El 28 de noviembre hará un año. Después de una jornada de sol radiante, y con el propio Instituto Nacional de Meteorología restando importancia a lo que se avecinaba, al llegar la noche todo cambió. El viento empezó a soplar con ...
El 28 de noviembre hará un año. Después de una jornada de sol radiante, y con el propio Instituto Nacional de Meteorología restando importancia a lo que se avecinaba, al llegar la noche todo cambió. El viento empezó a soplar con fuerza, y empezaron a caer las primeras gotas. Y menos mal que no fueron muchas. Porque si el Delta hubiera venido acompañado de una fuerte lluvia, las consecuencias hubieran sido infinitamente peores.
Aún así, en la mañana del 29 de noviembre, la isla amaneció transformada. Algunos no pudieron dormir en toda la noche y, un año después, todavía hay quien sigue sin poder hacerlo. Porque muchos de los daños causados por esta tormenta tropical siguen sin repararse. Y los que se han reparado, ha sido a costa de los bolsillos de los afectados. Bien sean empresarios, agricultores o ayuntamientos.
Tras el Delta, las promesas tardaron muy poco en llegar. Promesas del Gobierno de Canarias y promesas del Estado, que se apresuró a asegurar ayuda a todas las islas afectadas. Pero por desgracia, y como es habitual, las promesas llegan más rápido que las soluciones. De hecho, un año después, el dinero todavía no ha aparecido en la isla. Los ayuntamientos aseguran que ya han solucionado entre el 80 y el 90 por ciento de los desperfectos, pero lo han tenido que hacer con sus propios recursos, desviando dinero de otras partidas presupuestarias. Y a día de hoy, aún esperan recuperar lo que han invertido.
Y lo mismo les sucede a muchísimos agricultores de esta isla. Por un lado, el reparto del prometido rofe, para solucionar el grave problema que se generó cuando el viento arrastró los enarenados de las plantaciones, sigue llegar a todos los que lo necesitan. Y por otro, las subvenciones para reparar los desperfectos tampoco llegan. Algunos se quejan de que no sólo se están retrasando los pagos, sino que además, van a recibir una mínima parte. Hasta treinta veces menos de lo que han tenido que invertir para reparar los destrozos, según aseguran.
Otros, se indignan cuando ven que un año después, un técnico aparece por fin en su finca para evaluar los daños. Y es que, como es obvio, doce meses después, poco queda por evaluar. La mayoría ha ido arreglando como ha podido los desperfectos, porque de lo contrario no podrían haber seguido trabajando durante este tiempo. Así que su lucha ahora es recopilar fotografías que demuestren la magnitud del daño que el Delta causó en su propiedad.
Sin duda, Lanzarote no estaba preparada para una tormenta tropical, aunque lo cierto es que pocos lugares lo están para afrontar un desastre natural. Pero lo que se ha demostrado es que tampoco está preparada para enfrentarse a sus consecuencias. Es lógico que un fenómeno de estas características cause daños en cualquier lugar, pero también hubiera sido lógica una mayor diligencia para resolverlo. Y ahí es donde empieza el reparto de culpas. El consejero de Economía del Cabildo se queja de que el Estado aún no ha enviado los fondos prometidos, y de que tampoco lo ha hecho el Gobierno de Canarias, aunque de este último se queja un poco menos y asegura que ahora, por fin, esas partidas ya están al caer. También se quejan del retraso los ayuntamientos, pero más aún se quejan los agricultores y los propietarios de fincas. Y éstos, reparten las culpas entre todos, pero especialmente miran al Cabildo. Porque si algo puso de relieve el paso del Delta fue la falta de medios técnicos para evaluar la catástrofe.
Desde la Asociación para el Desarrollo Rural de Lanzarote (Aderlan) pusieron el grito en el cielo desde los primeros días, porque aunque hubo muchas reuniones entre instituciones, aseguraban que ninguna conocía la magnitud de lo sucedido, porque no contaban con personal especializado para recorrer la isla y hacer un verdadero diagnóstico de la situación. Y lo peor es que un año después, Aderlan, Felapyme y otras asociaciones y particulares se siguen quejando, porque hasta la fecha ningún técnico ha aparecido por algunas de las fincas afectadas. Dicen que en la vida de todo se aprende, también de lo malo, y sin duda el Delta fue toda una lección para la isla. Porque además de poner al descubierto la falta de previsión de muchos empresarios o agricultores, que no tenían siquiera contratados seguros para hacer frente a una contingencia, también ha puesto al descubierto a las instituciones. Y es que lo que está claro es que la tormenta tropical desbordó a Lanzarote hace un año, y la sigue desbordando a día de hoy.