Zapatero vuelve a Lanzarote

Eligió la isla para desconectar de sus responsabilidades como presidente del Gobierno, por primera vez, en 2005. Cuatro años, el período equivalente a una legislatura, ha sido tiempo suficiente para que el paraíso en el que ...

3 de agosto de 2009 (12:02 CET)

Eligió la isla para desconectar de sus responsabilidades como presidente del Gobierno, por primera vez, en 2005. Cuatro años, el período equivalente a una legislatura, ha sido tiempo suficiente para que el paraíso en el que ...

Eligió la isla para desconectar de sus responsabilidades como presidente del Gobierno, por primera vez, en 2005.

Cuatro años, el período equivalente a una legislatura, ha sido tiempo suficiente para que el paraíso en el que aterrizó por aquel entonces se haya convertido en un páramo económico. Y es que en la isla no hay rastro de brotes verdes -ni previsión de que aparezcan a corto plazo- sino un campo yermo en el que, durante muchos años, sólo se plantaron y regaron las semillas del turismo y la construcción.

En 2005 la isla recibió a José Luis Rodríguez Zapatero con entusiasmo y con satisfacción. Al margen de los comités de bienvenida oficiales, la ciudadanía festejó el hecho de que el presidente eligiera Lanzarote para pasar sus vacaciones. Ahora, la alegría de aquel entonces resulta frívola para la población que, embarcada en su propia supervivencia, ejercerá la apatía cuando aterrice la comitiva. Así que, en lugar de júbilo y orgullo, Zapatero se encontrará, en cuanto baje las escalerillas del avión, con casi un 29% de paro, porcentaje que se sustenta en las tragedias particulares de miles -y se dice pronto en una pequeña isla- de personas.

El paraíso al que se refieren las revistas del corazón cuando informan sobre las vacaciones presidenciales es el mismo lugar en el que una indigente que vive en la playa pierde al bebé que esperaba, descubriendo al resto de la sociedad un reducto marginal que cada vez es menos reducto y más marginal.

El entorno privilegiado en el que está ubicada La Mareta está sólo a un puñado de kilómetros de la calle de Arrecife en la que esta semana moría un joven al derrumbarse sobre su cama el techo de su vivienda, tal era el estado del inmueble.

En el rincón del Atlántico en que el intentará relajarse en plena gestión de la crisis uno de los principales encargados de resolverla hay cientos de personas haciendo cola en la puerta de Cáritas, cada día, para recibir un plato de comida que nunca es suficiente.

La isla en la que veraneará el cabeza de familia de la clase política española es la misma en la que desaparecen 3.500 kilos de comida recaudados, con la colaboración de la población, por una institución municipal.

Pero probablemente, esta realidad no se divise desde los balcones de La Mareta. Si, por el contrario, Zapatero eligiera para echar un vistazo ese mirador que es la sociedad se toparía con la crisis, planeando como si fuera calima, sobre un paisaje de inestabilidad política, desidia institucional, corrupción y desencanto ciudadano, sobre un monocultivo económico que ha provocado que el azote de esa plaga llamada crisis sea más intenso en Lanzarote.

Siempre podemos cruzar los dedos y esperar que, al hacer el equipaje, el presidente del Gobierno haya metido en su maleta no promesas sino compromisos con Canarias, para combatir las históricas desventajas que padece el archipiélago y abrir así la puerta al futuro: al turismo sostenible y de calidad, a la estabilidad institucional y a la competitividad empresarial.

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