Un milagro de Rara Ardid

Una fotografía grabada en la memoria: Ariel Sharon en la Knesset. Alrededor de él la tormenta es rabiosa. Los parlamentarios se apresuran, el griterío se oye por todos los lados. El parlamentario en el podio bracea, denuncia y lo ...

17 de agosto de 2005 (03:13 CET)

Una fotografía grabada en la memoria: Ariel Sharon en la Knesset. Alrededor de él la tormenta es rabiosa. Los parlamentarios se apresuran, el griterío se oye por todos los lados. El parlamentario en el podio bracea, denuncia y lo maldice. Sharon, sentado en la mesa gubernamental. Solo. Inmóvil. Aplastante y pasivo. Ningún músculo de su se mueve. Ni siquiera el tic nervioso de su nariz que una vez fue su rasgo característico (y que mucha gente consideró como una especie de detector de mentiras). Una roca en un mar furioso.

Éste es el hombre que en solitario decidió retirarse de Gaza y desmantelar los asentamientos. El hombre que está llevando a cabo esto prácticamente solo. El hombre que permanecerá de pie esta semana entrante enfrentado a un huracán sin igual en la historia de Israel.

Un creyente en Dios podría decir: esto es un milagro del cielo. Misteriosos son los caminos del Omnipotente. El patrocinador de los asentamientos, el hombre que planeó la mayoría de ellos, los puso donde están y les ayudó a arraigarse y expandirse; es el hombre que está poniendo el precedente fatal de desmantelar los asentamientos en este país ahora.

Las dimensiones del «milagro» sólo pueden ser comprendidas proponiendo algunas hipotéticas preguntas: ¿Qué estaría pasando si el Partido Laborista estuviera en el poder, si Simón Peres estuviera en el cargo de Primer Ministro, si Ariel Sharon liderara la oposición y estuviera dando órdenes a los camisas naranja? El simple pensamiento es una pesadilla.

Si éste fuera el único milagro que nos está sucediendo, sería suficiente. Pero va acompañado por un segundo milagro: el ejército israelí dirige la lucha contra los colonos. Eso es un milagro tan maravilloso que podría hacer correr al más laico comedor de carne de cerdo hacia su rabino.

Durante 37 años, el ejército israelí ha sido el Ejército de Defensa de Colonos. Ha planeado, abiertamente y en secreto, la colocación de los asentamientos, incluso de los «ilegales» fortines avanzados en Cisjordania. Ha consagrado la mayoría de sus fuerzas y recursos a su defensa. Eso ha alcanzado dimensiones grotescas: por ejemplo, el asentamiento de Netzarim, en medio de la Franja de Gaza, fue defendido mediante tres batallones enteros. Diecisiete soldados varones y una mujer perdieron sus vidas en la defensa de Netzarim sobre el que Ariel Sharon dijo hace algunos años: «El destino de Netzarim es igual que el de Tel-Aviv»!.

La historia sobre los niños de los colonos yendo a clase de música escoltados por vehículos blindados de transporte de tropas se ha convertido en una parte del folklore israelí.

Entre el ejército y los colonos, una simbiosis real se ha venido a dar. El límite entre ellos se ha movido ahora: muchos colonos son oficiales del ejército, el ejército ha armado fuertemente a los asentamientos con la guisa de la «defensa territorial». En años recientes, se ha efectuado un esfuerzo sostenido por parte del campo nacional-religioso para infiltrar subalternos y oficiales de grado medio y superior en la escala del cuerpo de oficiales del ejército, y llenar el hueco dejado por los kibuttzíes, que han desaparecido casi del todo en la escala. La creación de la « disposición yeshivot», unidades homogéneas que obedecen a sus rabinos nacional-religiosos, fue una traición al núcleo de los valores del ejército nacional; más todavía que exonerar del servicio militar obligatorio a decenas de miles de alumnos de los seminarios Ortodoxos.

