Somos lo que comemos

Por Isaac Castellano En el mundo de la política parece imponerse la idea de que cualquier "producto" puede venderse si se ofrece en un buen envoltorio. A fin de cuentas, el consumidor apenas tendrá tiempo de abrirlo para comprobar la calidad de ...

26 de enero de 2010 (08:34 CET)
Por Isaac Castellano
En el mundo de la política parece imponerse la idea de que cualquier "producto" puede venderse si se ofrece en un buen envoltorio. A fin de cuentas, el consumidor apenas tendrá tiempo de abrirlo para comprobar la calidad de ...

En el mundo de la política parece imponerse la idea de que cualquier "producto" puede venderse si se ofrece en un buen envoltorio. A fin de cuentas, el consumidor apenas tendrá tiempo de abrirlo para comprobar la calidad de lo que hay dentro. Dicha premisa se hace especialmente cierta cuando de información hablamos, pues ésta parece caducar con rapidez y la necesidad de renovarla es continua a fin de mantener en funcionamiento la rueda del consumo.

Sin embargo, suele ser conveniente abrir los recipientes para verificar que lo que hay dentro se corresponde con la etiqueta, sobre todo cuando la honestidad del vendedor está en entredicho.

En la última rueda de prensa llevada a cabo por el Partido de Independientes de Lanzarote se ofreció un llamativo titular, "el PIL pide perdón", pero el más simple análisis determinaría lo huecas que pueden llegar a ser algunas palabras. De hecho, los propios pilistas fueron incapaces de determinar con exactitud el contenido del perdón, dejándolo en un "por si alguno de los miembros del partido ha obrado mal". Los juicios acerca de qué se considera obrar mal corren a cuenta del lector u oyente porque el PIL no va a hacer un juicio de la situación.

Las valoraciones del PIL se reservan para determinar que la operación judicial montada en Lanzarote ha sido desproporcionada y los frutos de la misma se reducen al descubrimiento de comisiones de "pequeña cuantía". La expresión resulta cuanto menos curiosa, porque todos sabemos que el término "pequeño" es subjetivo y depende del tamaño de lo que consideramos normal.

Y es que lo importante no era realizar un reconocimiento de los errores sino presentar borrón y cuenta nueva para seguir actuando de la misma manera sin pagar las facturas pasadas. Pero el intento es vano porque no es posible nadar y guardar la ropa al mismo tiempo o, lo que es lo mismo,no se puede lucir independencia sin soltar amarras.

La oportunidad de renovar el PIL se perdió cuando sus miembros decidieron que la autoridad de la organización estaba supeditada al beneplácito de su "líder natural". A partir de entonces se selló la unidad de destino, la inseparabilidad de la responsabilidad en términos políticos.

De lo que no cabe duda es de que Lanzarote está viviendo un momento histórico a partir del cual podrá trazarse una línea que separe el presente del futuro. La nitidez de la línea dependerá de quién sea el encargado de trazarla y no faltan pretendientes para tal propósito. Incluso el partido que considera un honor ser "merecedores de una operación (unión) con costes y medios sin precedentes" o cuyo cinismo le lleva a tratar un asunto de tal importancia con una inaceptable frivolidad pretende presentar su candidatura, con "personas nuevas en la política" que perdieron la inocencia muy pronto, para acometer el diseño y la evolución hacia una nueva era.

El gran reto para nuestra isla es dejar de aceptar como normal lo que no lo es e impedir que la saturación nos haga contemplar con indiferencia o, en el peor de los casos, vitorear la corrupción en nuestras instituciones.

Poco después de que se desatara la "Operación Unión" un destacado miembro del partido que más duramente fue golpeado dijo algo interesante: para cambiar las siglas que han sido mayoritarias en Lanzarote habría que cambiar la propia sociedad insular. La cuestión es si estamos dispuestos aafrontar los cambios necesarios asumiendo compromisos personales o si vamos a esperara queel discurrir de los acontecimientos ahonde una crisis política con dramáticas consecuencias sociales. Gandhi expresó esta disyuntiva con mayor elocuencia cuando afirmó que "debemos convertirnos en el cambio que deseamos ver en el mundo".

La indiferencia nos convierte en cómplices de la perpetuación de unas prácticas que amenazan los cimientos de la democracia. Por eso es el momento de estar a la altura de las circunstancias, manifestando nuestro civismo y exigiendo a los que nos representan cierto sentido de Estado y de responsabilidad ética.

Recuerdo que había un programa de televisión que decía que "somos lo que comemos", que nuestra salud está determinada en buena medida por nuestra alimentación. Hoy nuestra salud democrática está en juego y es muy posible que la sociedad de Lanzarote pronto se defina por lo que está dispuesta a tragar.

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