Solos ante el peligro

Aunque puede parecer excesivamente alarmista, es inevitable que la frase de los voluntarios de la embarcación de rescate de Cruz Roja ponga los pelos de punta: "El tiempo de respuesta en el rescate es tanto, que rescatamos ...

8 de octubre de 2007 (14:03 CET)

Aunque puede parecer excesivamente alarmista, es inevitable que la frase de los voluntarios de la embarcación de rescate de Cruz Roja ponga los pelos de punta: "El tiempo de respuesta en el rescate es tanto, que rescatamos ...

Aunque puede parecer excesivamente alarmista, es inevitable que la frase de los voluntarios de la embarcación de rescate de Cruz Roja ponga los pelos de punta: "El tiempo de respuesta en el rescate es tanto, que rescatamos cadáveres". Eso no significa necesariamente que las cinco personas que han fallecido en lo que va de año en la isla se pudieran haber salvado con mejores medios, pero desde luego sí refleja que se podría haber hecho mucho más, no ya solo por ellos, sino por todos los que han sufrido o pueden sufrir en el futuro emergencias en el mar.

Los datos que aportan los propios voluntarios son aplastantes. La única embarcación con personal permanente es la de la Guardia Civil, y tiene su base en Fuerteventura, con lo que eso implica de cara a dar una rápida respuesta. Y en cuanto a las que existen en Lanzarote, no sólo tienen limitados sus horarios de actuación, sino que además no cubren todos los puntos que indicaría la lógica. Al menos, la de cualquier conocedor del mar que baña Lanzarote, que sabe que la costa oeste es la más traicionera y la que más vidas se ha cobrado. Y precisamente, ésa es la menos cubierta.

La embarcación de Salvamar tiene su base en Arrecife y las de Emerlan en Puerto del Carmen. Sólo la de Cruz Roja está situada en la zona sur, concretamente en el Puerto Marina Rubicón, pero aún así los desplazamientos hasta los puntos más conflictivos son complicados, a lo que se suma que los que operan en esta lancha son voluntarios que no siempre están disponibles, y a veces ni siquiera se encuentran en Playa Blanca cuando surge la necesidad. Y cada desplazamiento, cada minuto que se pierde, puede ser vital.

Pero lejos de poner los medios necesarios para garantizar algo tan básico como la seguridad y la vida, desde las instituciones ni siquiera han abordado lo más sencillo, como colocar carteles advirtiendo del peligro en zonas como la de Janubio, donde se han dado tres de las muertes ocurridas este año, y una de ellas el pasado fin de semana. Es cierto que la propia sensatez puede dar una idea del peligro que implica acercarse demasiado a la costa en determinadas zonas, pero también lo es que colocar un letrero es un esfuerzo minúsculo, aunque sólo sirva para disuadir a un pequeño porcentaje de las personas que deciden desafiar al peligro.

Muchas veces las víctimas han sido pescadores, que quizá confiados por un exceso de experiencia, se vieron sorprendidos por el mar que les daba de comer. Pero en otros casos han sido turistas, que han fallecido tras ser arrastrados al agua por un golpe de mar. Y aunque puede que pecaran de imprudentes, lo cierto es que lo mínimo hubiera sido ofrecerles al menos una señal de advertencia, aunque después hubieran decidido ignorarla. Porque cuando se habla del mar, y más para alguien que desconoce la zona, no se puede pensar que el riesgo siempre es evidente. Sobre todo en lugares donde una balsa de agua se puede transformar en un instante en un espectáculo tan magnético como peligroso.

Pero hasta ahora, pese a las muertes que ya se ha cobrado el mar en la isla, parece que ni a Costas se le ha ocurrido poner un simple cartel de advertencia, ni a las instituciones lanzaroteñas se les ha pasado por la cabeza pedirlo. Y por lamentable que resulte, si falta lo más básico, no sorprende que también sean más que insuficientes los medios para realizar un rescate cuando surge la necesidad.

De hecho, lo mismo se podría aplicar a las carreteras de la isla, que tantas muertes se han cobrado. En este caso también muchas imprudencias e incluso temeridades causan los accidentes, pero lo cierto es que por parte de la administración es muchísimo lo que se podría hacer y no se hace. Por un lado, intensificar los controles, porque si no de nada sirve endurecer las sanciones. Por otro, dar solución a puntos críticos del tráfico, aumentar la iluminación, inexistente en muchísimas vías, o mejorar la señalización, que para los que no conocen la isla puede suponer un peligroso laberinto. En definitiva, esfuerzos en algunos casos demasiado pequeños como para que sigan sin realizarse. Y aquí, ni siquiera vale el triste tópico de que no se actúa hasta que sucede la desgracia porque, hasta ahora, no se ha actuado ni con las desgracias sobre la mesa.

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