En los centenares de manifestaciones de los activistas por la paz en contra del establecimiento de asentamientos, se enfrentaron a soldados que les volearon granadas de gases lacrimógenos y les dispararon balas recubiertas de goma, y, a veces, munición real. Cuando los colonos expulsan a los lugareños palestinos de sus olivares, roban sus aceitunas y les arrancan sus árboles, los soldados generalmente defienden a los ladrones y desahucian a sus víctimas.

Y mira por donde, los mismos soldados y oficiales están a punto de arrancar los asentamientos y desahuciar a los colonos, defender la democracia israelí y combatir a sus enemigos. Bien, con guantes de niño y dulces palabras, pero así y todo.

No debemos disuadirnos de llamar las cosas por su nombre: la presente lucha es un tipo de guerra civil, aún cuando - milagrosamente, de nuevo - no será derramada sangre. La gente de Yesha son un movimiento revolucionario. Su objetivo real es derribar el sistema democrático e imponer el reino de sus rabinos. Cualquiera que haya estudiado la historia de las revoluciones sabe que el papel del ejército es el factor decisivo. Con tal de que el ejército permanezca unido tras el régimen, la revolución está condenada al fracaso. Sólo cuando el ejército se desintegra o se une a los rebeldes, la revolución puede ganar. Por consiguiente, los colonos no pueden ganar esta batalla.

Hace treinta dos años, los altos oficiales del ejército bloquearon el camino del general Sharon al despacho de Jefe de Estado Mayor. Ahora permanecen unidos detrás del primer ministro Sharon. ¿Si eso no es un milagro, que es lo que es?

Por supuesto, todo esto sólo parecen milagros. Tienen causas bastante naturales.

Los periodistas extranjeros que están sitiando Gaza en este momento se están preguntando una y otra vez: ¿Por qué lo ha hecho ? ¿Qué le llevó a inventar el plan de desconexión?

Esta pregunta tiene varias respuestas. Como todo hecho histórico, la retirada tiene más de un motivo.

El plan no ha sido el resultado de consultas. A priori, no hubo un disciplinado grupo de trabajo, ni militar ni civil. Sharon simplemente se lo sacó de la manga, por así decirlo, cuando lo lanzó al aire hace año y medio. Contestó a varios requisitos inmediatos.

Cuando él era uno de los prominentes generales del ejército, Sharon era conocido como un general «táctico» , en el estilo de Erwin Rommel y George Patton, en lugar de un general «estratégico», como Dwight Eisenhower y Georgi Zhukov. Él tenía una comprensión intuitiva del campo de batalla, pero no la habilidad de pensar varios movimientos anticipadamente. Llevó consigo los mismos atributos a la vida política. Esto explica las circunstancias del nacimiento de la «desconexión.»

Como se recordará, los americanos exigieron que propusiera alguna iniciativa de paz. El Presidente Bush necesitaba esto para demostrar su promoción de la paz y la democracia en Oriente Medio. Para Sharon, el vínculo norteamericano en general, y la conexión Bush en particular, es un pilar central de nuestra seguridad nacional. El plan de desconexión unilateral se parece un poco a un plan de paz un poco, y por consiguiente cumple lo prometido. Ayer Sharon reiteró en una entrevista a la prensa: «Prefiero alcanzar un acuerdo con los americanos en lugar de alcanzarlo con los árabes.»

También se quiso apropiar de otros planes de paz de los que estaban revoloteando. La «Iniciativa de Ginebra» estaba adquiriendo impulso en el mundo, los dignatarios extranjeros estaban prestándole su apoyo. El Plan de Desconexión de Sharon la barrió de la mesa. Después, hizo lo mismo con la Hoja de Ruta que exigía a Sharon congelar los asentamientos y desmatelar los «fortines». Cuando la desconexión empezó en su camino, la Hoja de Ruta se convirtió en un vaso vacío. Los norteamericanos le conceden, de momento, sólo un servicio labial. (Eso puede cambiar después de la desconexión, como el Presidente Bush indicó esta semana en una entrevista especial con la televisión israelí).

Por supuesto, Sharon no esperaba ni remotamente una lucha a vida o muerte con los colonos, sus protegidos e invitados a su casa. Estaba seguro que podría convencerlos de que la suya era una maniobra sabia y perspicaz.

