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"La lluvia en Lanzarote no trae sólo imágenes grises"

La lluvia en Lanzarote no trae sólo imágenes grises. Es mucho más. Cuando asoman nubarrones en el cielo, ésos de color grisáceo que parecen mostrar un ánimo tristón, mitad pesadumbre mitad frío, las notas de piano o los ...

13 de abril de 2009 (03:24 CET)

La lluvia en Lanzarote no trae sólo imágenes grises. Es mucho más. Cuando asoman nubarrones en el cielo, ésos de color grisáceo que parecen mostrar un ánimo tristón, mitad pesadumbre mitad frío, las notas de piano o los acordes de un violín transforman el ambiente convirtiendo el paisaje en pura poesía.

Cuando caen lluvias torrenciales, de las que amilanan acobardando el alma con su estruendo, o llovizna suave y dócil, que asemejan pequeñas rabietas del cielo, le explico a mi hijo que los aguaceros surgen porque las nubes lloran para luego dejar paso al sol que, con su calor, les devuelve la felicidad que habían perdido. "Mi cachito de carne", como llamo habitualmente a mi retoño, pregunta siempre lo mismo con la llegada de chubascos: "¿Y por qué estaban tristes? ¿Por qué lloraban?"

Y le tengo que explicar que todos lloramos y reímos en determinados momentos del día o de la noche; que no es malo y que tampoco es fantástico. Que a veces se llora de tristeza y otras de felicidad. Que las risas pueden provocarlas instantes alegres o situaciones inesperadas. Que llorar a veces es tan bueno como reír. Que tenemos lágrimas en nuestros ojos que debemos dejar salir porque en caso contrario, nuestro cuerpo se hincharía como un globo lleno de agua y nos iríamos todos hacia el cielo. Una vez allí, seguro que a las nubes no le iba a gustar demasiado que nos sentáramos y paseáramos entre sus cuerpos blancos y esponjosos porque el cielo es del sol, de las nubes, de la luna y las estrellas y cada uno tiene su lugar. Ellos arriba y nosotros aquí debajo.

Entonces él me responde: "Ahh vale..." Y la pasividad vuelve a su rostro al escuchar las notas del piano que acompaña siempre los paseos lluviosos en mi coche: Schubert - Trio n°2 en mi bémol, Opus 100. Un bellísimo violín y un sonido de piano insistente que balancea junto con las cuerdas para hacernos deslizar por un tobogán de alivio y relajación camino a casa.

"¿El Violín llora verdad mamá?" - Así es, cariño. Llora acompañando la lluvia porque se pone triste como ellas. Pero luego será el piano quien le dé un empujoncito y los dos juntos se dejarán caer por el tobogán de la felicidad para jugar al escondite. Y él vuelve a responder: "Ahh vale..."

Y continuamos en silencio, escuchando esta fabulosa y mágica melodía que nos llevará de vuelta a la calidez y a la hermosura del Flamboyán que crece bajo casa, con sus verdes y delicadas hojas y sus maravillosas flores de color rojo brillante.

Perfecta combinación para felicitarme a mí misma, una vez más, por estar viva: Música, Luz y Lluvia.

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