El Cabildo de Lanzarote ha acordado adherirse y respaldar la propuesta del Cabildo de Tenerife para que la técnica de la roseta que se practica aún en ambas islas, denominada Tenerife Lace, sea declarada Bien de Interés Cultural de Canarias.
“Es absolutamente necesario proteger y poner en valor este oficio tradicional que traspasó las fronteras de las islas, y reconocer a quienes hoy mantienen vivo el legado de aquellas mujeres que, con su trabajo, esfuerzo e ingenio, se convirtieron en el pilar de la economía de muchas familias del archipiélago”, señala la presidenta del Cabildo y consejera de Patrimonio, María Dolores Corujo.
La técnica de elaboración de la roseta/Tenerife Lace se empezó a desarrollar en todo el archipiélago a partir de los primeros pobladores castellanos, siendo Tenerife y Lanzarote las islas en las que aún se mantiene esta actividad.
A finales del siglo XIX, las grandes casas comerciales asentadas en el Puerto de la Cruz comenzaron su exportación al extranjero. Desde allí partían embarcaciones cargadas de rosetas elaboradas, principalmente, en Tenerife y Lanzarote, con rumbo a los grandes puertos europeos en lo que supuso la gran expansión de un negocio hasta entonces doméstico.
Los grandes beneficios que proporcionaba un producto que comenzó a denominarse Tenerife Lace en las revistas del hogar y en los libros dedicados al textil británicos, llevaron a muchas mujeres rurales a dedicarse a ella. En Lanzarote, de hecho, se estima que unas 2.000 mujeres elaboraban roseta en sus hogares para contribuir a la economía familiar.
La competencia y, sobre todo, el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914) frenaron el tráfico marítimo y, por tanto, una industria en auge y “de alta rentabilidad”, recuerdan desde el Cabildo.
Tras la guerra civil española, las labores desde el hogar vuelven a cobrar importancia. Se organizaron entonces talleres en los que se enseñaban formas y estilos que de otra manera se hubiesen perdido y que se conservan gracias al esfuerzo de muchas artesanas de las islas.
Desde mediados del siglo XX, en América y Europa se habla del encaje de Tenerife o del Tenerife Lace. Distintas investigaciones señalan que detrás del Ñanduti, de Paraguay; los Soles de Maracaibo, en Venezuela; los Soles de Naranjito o de Moca, en Puerto Rico; los Motivi, de la isla de Hvar, en Croacia, y de las rosetas de Luisiana está la mano de las mujeres que partieron de las islas en las distintas oleadas migratorias que llegaron a América, Asia y Europa.