Desde Tenerife y vía medios digitales, asisto atónito a las reacciones a la inundación de Arrecife por las lluvias del pasado martes. Las acusaciones de unos políticos y otros se lanzan sin decoro, se cruzan y ...
Desde Tenerife y vía medios digitales, asisto atónito a las reacciones a la inundación de Arrecife por las lluvias del pasado martes.
Las acusaciones de unos políticos y otros se lanzan sin decoro, se cruzan y entrecruzan en una especie de sálvese quien pueda bastante patético. Que si los imbornales están taponados y el Ayuntamiento pasa de su limpieza, que si la culpa es del Gobierno de Canarias, que no termina las obras de Pluviales, que si los trabajos corresponden al Ministerio, que si la empresa adjudicataria quebró y dejó las canalizaciones a medias... Hasta hay un vecino que se remonta a los tiempos de José María Espino y María Isabel Déniz para recordar que en Argana alta se dieron licencias de construcción sin tino, sin prudencia y sin recordar que urbanizaban el cauce natural de mil arroyos y escorrentías.
Pero nadie ha salido a pedir disculpas a la ciudadanía, nadie ha reconocido que desde que escampa, todos nos olvidamos del aguacero hasta la siguiente tormenta.
Aquellas lluvias que trajeron estos lodos han venido, además, en el comienzo de una campaña que se presenta complicada en Lanzarote, con unos políticos que sueñan, por fin, con tocar poder por la vía del voto y no de la censura; con otros que defienden su gestión y aspiran a reeditar sus mayorías a pesar de la crisis; y con los de más allá, señalados por los Tribunales, pero que ponen por delante la presunción de inocencia y cruzan los dedos para que las investigaciones se dilaten al clásico modo y manera de la Justicia española.
Las fechas preelectorales han aportado, como digo, algunas novedades en las reacciones políticas. Un alcalde con botas de goma a juego con el anorak sucede y supera a aquel presidente del Cabildo sentenciado a prisión que gustaba de mostrarse con chaleco reflectante por esas carreteras inundadas de dios. El resto de los responsables públicos se limita a dar ruedas de prensa desde la calidez de sus acogedores despachos o a anunciar medidas bajo los focos de los platós televisivos. Eso no es nuevo.
Ahora, lo de traer al presidente del Gobierno a "conocer in situ las consecuencias de la tragedia", al decir de algún medio de comunicación amigo de los grandes titulares, es sin duda inédito en la isla. Como anunciar a bombo y platillo que se pedirán indemnizaciones económicas por los desperfectos. A la espera quedo de la cuenta bancaria para recaudar ayudas solidarias.
Magnificar la reacción, mostrar justa indignación y aparentar responder de manera extraordinaria y urgente no justifica lo ocurrido. Ni evita que la próxima borrasca nos traiga más de lo mismo.
Seguro que habrá vecinos que agradezcan la financiación de un nuevo comedor o una ayuda para compensar la jornada con el comercio cerrado. Pero será el típico pan para hoy si definitivamente no se toman medidas, en todas las direcciones y desde todas las administraciones, para que la ciudad, como muchos otros puntos de la isla, no se convierta en un escenario propio del tercer mundo cada vez que caen cuatro gotas.
Y como decía mi madre, si llueve por san Canuto -19 de enero-, lloverá tres meses justos. Y a cuatro estamos de las Elecciones...