Sol no vota

Por Miguel González El martes siguiente a la debacle electoral del PSOE, mi partido, y camino del Congreso de los Diputados, pasé por la Puerta del Sol. El campamento base del 15-M, sede del movimiento ciudadano que exige democracia real ya, es muy ...

26 de mayo de 2011 (15:12 CET)
Por Miguel González
El martes siguiente a la debacle electoral del PSOE, mi partido, y camino del Congreso de los Diputados, pasé por la Puerta del Sol. El campamento base del 15-M, sede del movimiento ciudadano que exige democracia real ya, es muy ...

El martes siguiente a la debacle electoral del PSOE, mi partido, y camino del Congreso de los Diputados, pasé por la Puerta del Sol. El campamento base del 15-M, sede del movimiento ciudadano que exige democracia real ya, es muy interesante. No había demasiada gente, cierto, pero en ese momento, megáfono en mano, se invitaba a los presentes a tomar una decisión con respecto a los carteles, pancartas y pasquines que inundan desde hace días el corazón comercial y turístico de Madrid. Las posibilidades eran tres, a saber: continuar como hasta ahora, retirar toda la cartelería de golpe o bien sólo la que afecta a los pequeños comercios, atendiendo a la desesperada petición de los empresarios que observan con pánico como la súbita concentración cívica los está conduciendo a la ruina económica, ante las reticencias de los consumidores a adentrarse en el núcleo central de la espontánea reivindicación.

Yo voté, y todo. Con matices, ciertamente, pues el joven con rastas que dirigía el proceso pidió disculpas al utilizar la palabra "votar". En el campamento del 15-M no se vota, pues al parecer esa es una palabra que hemos corrompido los políticos y la hemos convertido en anatema. Simplemente se levantan los brazos y se agitan las manos, algo similar al aplauso en el lenguaje de signos que usan las personas sordas. El caso es que el resultado de la consulta, sufragio o referéndum, nunca "votación", fue contundente: mayoría aplastante a la hora de retirar la cartelería de los pequeños comercios y mantenimiento del material en las fachadas de El Corte Inglés, MoviStar o BBVA. (Siempre me quedará la duda sobre la actitud de los "indignados" en caso de descubrir mi pertenencia a la odiosa y repudiable casta de la política. ¿Me habrían corrido a gorrazos?)

Proseguí mi camino hacia la Carrera de San Jerónimo, bajo un sol de justicia que hace de Madrid en mayo de 2011 una sartén hirviente, aún en estado de shock tras la aplastante derrota en las elecciones del 22-M pero barruntando lo que acababa de contemplar, más aún porque esa tarde estaban previstas varias votaciones en el hemiciclo del Congreso de los Diputados. "¿Y si, en lugar de apretar el botón, esta tarde, desde mi escaño, voto como en Sol?", me dije. Deseché la idea, por poco operativa, y me concentré en lo sucedido apenas cuarenta y ocho horas antes, en la cita con las urnas que deparó un castigo electoral sin precedentes a los socialistas, o sea, a mí, entre otros.

Cumplidas las primeras obligaciones, esto es, felicitar a los ganadores de las elecciones del domingo anterior, en Canarias el Partido Popular y Coalición Canaria, cabe la reflexión y la autocrítica, tal y como mandata el manual del buen progresista: la crisis económica y su consecuencia más diabólica, el paro, si; la mala gestión de la peor crisis financiera internacional desde 1929, también; la pérdida de poder institucional en Lanzarote, tras la denominada "operación Unión", sin duda; la dificultad de transmitir el mensaje con claridad, ante el boicot de determinados medios de comunicación propiedad de ciertos oligarcas temerosos de que el PSOE toque poder en la isla, obvio; el cambio de ciclo político, así es. Todas son razones válidas, a mi juicio, y todas deben conducirnos a los socialistas a trazar la estrategia futura, cuyos ejes de acción política necesariamente pasan por diseñar una salida socialdemócrata a la crisis y por la búsqueda de espacios políticos comunes con los ciudadanos, como la transparencia en la gestión de las instituciones, la supresión de privilegios a los poderosos, la defensa a ultranza de los servicios públicos, la prevalencia del poder político sobre la tecnocracia y la recuperación del discurso medioambiental, entre otros.

También, lo reconozco, en medio de mi estado meditabundo y depresivo tras el varapalo de las urnas, hallé pequeñas satisfacciones en las horas posteriores a la catástrofe. La práctica desaparición o su pase azonas marginales de la política de organizaciones tan nocivas para el sistema democrático como el PIL o el PNL es una excelente noticia. O la recuperación electoral de AC25M, que ocupa un espacio ideológico común en muchos aspectos con el pensamiento de izquierdas. En fin, mínimas alegrías y consuelo insuficiente para un partido político, el mío, que ha sido objeto de un castigo ciudadano brutal y cuyos principales culpables, aunque no los únicos, somos sus dirigentes. Y así lo asumimos.

Ahora bien, reconocimiento de errores estratégicos, asunción de responsabilidades políticas y firme convicción de cambio no implican renuncias ideológicas. Todos los socialistas de Lanzarote reafirmamos nuestra apuesta por la defensa del territorio y la protección del medio ambiente, por el respeto a la legalidad urbanística, por la lucha contra la corrupción y por un compromiso indeclinable con los servicios públicos y con las instituciones democráticas como núcleos del poder político, económico y social. Es muy probable que estas convicciones insobornables de los dirigentes del PSOE expliquen los ataques brutales contra los socialistas de ciertos periodistas, tertulianos y generadores de opinión que funcionan al servicio del capital corrupto tan dado a cometer salvajadas urbanísticas en Lanzarote.

Al regreso, tras la sesión plenaria en el Congreso de los Diputados y después de "votar" varias mociones y proyectos de ley,pasé otra vez por Sol. El calor había disminuido y aunque pasaban las nueve de la noche, todavía permanecía la luz del atardecer. Los carteles del movimiento 15-M habían desaparecido de los comercios, los restaurantes, los kioscos de prensa o las tiendas de zapatos. Los ciudadanos indignados se preparaban para otra noche de protesta y de exigencia de democracia real. Se me ocurrió pensar, con toda modestia, que deberían variar la dialéctica y asumir el vocablo "votar". E incluso, ya puestos, pensé con humildad que tal vez tenían que haber ido el domingo pasado a las urnas a votar.

*Miguel González, diputado del PSOE en el Congreso.

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