El tiempo en los bolsillos

Fabio Carreiro Lago
17 de abril de 2023 (13:57 CET)

Todos conocemos en Lanzarote a Begoña Hernández Batista por su obra plástica, por sus cuadros donde ha mostrado los paisajes de la isla, los volcanes con todo su potencial lírico pero hasta ahora pocos la conocían en su faceta como poeta.

Begoña Hernández Batista nació en Los Silos, en el norte de Tenerife y pasó su infancia en la villa de Arafo, el pueblo de la música. Estudió en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna y continuó su formación académica en Madrid, donde vivió varios años. En el año 2000 fijó su residencia en Lanzarote y actualmente compagina la enseñanza con la pintura, habiendo realizado numerosas exposiciones individuales y participado en exposiciones colectivas con su obra pictórica.

Estos pequeños apuntes biográficos iniciales son relevantes no solo para conocer someramente la trayectoria vital de la autora, si no para comprender  algunas de las referencias que encontraremos en su obra poética. Begoña Hernández Batista había canalizado siempre su inspiración, su trabajo hacia la pintura, aunque paralela y silenciosamente desde muy joven había ido desarrollando una obra poética que ha ido creciendo con los años y permanecido inédita hasta ahora.

Los poemas incluidos en la reciente publicación El tiempo en los bolsillos (Editorial Escritura entre las nubes, 2023) son, por lo tanto, el destilado de lo producido a lo largo de una vida entera, pero revisados desde la madurez. Por ello encontramos una voz rotunda y elegante que lanza una mirada personal al mundo que la rodea y nos sorprende con sus hallazgos, propios de una gran lectora que ha asimilado lo leído con avidez, porque como bien señala la poeta gallega Luisa Castro en el prólogo de su poesía reunida La Fortaleza, para escribir versos hay que: “asumir como propio lo que otros han inoculado en ti, convertirlo en algo que
pueda sonar nuevo”.

Begoña Hernández Batista logra estos objetivos creativos en varios aspectos. En primer lugar, destacaría el lenguaje, aparentemente austero y sencillo, pero en el que en realidad se aprecia un esfuerzo por la selección de las palabras adecuadas. La autora vive en el lenguaje, como diría el crítico canario Jorge Rodríguez Padrón, pues a cada palabra procura dotar de nuevos significados y resonancias. Respecto al aspecto formal de sus poemas, en los versos prima la verticalidad y destaca la utilización de versos muy breves. También reseñaría el poderoso colorido y la musicalidad que están presentes en sus poemas con alusiones constantes. Otro aspecto que cabría resaltar son la belleza de sus metáforas y finalmente la forma en que encuentra un equilibrio entre el peso de las tradiciones, los recuerdos del origen con la libertad de los sueños, es decir, la ponderación entre la niña que fue y la mujer que es, entre el dolor de lo perdido y la satisfacción de lo logrado hasta hoy.

Desde el pasado, los recuerdos de la niña que fue en un pueblo sureño de medianías como es Arafo, Begoña Hernández Batista construye su propio mundo, su propia isla. Construye a partir de la memoria, de un mundo que ya no existe: un mundo rural y ameno de acequias, huertas y casas con patios y parras.

Begoña Hernández Batista pinta el tiempo en sus poemas. Utiliza toda una gama de azules para describir el tiempo. En ese tiempo descubre el avance del silencio, de la soledad que es larga, pero se enfrenta a ello desbaratando los hilos de lo cotidiano y tratando de descifrar los enigmas detrás de las cosas aparentemente sencillas.

En sus poemas sobrevuela los vacíos, principalmente el vacío de la isla y su misterio. Las tardes se ensanchan con el aire de la melancolía, con el descubrimiento de la propia fragilidad. La autora necesita hacer algo para ponerse a salvo. Para poder seguir viviendo es necesario guardar los recuerdos en el trastero de la memoria. Escribir.

Begoña guarda el tiempo en los bolsillos, guarda una noche estrellada… Pera sentirse a salvo tiene, en las tardes tibias de la isla, el olor del guayabo, el recuerdo de la niñez como un dulce terrón de azúcar, el alisio con su humedad que refresca las flores de hoy. Para la autora escribir es la búsqueda de un refugio seguro. Por ello en sus poemas gira una y otra vez sobre sí misma.

En palabras del poeta canario Eugenio Padorno “un poema también tiene mucho de objeto artístico”. Los poemas que nos ofrece Begoña Hernández Batista no cabe duda de que lo son y haciendo un símil cada poema sería como uno de los cuadros que conforman una gran exposición que es, en definitiva, este libro.

LO MAS LEÍDO