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Mi paso por la Oficina de Orientación al Empleo

Soy una mujer de 51 años, que actualmente como tantísimos españoles se encuentra en el paro. No hace mucho recibí una llamada de la Oficina de Orientación al Empleo comunicándome que tenía que presentarme al día siguiente en sus ...

7 de marzo de 2009 (00:51 CET)

Soy una mujer de 51 años, que actualmente como tantísimos españoles se encuentra en el paro. No hace mucho recibí una llamada de la Oficina de Orientación al Empleo comunicándome que tenía que presentarme al día siguiente en sus instalaciones, cosa que hice, debo confesar con gran alegría. Llegado mi turno fui atendida por la persona asignada para mi "caso", quien me explica cuál es el fin de ese departamento, que pertenece al Cabildo, pero que está financiado por el Fondo Europeo a través del Gobierno de Canarias.

Siguiendo con su alegato, el cual yo escucho muy interesada, por fin alguien me iba a enseñar el camino para encontrar trabajo, prepararme psicológicamente -o eso entendí-, para adaptarme a cualquier tipo de empleo. Le cuento cual es mi experiencia laboral, y de repente sus ojos se abrieron de forma desmesurada: había descubierto la solución para resolver mi situación actual. "¡Ya sé cual es su problema" -exclamó el erudito- "usted tiene sobreexperiencia y así será muy difícil que encuentre un trabajo!"

Podrán imaginarse mi asombro. Lo sigo y como la Chana, pienso: yo me quedo bobaaa, ¿por qué no me habrán llamado antes los del Cabildo? Les hubieran ahorrado a la Seguridad Social mi estancia en el box de urgencias por la arritmia y el tratamiento posterior debido a las secuelas ocasionadas. Claro que todo fue debido a mi preocupación por no saber qué iba a ser de mi vida, a partir del momento en que me quedé en el paro. Le respondo pues sí, me ocupé de formarme estos últimos treinta y seis años, para así poder rendir mejor en los puestos de responsabilidad que he desempeñado en las distintas empresas para las que he trabajado, soltándome de repente: "Eso hay que arreglarlo, tenemos que modificar el curriculum, mejor dicho, tenemos que hacer varios y adaptarlos al tipo de empleo al que quiera acceder, por lo que la vuelvo a citar para que venga otro día con el mismo y empezaremos a trabajar sobre ello".

En estos instantes me encuentro delante de varios folios en blanco, porque se me plantean unas dudas muy grandes: ¿Qué parte de mi experiencia laboral elimino? Sobre el papel no tiene importancia, mas o menos se puede arreglar, pero si quito que trabajé en la agencia de aduanas, algunos de los que pasaron por mi vida y dejaron una huella negativa desaparecerían (no estaría mal) pero? ¿y mi hijo mayor? ¿Qué haría sin el, a pesar de lo trasto que es? Vale, ¿y mi paso por la empresa de perfumería? ¡No, no, eso tampoco. Mi segundo hijo tampoco hubiera nacido! Vamos a por otra: la sociedad de valores y bolsa. ¡Qué tiempos aquellos en los que me sentí como la Princesa Letizia, dando el parte por la tele, que si el Nikkei, que si el Dow Jones cerró con bajas (don jons, ¡cuanto me costó pronunciarlo!), que risas...

¿Y la compañía de seguros? Una época importantísima en mi vida. Aprendí a caminar sola, solté por primera vez el bastón de la codependencia emocional? Pues como que tampoco me apetece olvidarme de ella. Por último el sector de las telecomunicaciones, donde por fin me dejaban trabajar a gusto, basándose en la confianza y el respeto. Por supuesto también me lo curraba, y mucho. Mi viaje a Suecia, donde mis amigos alegando que yo era una mujer resuelta, me marcaban las rutas sobre un plano de Estocolmo y me decían, "apatrulla" como solo tú sabes hacerlo y yo cagada sin tener idea de inglés me iba, pero regresaba, eso sí notaba que cada día el itinerario era mas largo. Más tarde me enteré de que lo hacían adrede a ver si me perdía. En otra vida debí ser una perra perdiguera (besos para mis suecos preferidos).

En fin, plasmar en un papel realidades a medias es fácil, pero cómo me quito la experiencia de encima con lo que me ha costado adquirirla a pesar de que lo vivido, unas veces mas llevadero y otras menos, pero en su conjunto bastante gratificante.

Por lo tanto he decidido y les pongo en su conocimiento señores de la Oficina de Orientación al Empleo, financiada por los Fondos Europeos:

¡¡QUE NO VOY A CAMBIAR NI UNA LETRA DE MI CURRICULUM VITAE!!

Vaya, ¿eso me traerá problemas, generará algún tipo de represalia, caerán las estadísticas y esos puestos de trabajo no podrán ser ocupados por iluminados?? De lo que estoy segura es que nadie va a borrar mi memoria histórica.

Termino esta reflexión mostrando mi agradecimiento a los organismos implicados en este suceso, porque gracias a estos acuerdos, me han dado la oportunidad de reafirmarme en la idea de que un profesional puede ser igual de bueno en cualquier puesto que desempeñe, que sólo depende de la empresa que lo contrate el aprovechar dichos conocimientos en beneficio propio, en vez de mostrarse resistentes a que lo desarrolle por temores absurdos, como puede ser el que se considere su cualificación un peligro para ciertos responsables de la misma.

Y como en los cuentos de hadas, mi próximo jefe y yo viviremos felices, el me pagará la nómina cumpliendo con sus deberes, como darme de alta legalmente, y a cambio yo le prometo serle fiel y trabajadora, hasta que el contrato se rescinda libremente por alguna de las partes o de forma natural, como sería la jubilación. Total para lo que me queda.

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