el pasado lunes día 7 de marzo. Ni los cuidados de Arturo ni los de Luis Lemes, su otro apoyo en la isla, lograron que finalmente Carlos fuera ingresado para que le trataran el tumor que tenía en el cuello, tal y como él había pedido en más de una ocasión y había denunciado a La Voz.
A Arturo sólo le dio tiempo a llegar al garaje de Carlos y, al ver en el estado lamentable en el que se encontraba, llamar al 112. Así, este hombre enfermo logró finalmente ser ingresado, tras decenas de peticiones, pero acabó falleciendo días después en el hospital Doctor José Molina Orosa. A su entierro, pagado por el Ayuntamiento de Arrecife, sólo acudió Arturo, Luis y la familia de éste último. "Arturo logró que viniera un cura, si no le entierran como a un perro", lamenta Luis, su amigo desde hace más de 20 años.
La trágica historia de Carlos Zamora, natural de Sevilla, pero residente en Arrecife desde hacía 22 años, se remonta a agosto. Llevaba ya más de cuatro años viviendo en un garaje por su pésima situación económica. Sin embargo, sus mayores problemas llegaron cuando le salió un bulto en el cuello. "Fue al médico y le dijeron que era un bulto de grasa, nada más. Posteriormente se le explotó y le salió la úlcera. Volvió al médico y estuvo esperando meses para que le hicieran una prueba que, finalmente, se la realizaron en una clínica privada de Lanzarote en diciembre", explica Arturo Fernández, uno de los vecinos que día a día iba a visitar a Carlos en su garaje.
"Carlos presentó la prueba en la Seguridad Social y, a partir de ahí, comenzó la dejadez sanitaria", denuncia Arturo, que asegura que desde diciembre hasta febrero "nadie le llamó para someterle a ninguna prueba". Por ello, decidió ponerse en contacto con La Voz para hacer pública esta historia. "En principio, confié en la sanidad pública, pero cuando vi que no se hacía nada, me movilicé para que le ingresaran", asegura este vecino, asturiano, de 28 años.
En febrero, le enviaron a Las Palmas a hacerle unas pruebas. A esta visita médica le acompañó Luis Lemes. "Tuvimos que presionar para que le mandaran al Hospital Doctor Negrín. Cuando estuvimos allí, se reunieron más de ocho médicos y me dijeron que no se podía operar, que no valía casi la pena ni iniciar un tratamiento de lo avanzado que estaba el cáncer. Estaba desahuciado", lamenta Luis.
Sus ángeles de la guarda
A partir de ese momento, Arturo y Luis se volcaron en facilitarle la vida a Carlos Zamora. "La sopita de mi mujer no le faltaba nunca. Siempre he intentado cuidarle, darle cariño y ánimo. Siempre estuve ahí, menos una semana que estuve ingresado en Las Palmas", explica Luis Lemes. Arturo también se volcó con Carlos desde que se enteró de su enfermedad, pese a que llevaban más de un año sin hablarse.
"Llevábamos un año peleados, pero cuando me enteré de su estado fui a ayudarle. Él jamás me pidió perdón, pero por sus gestos sé que estaba agradecido. Necesitaba mi ayuda y la tuvo y con eso me vale. Yo soy cristiano, tengo convicciones religiosas, y lo mínimo era ayudarle", indica Arturo.
Después de que La Voz publicara la terrible situación de Carlos Zamora, "empezaron a venir médicos y personal de servicios sociales a atenderle en su garaje", señala Arturo. Al principio, desde el Ayuntamiento de Arrecife le anunciaron que iba a ser ingresado en el Hospital insular, algo que nunca ocurrió. Posteriormente, el Consistorio le prometió un piso para que abandonara el garaje, pero éste también llegó demasiado tarde. A principios de marzo, el estado de Carlos ya era "horrible". "Al pobre hombre se le saltaban las lágrimas de dolor", afirma Luis, al tiempo que Arturo asegura que los últimos días "Carlos se recostaba en una mesa para aliviar sus dolores".
Cuando Arturo acudió a su garaje, llamó al 112 y logró por fin que le ingresaran en Urgencias del Hospital Doctor José Molina Orosa, Carlos sólo tenía una preocupación. "Me decía cuánto le iban a cobrar, que él no tenía dinero. Luego, el pobre, estaba súper contento porque le habían lavado los pies", señala este vecino.
El entierro
Finalmente, Carlos acabó falleciendo el lunes 7 de marzo en el hospital. A su sepelio sólo acudió la familia de Luis Lemes y Arturo. Al entierro ni tan siquiera iba a acudir un sacerdote, pero gracias a Arturo un cura amigo suyo pudo oficiar una pequeña misa en el cementerio. "¡Qué vergüenza! Parece que se lo querían quitar de en medio, enterrarle y adiós", lamenta Luis.
Ahora, su cuerpo descansa en el cementerio de Arrecife, bajo una lápida que encargaron sus dos únicos amigos. Ambos recuerdan anécdotas que vivieron con Carlos. "Le conocí hace más de 20 años, cuando llegó a Lanzarote a trabajar en la construcción, donde también trabajaba yo y mi hermano. Él pidió trabajo de peón, pero como no había, acabó metiéndose a maestro de obra, que no tenía ni idea. Para que no le echaran, copiaba los movimientos de otros obreros. Me reía un montón con él", rememora Luis.
Arturo, por su parte, habla del carácter "peculiar" de Carlos y de "lo orgulloso que era". Eso sí, se alegrade haberse reconciliado con él. "Al final, era más receptivo y más cariñoso y a mí, con eso, me basta", señala este joven asturiano.
A Arturo y a Luis siempre les quedará la tristeza de que Carlos no hubiera sido atendido "como es debido". "Creo que se le fue las manos a Sanidad con todo este asunto", especula Luis. Por su parte, Arturo se muestra más contundente. "Queremos que la gente se dé cuenta de lo que ha ocurrido, de la dejadez que ha habido en todo este asunto. No queremos que esto vuelva a suceder. El pobre Carlos está muerto y ya no sufre, pero no queremos que esto le pase a otra persona, no queremos que esto se repita", implora Arturo Fernández.
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[EDITORIAL: Las cavernas de la sociedad->51414]