Seamos su voz

En los últimos meses se ha hablado mucho de la situación de los menores extranjeros no acompañados en nuestras Islas. Hemos hablado de números, de compromisos, de competencias y de problemas. Se ha tachado a este Gobierno, ...

22 de octubre de 2007 (04:35 CET)

En los últimos meses se ha hablado mucho de la situación de los menores extranjeros no acompañados en nuestras Islas. Hemos hablado de números, de compromisos, de competencias y de problemas. Se ha tachado a este Gobierno, ...

En los últimos meses se ha hablado mucho de la situación de los menores extranjeros no acompañados en nuestras Islas. Hemos hablado de números, de compromisos, de competencias y de problemas. Se ha tachado a este Gobierno, del que formo parte, de xenófobo, de no querer asumir un problema que es completamente suyo. Se ha hablado de casi todo, menos de los niños.

El primer y casi único dato que voy a destacar es que desde el año 2.000, Canarias ha acogido a más de 4.000 niños provenientes del continente africano. Todos ellos llegaron a bordo de una patera o de un cayuco. Todos abandonaron su país, su familia, sus amigos, su colegio. En definitiva, todos abandonaron su vida para partir rumbo a lo desconocido.

La historia de estos niños la conocemos muy bien los canarios. Y la conocemos después de un largo trabajo social y psicológico de las personas que los atienden. Porque a estos chicos les cuesta hablar.

Sus historias no vienen en las páginas web de organismos internacionales de defensa de los derechos de los niños y niñas. Tampoco se ha promovido ninguna campaña desensibilización internacional que recuerde su drama. La opinión pública las conoce gracias a los medios de comunicación canarios y sólo de vez en cuando, a través de algún medio de comunicación estatal, pero siempre a través de la pluma o del micrófono de un periodista canario empeñado en ir más allá.

Los canarios nos hemos convertido en la única voz de estos niños a través de sus periodistas, sus psicólogos, sus trabajadores sociales o de los vecinos de Tegueste, Arinaga, Arrecife, Puerto del Rosario o de tantos y tantos pueblos canarios que los acogen, los escuchan y conviven con ellos.

De los más de cuatro mil niños que han venido a Canarias atravesando el Atlántico en una patera o cayuco, todavía conviven con nosotros en Centros de Acogida 750 de ellos, el resto se ha ido haciendo adulto. Poco a poco hemos ido conociendo sus historias, todas distintas, pero en el fondo todas parecidas.

Quiero contarles hoy una de esas historias, dibujada por un niño y su educador.

"Salí de Nouadibou en Mauritania, éramos150 personas en el Cayuco, teníamos poca comida y poco agua. Comimos galletas y un vasito de agua cada 24 horas durante tres días. Después se acabó la comida y el agua, y comenzamos a beber agua del mar. Entonces, se acabó la gasolina. Cogieron unas telas y la colocaron en forma de velas en el cayuco para que el viento los moviera y durante 5 días estuvimos con esas condiciones y pensábamos que moríamos todos. Algunos lo hicieron. Los echaron al mar".

Este es el relato escrito y hablado de un menor extranjero no acompañado, este es el relato de un niño. Según su educador, este niño se define a sí mismo como un superviviente. Y lo es.

No todas las historias son tan tremendas, pero otras lo son aún más. Y hay muchas que nunca las llegaremos a poder conocer ni relatar.

Hasta el año 2006, Canarias vivió en solitario esta situación, sin solicitar apoyo de ninguna otra institución estatal.

Pero el pasado año llegaron a nuestro Archipiélago 928 niños, colapsando así toda la red de acogida normalizada de los Cabildos Insulares, Red que ya había habilitado más de 250 plazas. Y es en ese momento cuando el Gobierno de Canarias corresponsablemente abre hasta 10 dispositivos de emergencia dependientes directamente de este Gobierno para poder acoger a estos niños.

Y es en ese momento cuando Canarias pide ayuda al Gobierno del Estado para que también corresponsablemente ayude en la atención a estos niños. Y lo hace, debo recordarlo, después de llevar años atendiéndoles sin apoyos.

El Estado, también en ese momento, se compromete a dejar en Canarias sólo a 300 niños, porque también entiende que los procesos integradores para los niños en protección no puede estar basado en macrocentros provisionales.

Ahora se ha desvinculado de ese compromiso intentando convertir un drama humano en un problema partidista. He tenido que oír en estos tres meses que llevo al frente de la responsabilidad de la atención a la infancia, que este Gobierno no quiere a los niños, que tenemos conductas xenófobas, que no queremos problemas, cuando Canarias ha demostrado sobradamente su solidaridad desde hace ya diez años.

Canarias no tiene ningún problema. El Gobierno de Canarias no tiene ningún problema, quién tiene el problema, un problema de tremendas magnitudes que quizás nunca seamos capaces de comprender, son los niños africanos. Ahora bien, quiero dejar claro, con rotunda transparencia, que desde que esos niños pisan suelo canario, sí que es responsabilidad de este Gobierno solucionarles el problema y no pienso callarme hasta que se resuelva.

Porque la inmigración clandestina tiene solución. El tráfico de niños que se juegan la vida para llegar al llamado primer mundo tiene solución y es mi deber sentarme con quién sea para buscarla.

Como consejera de Bienestar Social del Gobierno de Canarias, y como ciudadana de esta tierra, es mi obligación buscar una solución para su integración y si yo no puedo garantizarla en el territorio canario por el desbordamiento de la red de acogida, tendré que buscar los mecanismos para que lo puedan hacer en otro lugar. Para eso he pedido apoyo corresponsable del Estado y si el Estado no me responde, tendré que irme a otras instituciones en el ámbito internacional para seguir insistiendo.

El domingo 19 de octubre llegó a Fuerteventura una patera con 19 pasajeros, 14 de ellos eran niños. Cada uno de ellos tiene una historia distinta pero todos subieron a una especie de lata de sardinas flotante para atravesar el Atlántico. Lo mínimo que podemos hacer por ellos es intentar buscarles algún tipo de futuro, pero debemos ir más allá y buscar entre todos la fórmula para que no tengan que abandonar a su familia ni a sus amigos. Yo estoy dispuesta a contar sus historias cuántas veces sea necesario y sé que voy a encontrar otras voces que también querrán contarlas.

Inés Rojas de León

Consejera de Bienestar Social, Juventud y Vivienda del Gobierno de Canarias

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