La verdad no sé en qué espacio moverme para replicar a quienes tengo escandalizados por la lectura de mi "Canarias es Nación", que más que una tesis era una simple afirmación de nuestra irrefutable singularidad geológica y geográfica. Cierto que hubo quien en su alegato en contra se curaba en salud, anunciando que no era la ofensa su pretensión; y por si acaso, adelantaba incluso sus disculpas.
Por mi parte, creo que no mermo para nada mi canariedad si asumo la cortesía de aceptar algunas de las sugerencias que me hacen. En especial, las que proponen que me sumerja en la lectura de la Constitución Española de 1978. Las otras recomendaciones me las voy a pensar, aunque estoy seguro que las mismas no encerraban maldad alguna. Pero resulta duro eso de ponerme a leer el Diccionario Ilustrado de la Lengua Española...
Pues va a ser que no. Definitivamente, prefiero la Wikypedia, que es una enciclopedia libre multilingüe, que como fiel exponente de la globalización se escribe constantemente de forma simultánea por voluntarios de todo el mundo; permitiendo que la mayoría de los artículos sean modificados por cualquier persona con acceso a la red mediante un navegador Web. Esa es la razón por la que en poco tiempo (nació en el 2001 y el pasado mes de enero alcanzó la cifra de 857.000 usuarios registrados) la Wikipedia disponga de más de 3.210.000 artículos, incluyendo más de 945.000 en su edición en inglés.
Pero sobre todo, prefiero la Wikypedia por el abundante empleo de los hipertextos, que son documentos por lo general digitales que pueden leerse en el monitor de manera no secuencial. Un formato mediante el cual dejamos definitivamente atrás la galaxia de Guntemberg. Y aquí quiero una vez más recordar a Marshall McLuhan, que hace 40 años se adelantara a su época al plantear que si una cultura oral está dominada por el sentido del oído, de la misma forma la vista adoptará un papel relevante en las culturas tipográficas, poniendo de relieve que con la invención de la imprenta, el proceso histórico de la humanidad entraba en una nueva galaxia; con lo que este sociólogo canadiense ponía de manifiesto que no son los medios de comunicación los que se convierten en extensiones del hombre, sino justamente lo contrario. Pocos décadas después, siguiendo con esta deducción de McLuhan, se llegó a la conclusión que la interacción del hombre o la mujer con Internet y sus hipertextos, afectan no sólo el orden de las sensibilidades visuales y auditivas; sino sobre todo, a las propias estructuras del pensamiento, que ya están dejando de ser secuenciales.
En cuanto a la Constitución Española de 1978, propongo una relectura crítica. Sólo así podríamos entender que es necesaria su reforma, a causa de los conceptos rancios que durante su redacción se impusieron no como fruto del consenso, sino por temor a los poderes fácticos que estuvieron sobrevolando en todo momento el hemiciclo constituyente. Prueba de ello es el anacronismo que supone el que las mujeres descendientes del Rey no tengan los mismos derechos que el Príncipe; o que los ejércitos sigan advirtiéndonos de vez en cuando que "por el artículo 8" ellos son los custodios de la soberanía de España, y no el pueblo español que es a quien de verdad le corresponde. Por si fuera poco, la Carta Magna de 1978 nos retorna a la Edad Media, al garantizar el honor de las personas y cosas, un concepto que hace más de sesenta años dejó de emplearse en los textos constitucionales modernos.
No obstante, es en el Título VIII donde se evidencia lo inadecuado de algunos preceptos constitucionales. No olvidemos que cuando se redactó la Constitución de 1978 en España ni en otro lugar había experiencia de cómo funcionaría un Estado de las Autonomías. Consecuentemente, tres décadas más tarde disponemos de suficiente experiencia y conocimiento como para proponer que España ha de ser una nación de naciones. En la que se reconozca que si Canarias no es una nación; al menos, es un Archipiélago Atlántico. Pues aunque parezcan una obviedad, estas circunstancias geopolíticas hemos de recordárselas insistentemente a Madrid, para que no nos siga tratando como si fuéramos la provincia de al lado. Sólo siendo conscientes de nuestra singularidad, entenderemos que es de sentido común el que las instituciones canarias tengan soberanía sobre las aguas oceánicas existentes entre Isla e Isla, y también en las jurisdiccionales.
Si nación no. Al menos, que nos consideren Archipiélago Atlántico con capacidad para gestionar nuestros puertos y aeropuertos; además de permitírsenos ordenar el litoral de nuestras Islas; y fundamentalmente, otorgársenos la capacidad para elegir el modelo y funcionamiento de los organismos encargados de la seguridad ciudadana, así como el control de residencia de quienes llegan a las Islas.
Pablo Rodríguez Valido
Vicepresidente de Jóvenes Nacionalistas de CC en Gran Canaria