TURISMO DE SOL Y PLAYA

"¡Los turistas en España ¡¡Qué bien ciega todavía el sol de Maricastaña!"Rafael Alberti. El carácter masivo del turismo es uno de los rasgos más definitorios de nuestro tiempo y ...

23 de mayo de 2006 (03:16 CET)

"¡Los turistas en España ¡

¡Qué bien ciega todavía

el sol de Maricastaña!"

Rafael Alberti.

El carácter masivo del turismo es uno de los rasgos más definitorios de nuestro tiempo y nuestro entorno. La cuenca mediterránea en su conjunto ha jugado un papel fundamental en la recepción de la creciente demanda turística de los países más desarrollados. El turismo se ha revelado en la práctica totalidad de los países ribereños como un sector emergente, cuando no en el argumento económico central. La consolidación de este modelo turístico de sol y playa se sustenta en la mayor valoración relativa de los climas mediterráneos y subtropicales como producto demandado por los países desarrollados.

Tres hechos se han aunado en el impulso del turismo en nuestro país desde la década de los setenta: la existencia de un soporte físico natural especialmente ventajoso, por la abundancia de playas y horas de sol; la buena accesibilidad a través de los aeropuertos internacionales a los centros turísticos principales; y los bajos precios posibilitados por el menor nivel de desarrollo económico de nuestro país en el contexto europeo. De este modo el turismo se ha convertido en un sector clave de la economía nacional, equilibrador de una balanza de pagos que en su ausencia sería extremadamente deficitaria.

No ha tenido el turismo el papel de sector económico complementario, como sucede en otros países europeos más desarrollados, sino más bien, el papel de sector estratégico sobre el que descansaban las principales expectativas. Habiéndosele otorgado este papel decisivo, no es de extrañar que en multitud de ocasiones las promociones turísticas se hayan implantado haciendo caso omiso de los costes sociales y las repercusiones ambientales. Sobre este último aspecto, quizás sea el deterioro del paisaje el que mejor permite visualizar la incidencia del sector sobre los recursos naturales.

La creación del espacio físico para el turismo de masas ha supuesto una alteración del medio en que se instala. A ello ha contribuido, en gran medida la tendencia a valorizar dos recursos primarios, sol y playa, en condiciones de mayor rentabilidad a corto plazo. Una elevada densidad de ocupación y la máxima cercanía a la línea de playa han sido la tónica general, a costa de la ocupación de espacios de gran valor o singularidad ecológica (dunas, marismas, acantilados, etc.).

Los proyectos turísticos se han planteado y se siguen planteando en la actualidad como colonización de espacios vírgenes. Ello ha supuesto un deterioro irreversible e innecesario de un recurso natural no renovable como es el paisaje, que podría evitarse con un modelo de urbanización menos expansivo y más apoyado en los núcleos de población existentes. La urbanización turística se convierte así en un hecho urbano autónomo, desligado del sistema de asentamiento tradicional. Rara vez el desarrollo turístico se apoya o es prolongación de la ciudad histórica.

Al margen de su impacto paisajístico, el turismo como actividad humana supone una forma específica de apropiación, abastecimiento, distribución, consumo y eliminación de determinados recursos básicos, energía y materiales. La ciudad turística se caracteriza por la estacionalidad de la población flotante y este hecho va a tener consecuencias importantes en cuanto a las formas de utilización de los recursos que necesita. La estacionalidad genera una menor consolidación del hecho urbano como realidad permanente y de la ciudadanía como forma organizativa y reivindicativa de la calidad de vida En consecuencia, se mantienen importantes déficits infraestructurales para el saneamiento ambiental de estas poblaciones. Otro aspecto destacable es la presión ejercida sobre los recursos naturales no renovables. Además del paisaje, el recurso agua es quizás uno de los más afectados, especialmente en el litoral andaluz.

La calidad ambiental del entorno en que se mueve el turismo es cada vez más valorada por el usuario: limpieza del agua, el aire o la arena y condiciones de naturalidad en la implantación turística. El espacio turístico de nuestro país no responde en muchas ocasiones a esos nuevos requerimientos de la demanda y la reconversión del modelo de alta densidad de los años sesenta no es fácil, sobre todo en áreas donde el turismo es un monocultivo intensivo.

La mejora de la oferta turística y de sus servicios pasa, en gran medida, por el establecimiento de ocupaciones de baja densidad y por la aplicación de tecnologías blandas que favorezcan la conservación del medio litoral y sus recursos. Pero también es fundamental el impulso efectivo de un turismo interior que pueda servir para descongestionar áreas litorales e ir modificando el modelo territorial existente. Y como dijo el poeta: "No te debes acostumbrar / a ver que pasan las cosas / como porque tienen que pasar".

Francisco Arias Solis

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