"A Barcelona o al infierno". Una frase sentenciosa y dramática, en boca de centenares de inmigrantes que dejan todo atrás y se embarcan en busca de una vida mejor. "Es su última oportunidad para proteger a sus familias". Así ilustraba Susan George la desesperación de estos inmigrantes, el motivo último de cada uno de ellos a la hora de tomar una complicada decisión en la que se juegan la vida.
Este lunes, la analista estadounidense realizó un recorrido por las causas de un fenómeno, que forman un conglomerado de causas y consecuencias, en el que todo está interrelacionado. "Gobernar es prever, ver más allá del tiempo", explicaba Susan George. "Y eso es lo que nuestros gobiernos no han hecho". La inmigración no es un fenómeno sorpresivo. Las acciones y decisiones de los países desarrollados en los últimos treinta años han dado lugar a una cadena causal en la que el subsahariano que muere en el mar es el último eslabón. "Los países pequeños se endeudaron hasta las cejas", indicó George. "Y finalmente, esa deuda la están pagando los ciudadanos de estos países menos desarrollados, lo que les impide salir adelante y les hace viajar hasta otros países para conseguir dinero". Colegios, hospitales y servicios públicos que han ido desapareciendo mientras la población ve aumentar los precios de los productos más básicos.
"Los gobiernos del Sur piensan que son demasiado débiles para enfrentarse a los acreedores y negarse a pagar, mientras el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundialinstruyen un 'programa de austeridad', para apretarse los cinturones", explicaba George. "Las consecuencias de todo esto han sido devastadoras".
Algunos países como Noruega han cancelado la deuda externa. Pero, generalmente, al Norte no le interesa seguir este ejemplo, ya que el mercado libre se nutre de esta situación de polarización entre pobres y ricos. "Lo que importa no es el dinero, sino el control ejercido sobre estos países, por eso la deuda no se cancela, a pesar de todas las campañas", ha indicado George.
La situación de los inmigrantes en Europa suele ser complicada. Sucesos como los disturbios de Francia el pasado año, cuando centenares de hijos de inmigrantes decidieron hacerse notar mediante la quema de decenas de automóviles, demuestran que algo falla. Para normalizar su situación, "debemos legalizarles, de modo que contribuyan con parte de sus salarios a la seguridad social, pensiones, etc, y que al mismo tiempo, puedan seguir enviando dinero a sus casas, a sus familias, pudiendo entrar y salir libremente del país", explicaba la socióloga.