El otro día sentí curiosidad por leer el tan traído y llevado editorial del The New York Times refiriéndose a algunos trogloditas en el Ejército español. El texto apenas cubre veinte renglones de cuartilla pero basta para
contener opiniones un tanto tendenciosas y llenas de mala uva, recurrir a un manido cliché que no arroja luz alguna sobre lo que verdaderamente está sucediendo en España. Se nota enseguida que dicho diario, de tanta influencia, sin duda, y que es una especia de biblia para los amantes de lo
"políticamente correcto", navega con una notable escora a babor. Pero eso no es nada nuevo para los avisados.
Está bien claro que la historia de la milicia en España, y mas concretamente a lo largo de los siglos XIX y XX, no ha sido precisamente un modelo a seguir, ni es necesario entrar en detalles de su ejecutoria por sobrada y
lamentablemente conocidos. Pero eso ya es, afortunadamente, agua pasada, y me atrevería a añadir que en la actualidad se trata de un ejército profesional, subordinado al poder civil, como mandan los cánones
democráticos, y es de esperar que no se salgan de dicho cauce bajo ningún concepto.
Troglodita, según el diccionario de la RAE es a: el que habita en cavernas, lo cual no es el caso; b: refiriéndose a una persona, el que es bárbaro y cruel, lo cual tampoco es el caso. Según un viejo dicho de la tierra, el camello no se ve su propia joroba, y eso es lo que creo le ha ocurrido al editorialista de marras. A La hora de hablar de trogloditas, en su segunda acepción, que le parece a ese personaje si le damos un repaso, no ya a sus propios gobiernos y su costumbre de apoyar a dictadores adictos y provocar la caída de gobiernos que consideran opuestos a sus planes imperialistas, sino a un ejército que tiene en su palmarés episodios tan vergonzosos como la matanza de My Lai, en la que algunos elementos del mismo arrasaron una paupérrima aldea vietnamita con todos sus habitantes, mujeres, ancianos y
niños. O la infamia del campo de concentración de Guatánamo, o la sevicia demostrada en el maltrato de prisionero en la cárcel iraquí de Abu Ghraib.
En este último episodio, el mundo entero pudo contemplar como una esmirriada soldado useña, con el cigarrillo en la comisura de los labios, fingía ser un vulgar pistolero del far-west y disparar a un prisionero desnudo, atado como
un perro y postrado a sus pies. Y eso por nombrar solo algunos episodios sueltos del buen hacer de algunos "marines" y sus mandos, que no la totalidad de las fuerzas armadas norteamericanas son de ese jaez.
La próxima vez, señor editorialista del TNYT, fíjense en su propio tejado de vidrio, por cierto, muy frágil y deje de tirar piedras al de los demás, que existe una notable diferencia entre la opinión pública y la opinión publicada: entre evocar extemporáneamente un artículo de la Constitución y llevar a cabo las "hazañas bélicas" anteriormente expuestas y otras aun en curso. y sin visos de pronta solución
J. Lavín