Habían entonces las granadas de mortero y los mísiles Qassam que jugaron un papel importante. El ejército israelí no tenía lista ninguna respuesta a estas armas, y el precio de la tenencia de la Franja de Gaza estaba convirtiéndose en un peso demasiado grande para los recursos del ejército.

Los enemigos de la desconexión están (literalmente) gritando desde las azoteas que el motivo real de Sharon era desviar la atención de los asuntos de corrupción en los que él y sus dos hijos están implicados. Ésa es ciertamente una exageración salvaje. Si ésta hubiera sido la única razón, podría haber comenzado otra iniciativa, como una pequeña guerra. Pero puede haber sido un factor contribuyente.

Sin embargo, detrás de estos motivos está, lo más importante, la personalidad y la visión del mundo del propio Sharon.

Más de una vez se ha dicho de él que es un megalómano, un hombre de fuerza bruta, un hombre que desprecia a todos, un hombre que arrolla cualquier oposición. Todos esto es verdad, pero hay más que eso.

Hace ya docenas de años, Sharon sacó la conclusión que él era la única persona capaz de dirigir la nación. Que el destino lo escogió para salvar al pueblo de Israel y disponer su rumbo para las generaciones venideras. Que todas las otras personas a su alrededor, políticos y generales, eran enanos cuya llegada al poder llevaría a Israel a un desastre incalculable. Conclusión: cualquiera que bloquea su camino está cometiendo un crimen contra el estado y el pueblo. Es decir, por supuesto, que esto vale también para cualquiera que impida la desconexión que es - para él - el primer capítulo de su Gran Plan.

La visión del mundo de Sharon es simple, por no decir primitiva. La visión de Vladimir Jabotinsky, el poeta ideólogo de Odessa (y padre espiritual del Likud actual), es bastante extraña para el muchacho nacido en la aldea cooperativa de Kfar Malal. Menachem Begin, con sus ideas polacas del honor, también era extraño para él, y en su corazón él lo despreciaba. Su mentor real fue David Ben-Gurion.

La de Sharon es una ideología sionista clásica, consistente y pragmática,: ensanchar las fronteras del Estado judío tanto como sea posible, en un proceso continuando, sin incluir en él población no-judía. Asentar cuanto sea posible por todas partes, usando cada posible truco. Hacer mucho y hablar poco sobre ello. Realizar declaraciones sobre deseos de paz, pero no hacer una paz que impida la expansión y los asentamientos.

Moshe Dayan, otro alumno de Ben-Gurion, en uno de sus más reveladores discursos, dirigiéndose a la juventud del país, les decía que ésta es una empresa continua. «Ustedes no lo han empezado, y ustedes no la acabarán»!. En otro discurso importante, Dayan dijo que los árabes están mirando mientras nosotros convertimos la tierra de sus antepasados en nuestra tierra, y ellos nunca se reconciliarán con eso. El conflicto es una situación permanente.

Ésa también es la perspectiva de Sharon. Él quiere extender las fronteras de Israel tanto como sea posible, y minimizar el número de árabes dentro de ellas. Por consiguiente le da sentido a dejar la diminuta Franja de Gaza con el millón y medio de palestinos viviendo allí, y también los centros de población palestina en Cisjordania. Él quiere anexionarse bloques de asentamientos y áreas escasamente pobladas, donde nuevos bloques de asentamientos puedan establecerse. Está satisfecho de dejar a las generaciones futuras el problema de los enclaves palestinos.

Ben-Gurion extendió un principio básico: el Estado de Israel no tiene ninguna frontera. Las fronteras congelan la situación existente, y con esto Israel no puede estar de acuerdo. Por consiguiente, todos sus sucesores, incluso Yitzhak Rabin, estaban dispuestos para alcanzar acuerdos interinos, pero nunca un acuerdo final que arreglara las fronteras permanente. Eso es por lo qué Sharon insiste que todos sus pasos son unilaterales, y que, después de la desconexión, pueden alcanzarse nuevos acuerdos interinos - pero bajo ninguna circunstancia el acuerdo de una paz final.

Uri Avnery

Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis

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